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Convocado por el obispo Osio de Córdoba y apoyado por el emperador Constantino I, 325 años d.C. se celebró en Nicea de Bitinia el ... primer concilio ecuménico para tratar de resolver los desacuerdos con los arrianos sobre la naturaleza del Hijo de Dios y su relación con Dios Padre, aprobar el primer derecho canónico y determinar el establecimiento uniforme de la fecha de la fiesta central del Cristianismo, la llamada Pascua de Resurrección, Pascua Florida o Domingo de Resurrección, que quedó establecida el primer domingo después de la luna llena de primavera. Lo de la ligazón entre la luna y la Pascua es compartido con los judíos cuya Pésaj coincide año a año con el plenilunio del mes hebreo de Nisán.
Desde el concilio, y dependiendo de la plenitud lunar, para nosotros los cristianos cualquier domingo entre el inicio de la primavera el 22 de marzo y el 25 de abril puede ser Domingo de Resurrección. Durante la luna llena, la atracción gravitacional sobre la Tierra es más fuerte lo que puede provocar modificaciones en los patrones de viento y, por tanto, precipitaciones. El cambio de luna trae casi siempre cambio de tiempo y ese cambio puede traer agua. Ni mentarla debo; no hay mayor sacrificio para un procesionista que no poder desfilar por culpa de la lluvia. Ayer Domingo de Ramos fue luna llena.
Desde aquel pasado miércoles cuando el sacerdote pone sobre nuestra frente un poco de ceniza y repite la terrible sentencia 'Memento homo quia pulvis es, et in pulverem reverteris', o, como diría mi querido y admirado Tío Pencho, «esas palabriquias del cura quieren icir, serás porvo regüerto en porvo. Esta noche presona mañana estauta, paece que semos argo y no semos ná», hasta el pasado Viernes de Dolores, el día grande de mi querida Cartagena, nos hemos preparado para presenciar la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo el Hijo de Dios humanado, que cada año, cuando la primavera murciana explota en un caleidoscopio de olores, colores y sabores, las cofradías de Semana Santa nos ofrecen, en unos singulares viacrucis llenos de arte, tipismo, flor, música, dramatismo, recogimiento y devoción, trozos de Pasión que nos invitan a pensar lo que sucedió hace mas de dos mil años y que es la base de nuestra civilización: Roma y la Cruz.
Año 1951. Don Ramón Sanahuja i Marcé, que acaba de tomar posesión de la Diócesis de Cartagena, es abordado por un grupo de jóvenes sacerdotes en demanda de un edicto episcopal que prohíba las procesiones murcianas al considerarlas faltas del necesario recogimiento: voces, risas, reparto de caramelos, habas, monas, huevos duros, lo que, en vez del debido recogimiento, estos desfiles pasionarios mueven a la molicie. Pide el obispo un tiempo para meditar, reunidos a los pocos días les pregunta: «Queridos sacerdotes, ¿creéis que estos hombres durante un momento pensarán en ese trozo de Pasión que llevan sobre el hombro?». «Es posible que sí», afirma alguno de los sacerdotes, y contesta el obispo: «Pues sólo por ese momento debemos permitir y alentar que sigan las procesiones». Gracias, don Ramón, que desde la Gloria prometida pueda seguir esas procesiones que su eminencia reverendísima permitió que siguieran saliendo.
Con independencia de su fe, ¿quién no gozaría en acompañar a Jesús en su última cena, orar con él en el Huerto de los Olivos, presenciar su prendimiento, estremecerse con la crueldad de los azotes, escuchar al pueblo pidiendo su condena, a Pilatos dictando sentencia, subir con el Hijo de Dios la cuesta del Calvario, ayudarle con Simón a cargar la Cruz, llorar con María al pie del madero, asistir al descendimiento, acompañar al cortejo hasta el Sepulcro, caminar con la santas mujeres o los discípulos de Emaús, sentir la presencia de Jesús glorioso y disfrutar con su ascensión al cielo? Pues todo eso es lo que, desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección, nos ofrecen a lo largo y a lo ancho de nuestra región las Cofradías de Semana Santa.
Para terminar, pido licencia para hacer mención a uno de los momentos para mí más entrañables de esta Semana de Pasión: el canto de La Correlativa por los auroros la tarde de Jueves Santo frente a la privativa Iglesia de Jesús en el que tengo el honor de participar: «Jueves en la noche fue cuando Cristo enamorado, con todo el pecho abrasado quiso darnos a comer su Cuerpo Sacramentado».
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