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¿En España se cazan leones? ¿Las mujeres fuman puros y llevan una navaja en la liga? ¿Todos los españoles se pasan el día bailando ... boleros? Eran las preguntas más frecuentes que, a final del siglo XIX, Juan Valera, autor de 'Pepita Jiménez', contaba que tenía que soportar en sus saraos diplomáticos. La leyenda negra hizo mucho daño a nuestro prestigio en esa Europa que nosotros creamos y que nos despreciaba como se desprecia a la nación que lo ha sido todo y se encuentra en declive.
Terminada nuestra incivil contienda, había que intentar recobrar la reputación perdida y así atraer a visitantes de otros países. En 1960 Manuel Fraga, ministro de Turismo, dio con el eslogan que fue la palanca del 'boom' turístico y permitió, junto con las aportaciones en divisas de nuestros emigrantes, nivelar nuestra maltrecha balanza de pagos. 'Spain is different', ni mejor ni peor, y con este feliz reclamo los turistas invadían nuestro suelo y se dejaban sus buenos dineros.
Muchos años después, comprobamos tristes que efectivamente España es diferente, pero para peor. Con gran esfuerzo, mucha generosidad y visión de futuro supimos pasar pacíficamente de un régimen dictatorial a otro de plena democracia, disfrutando durante muchos años del más largo periodo de paz, desarrollo y feliz convivencia que España haya tenido. Y ahora, unos desnortados independentistas llenos de odio a España, los amigos y sucesores de los más odiosos asesinos, rancios y apolillados comunistas, liderados todos ellos por personajes como don Zapatero y don Sánchez, están en la operación de tirarlo todo por la borda y, con los peores modos guerracivilistas, hacernos creer que estos cuarenta años han sido un puro engaño, que en España no ha habido democracia, que los asesinos etarras son heroicos gudaris que han luchado y muerto por sus ideales, que los progres independentistas no han dado ningún golpe de Estado ni han malversado un solo maravedí y, por tanto, tienen razón al exigir una amnistía y la autodeterminación, porque los magistrados que los condenaron son corruptos, venales, herederos e imitadores de los viejos tribunales de orden público. España es diferente, para peor.
Un presidente del Gobierno que cada vez que habla miente, que gobierna solo para hacer felices a él, su familia y sus amigos, cuya gestión económica es un verdadero desastre, que no puede salir a la calle porque el concierto de pitos e insultos lo acojona, que en mayo sufrió una derrota en autonomías y ayuntamientos que a cualquier otro le hubiera obligado a dimitir. Convoca elecciones generales en fecha la mar de inoportuna, vuelve a sacar el dóberman de la derecha retrógrada, franquista, paladín de la desigualdad social, y millones de votantes le compran el esperpento, avalan sus mentiras, sus pactos y su manera despótica de gobernar. Y ahí sigue tan pancho y tan chulo. España es diferente, para peor.
La vicepresidenta del Gobierno de España, comunista recalcitrante, política mediocre, cuyo modelo de régimen es el que ha empobrecido a todos los países donde impera la hoz y el martillo, se acicala, se repeina y tan cursi ella se va a Bruselas a suplicar a un condenado, prófugo de la Justicia, representante de la más rancia y corrupta 'derechona' catalana, que les apoye para seguir desde el machito, destrozando a esta España nuestra, y, a cambio, le garantiza en nombre de su jefe, don Sánchez, amnistía, autodeterminación y, ah, vuelta gratis en el Falcon. España es diferente, para peor.
Núñez Feijóo, protagonista de una mala campaña electoral, haciendo honor a su galleguismo de no saber si sube o baja, tan pronto pide los votos para acabar con el sanchismo como le tiende una mano al mendaz para que lo deje gobernar. Unos días se enfrenta a los de Abascal, otros a los independentistas para luego proclamar que hay que buscar un encaje para Cataluña. España es diferente, para peor.
Reputados magistrados que ayer declaraban que la amnistía no cabe en nuestra Constitución, hoy, coreados por plumillas y tertulianos bien pagados, están intentando buscarle acomodo sin que les importe una higa arrastrar la toga por el barro. España es diferente, para mucho peor.
Vuelvo a Platón: «Se debe ser justos no por miedo a ninguna deidad, ni por castigo o premio, sino porque las acciones injustas son funestas para nuestro interior». No hicimos la Transición para que una sola clase de individuos sea feliz, sino para que lo sea la mayoría de los españoles.
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