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Cuando Juana III de Navarra, Juana de Albret, condesa de Foix y Bigorra, vizcondesa de Bearne, Marsan y Tartas, ordenó al monje Joanes Leizarraga que ... tradujera al euskera la Biblia, convirtiendo así el libro sagrado en el primer documento en esta singular lengua, no sabía que iba a permanecer en el recuerdo de muchos vascos que la consideran hoy su última reina, porque aunque su hijo Enrique heredó el trono, su derrota contra el aragonés Fernando el Católico fue un baldón para la posteridad. La Navarra que ahora, apoyada en la historia, reclama los recién blanqueados por don Sánchez I el Pacificador, para así conseguir la expansión de Euskal Herría, no es la de Pamplona, Estella, Tudela, la nuestra, la que anexionó el Rey Católico a Castilla y Aragón, sino la Baja, la de los Albret, la Nafarroa Beherea, integrada desde hace siglos en el departamento francés de los Pirineos Atlánticos y cuya capital es San Juan Pie de Puerto. Ahí quiero ver a los 'valientes' gudaris de Bildu exigiendo a los franceses la devolución a Euskadi de ese territorio cuya última reina fue Juana de la que os hablé más arriba.
Pero resulta que los dirigentes del país vecino son franceses, patriotas hasta sus últimas consecuencias no como otro a quien en estas fechas no me apetece señalar y que, con tal de seguir un poco más en Moncloa, es capaz de vender lo que fuera o fuese, darle la vuelta a todo para, una vez sometidas todas las instituciones y dinamitado el reparto de poderes, instaurar la dictadura sanchista y gobernar in aeternum a este resignado pueblo. ¿Se imaginan cuál sería la contestación del presidente de la República o la del primer ministro galo al chantaje de estos filoetarras? La patada más baja, antes de la despedida, en la ceja.
Cuando el lector tenga entre las manos nuestro periódico ya habremos celebrado el más importante acontecimiento del mundo cristiano, el Nacimiento del Hijo de Dios, reunidos en familia, comido y bebido en abundancia, cantado villancicos, felicitada la Navidad y deseado prosperidad y paz para el Nuevo Año. Depende de en qué tono y con qué propósito se pronuncie esta última y hermosa palabra podremos interpretar el sentido de la misma. Paz y bien, saludan los franciscanos; Descanse en paz es cumplida frase de pésame; Paz a los hombres de buena voluntad, saludo bíblico; Aquí Paz y después Gloria optimista arenga; Paz en Ucrania, en Gaza, en el Mar Rojo y allí donde haya conflictos, muertos, y destrucción. Paz para Todos es mi deseo.
Recién, me ha llamado la atención la frase pronunciada por el presidente interino del Consejo General del Poder Judicial en un acto de entrega de premios en el que estaba presente el ministro de Justicia, el inefable Bolaños. «Déjennos en paz», proclamó desde el podio el ilustre jurista, preocupado y enfadado por las tremendas diatribas que en el Congreso y el Senado se han pronunciado contra el poder judicial, señalando, incluso con nombre y apellido, a alguna de sus señorías. Hago mías esas palabras aunque dudo que puedan tener efecto, los caballos del Apocalipsis andan sueltos sembrando la discordia sin que en el horizonte se atisben, por ahora, tiempos de paz
«Caído se le ha un clavel a la Aurora de su Seno, qué glorioso que está el heno porque ha caído sobre él». Con estos versos tan hermosos de nuestro ilustre vate Góngora quiero felicitar a todos mis lectores, desearles una muy feliz Navidad y para el próximo año, además de prosperidad, buenas dosis de optimismo y de paciencia. Busquen como yo la paz que he encontrado en este idílico paraíso que es mi querido Santo Ángel en compañía de mi muy querida esposa que, por cierto, me ha sugerido que, dado el espíritu de estas entrañables fechas, deje por el momento en paz al Pacificador que ya tendré tiempo el año que viene de seguirle la pista porque seguro que, por desgracia, ocasiones no me van a faltar. Pongan en cuarentena las boutades, las diatribas, las salidas de tono, las barbaridades, las incongruencias con que cada día y cada hora nos sorprenden estos que nos gobiernan, y en algún caso esos que se oponen, y piensen que a la noche más oscura siempre sucede la mañana más luminosa, que no hay mal que cien años dure y mientras tanto, no se metan en política.
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