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Al canario Tomás de Iriarte, famoso fabulista de la Ilustración, elegante, culto, cosmopolita, buen conversador y autor de 67 fábulas en competición con Samaniego, se ... le atribuye lo de la mona y el vestido de seda. Suya no es la frase sino que tomó del refranero español uno de los más populares, 'Aunque la mona se vista de seda mona se queda', para encabezar su fábula 'La Mona', que cuenta cómo la simia, vestida con tan elegante ropaje, huye a Tetuán, su país de origen, donde se encuentra con toda la parroquia de primates que, al verla así ataviada, creen que debe ser importante y la nombran jefa. El final es tan triste como real: tras muchas correrías, la mona pierde, además de sus vestidos de seda, el camino, también el tino, y por poco no queda ni mona. Termina la fábula: «Y vieron con experiencia que la ropa no da ciencia. Pero sin ir a Tetuán, también acá se hallarán monos que, aunque se vistan de estudiantes, se han de quedar lo mismo que eran antes».
Con el debido respeto, aunque cada vez lo tengo más menguado, se me antoja comparar a don Sánchez con la mona de la fábula. Ataviado como gran estratega, demócrata de los pies a la cabeza, campeón del progreso, tolerante, paciente, enamorado hasta la médula, buen estudiante y mejor escribidor, se autonombra campeón de la regeneración, perseguidor de bulos, adalid de las libertades. La frase «el pensamiento libre proclamo en alta voz y muera el que no piensa igual que pienso yo», atribuida al librepensador Voltaire, es muy del gusto del liberticida don Sánchez, quien la aplica cada día, pero la que realmente define el carácter del escritor, historiador, filósofo, abogado francés y campeón de la tolerancia, al que me he referido más arriba, esa de «podré no estar de acuerdo con lo que dices pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo», seguro que le produce urticaria.
Atrapado por sus muchas mentiras, condenado por sus grandes errores, inquieto por las andanzas de su esposa, preso y humillado por sus socios separatistas, comunistas y filoetarras, temblando por si tuviera que responder ante la justicia de algún supuesto ilícito, sabedor de que los sanchistas lo apoyarán mientras tenga el mando y pueda repartir cargos con muy buenos sueldos, subvenciones, prebendas y demás sinecuras, alarmado porque cada vez más socialistas que no dependen para subsistir de su pródiga mano lo están abandonando y empiezan a cuestionarlo como líder, ha programado una peligrosa huida hacia adelante intentando controlar todas las instituciones, ninguneando y despreciando a la Corona, amenazando a medios de comunicación críticos con su augusta persona, acusando a jueces de prevaricar, insultando sin freno a la oposición como fabricantes de bulos, dispensadores de lodo, cavernícolas, perseguidores de la libertad y del progreso y, como tales, sin derecho alguno a gobernar. Él y sólo él está legitimado para dirigir el destino de lo que quede de España y el de los españoles que aún permanezcan como tales en lo que hasta hace poco era el suelo patrio de una nación próspera e indivisible. La alternancia, indispensable en democracia, la independencia de los jueces, la libertad de expresión, la igualdad de todos ante la ley, piensa, se lo pueden meter donde les quepa todos esos fachas repulsivos y despreciables. Mal te veo, Mateo Sánchez, pero ojo, este animal herido de muerte, perdón por la comparación, encierra un gran peligro y, aunque lo veamos aculado en tablas, con la boca abierta, es capaz de derrotar peligrosamente, por eso no le podemos perder la cara y debemos acabar con él en las urnas cuanto antes.
Vuelvo a Iriarte: «Siempre acostumbra hacer el vulgo necio de lo bueno y lo malo igual aprecio: yo le doy lo peor, que es lo que alaba. De este modo sus yerros disculpaba un escritor de farsas indecentes», y si sustituimos lo de escritor por presidente damos de lleno en la diana. «Sepa quien para el público trabaja, que tal vez a la plebe culpa en vano, pues si, en dándole paja, come paja, siempre que le dan grano come grano». No nos dé más paja, señor Sánchez, tal vez nos gustaría algo de ese grano que reserva para sus amiguetes, sus socios y sus más fieles vasallos, pero sabiendo que, dada su mezquindad, eso es imposible, lo mejor sería cambiar de proveedor.
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