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En el Año del Señor de 1700 fallece, sin descendencia, Carlos II el Hechizado, rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Milán, soberano ... de los Países Bajos y conde de Borgoña. Aunque en primera instancia había nombrado heredero a Carlos de Habsburgo, en el último momento, y antes de rendir su alma a Dios, modifica el testamento a favor de su sobrino nieto Felipe, duque de Anjou y Borbón, nieto del poderoso monarca francés Luis XIV. Temerosos de que al ser Felipe tercero en la línea al trono de Francia puedan unirse ambos reinos, Inglaterra, Países Bajos y el Sacro Imperio Romano Germánico firman el Tratado de La Haya que formaliza la gran alianza contra ese nombramiento, colocando a su cabeza a Carlos de Austria. Comienza así la Guerra de Sucesión, no de secesión como de un tiempo a esta parte han querido hacernos creer los 'vigatans' catalanes.
Apoyado por Inglaterra y Países Bajos, Carlos de Austria invade Barcelona mientras el almirante inglés Rooke se apodera de Gibraltar. Badajoz, Salamanca y Zaragoza caen en poder de los austracistas y empieza el asedio de Madrid. En 1707, en Almansa se acaba lo que se daba cuando las tropas de Felipe el Quinto infringen una tremenda derrota a las de Carlos de Austria. Van cayendo una tras otra las ciudades ocupadas por los austracistas y solo permanecen como rescoldos imperiales Cataluña y las Islas Baleares. Al fin todo termina porque en política lo que hoy es blanco mañana puede ser negro o de cualquier otro color: a la muerte de Leopoldo, Carlos de Austria es nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y a partir de ese momento Inglaterra y Holanda consideran más peligrosa una alianza austriaca-española que la española-francesa a la que habían declarado la guerra. En Utrecht se firma la paz, España sale enormemente perjudicada perdiendo sus posesiones en Cerdeña, Países Bajos, Nápoles y Sicilia, además de ceder a Inglaterra Gibraltar y Menorca. A pesar del tratado, el emperador Carlos sigue empeñado en ser rey de España y decide continuar la guerra. El 11 de septiembre de 1714 las tropas borbónicas entran en Barcelona haciendo añicos su sueño de ser rey de las Españas. En 1717 Felipe V gana Mallorca e Ibiza, la Guerra de Sucesión, que no de secesión, ha terminado.
Y ahora vamos con el cuento de la Diada. Esa cruenta Guerra de Sucesión no fue para nada una disputa entre la España centralista y la independentista, entre un estado opresor y otro secesionista, sino entre los 'botiflers', partidarios de Felipe como rey de España, y los 'vigatans', también llamados 'maulets', que preferían al austriaco Carlos. Con permiso de esos 'vigatans' austracistas, o sin ello, traigo a colación las arengas de dos eximios defensores de la Cataluña alineada con uno de los combatientes como muestra de la gran mentira que año tras año, cada 11 de septiembre, intentan colarnos esos 'maulets' secesionistas en aras de su anhelo separatista. En defensa de Barcelona y ante la llegada de las tropas de Felipe V, el general Antonio de Villarroel arengó a sus tropas: «Estáis luchando por nosotros y por toda la nación española». Mientras, el recién elegido 'conseller en cap' Rafael Casanova manda pregonar por todas las calles y plazas de Barcelona un bando llamando a los ciudadanos a derramar su sangre y su vida por su rey, el austriaco, por su honor, la patria y la libertad de toda España. La nación española era un denominador común entre todos los que luchaban en uno u otro bando, pero como en casi todas las guerras, hay vencedores y vencidos. Cada 11 de septiembre los supremacistas 'vigatans' presentan a Casanova como un mártir por el independentismo, falso como las monedas de madera: el susodicho perdió por apoyar a un austriaco como rey de España y falleció en 1743 tras ver respetada su vida, su hacienda y ejerciendo de abogado con gran brillantez y libertad de acción.
Ni podemos ni debemos seguir soportando tanta mentira sin hacer valer nuestro derecho a propagar la verdad. Pujol, Mas, Junqueras, Puigdemont y demás catalanistas del 3% pueden, si así lo desean, proclamarse independentistas o partidarios de los grandes expresos europeos, pero que no intenten engañarnos con tanta burda mentira y, sobre todo, no consintamos que sigan envenenando a tanto 'nen' sembrando en sus infantiles cabezas un odio a España sin base histórica alguna.
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