A garrotazos
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Al no ver posible el entendimiento entre los líderes de los bloques, apunto al Jefe del Estado como una soluciónPara la decoración de los muros de su casa, la Quinta del Sordo, Francisco de Goya y Lucientes realizó la serie Pinturas Negras entre las ... cuales sobresalió la que el de Fuendetodos bautizó como 'Duelo a Garrotazos', hoy en el Museo del Prado, en la que dos villanos luchan con garrotes por algún pleito de linderos o tandas de riego. Al pasar de la pared al lienzo se difuminaron parte de los colores y así parece que los duelistas, que seguramente pisaban sobre hierba, tienen enterradas las piernas en barro con lo que la lucha se torna incluso más dramática. Cuando Goya lo pinta en 1820, España está inmersa en el llamado Trienio Liberal que sucede al Sexenio Absolutista. Son momentos muy convulsos ya que la llegada de Fernando VII, siendo 'el Deseado' no ha traído la tan esperada paz, antes bien al contrario. Tal vez es ese el mensaje que Goya quiso transmitir, el de una España que pelea a garrotazos.
Mucho ha llovido desde entonces. De enfrentamiento en enfrentamiento llegamos tristemente al más cruel de todos: nuestra guerra incivil. Tras un largo periodo de dictadura y muerto Franco, una gran mayoría decidimos que es hora de enterrar con nuestros muertos los garrotes que tanto dolor habían causado y así en la Transición, tan recordada y alabada por la mayoría, tan odiada y repudiada por otros pocos, nos dimos el mayor y más sincero abrazo de reconciliación. Cuarenta y seis años después se han desenterrado los gruesos bastones y volvemos a andar a garrotazos. De poco vale señalar al que empezó, sí digo y mantengo que fue Zapatero, otros dirán que fue Aznar y así entre dimes y diretes continúa la pelea sin que en el horizonte se vislumbre la paloma de la paz.
El Gobierno de Sánchez, abrazado a los que se tienen por enemigos de España, ha contribuido a ensanchar la trinchera que nos separa a unos de otros. Cuando ya creíamos que las urnas, abiertas para una elección local y autonómica, habían censurado con claridad esta totalitaria y perniciosa forma de gobernar con cesiones permanentes a sediciosos independentistas y filoetarras, agradando al comunismo con leyes sectarias, invadiendo desvergonzadamente las instituciones, ciscándose en la división de poderes, Sánchez, tras su estrepitosa derrota, decide convocar elecciones con la excusa de darle voz al pueblo que lo ha rechazado. Ayudado por algunos apesebrados medios de comunicación y tertulianos bien engrasados vuelve a sacar el dóberman de la perrera y muchos se dejan convencer de que es menos malo pactar con filoetarras, independentistas golpistas y comunistas leninistas que que pueda gobernar una coalición de dos partidos demócratas y constitucionalistas. Núñez Feijóo, incapaz de neutralizar los insidiosos estereotipos, antes bien les da visos de realidad con su desprecio a Vox y sus manos tendidas al 'sanchismo'; mientras, Abascal centra su campaña en proclamas maximalistas y amenazas a muchos catalanes, aunque al final hace un esfuerzo por rebajar el tono sin conseguirlo del todo.
La noche de las elecciones la imagen en los balcones de Génova y Ferraz es asaz cómica: los peperos de riguroso blanco celebrando su victoria electoral a sabiendas de que Feijóo no puede gobernar y los 'sanchistas' tan contentos de haber perdido y paladeando los pactos con toda la carcundia de enemigos de España. Lo peor fue ver y oír al pie del balcón 'sanchista' a una masa furibunda inflamada por el odio gritar «No pasarán», el mismo rugido con el que la comunista Dolores Ibárruri, La Pasionaria, arengaba a los rojos en plena guerra incivil, y a Sánchez y compañía saltar, aplaudir y corear también la proclama guerracivilista. Solo les faltó repartir bastones y empezar la contienda.
No es a palos como se solucionan los problemas que hoy nos agobian. Al no ver posible el entendimiento entre los líderes de los dos bloques, apunto una posible solución: el Jefe del Estado, con los poderes que le da la Constitución y apoyado por unos cuantos hombres buenos zurdos y diestros, que los hay, debería proponer a alguien de reconocidos valores personales y profesionales para presidir un gobierno de coalición que, durante un corto periodo de tiempo, desbloqueara lo desbloqueable, ordenara lo desordenado, modificara la Ley Electoral, limpiara el campo de barro y dejara las reglas muy claras para que nunca más asistiéramos a los chantajes permanentes de los enemigos de España. Pero eso, además de una utopía, se me antoja imposible. Que Dios nos coja confesados.
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