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En el Año del Señor de 1921 se inauguró en Madrid una nueva estación de metro con el nombre de Progreso que destacaba por la ... artística farola con la que se identificaba su boca y que en 1939 pasó a llamarse Tirso de Molina por ser este el nombre de la plaza donde estaba situada. Ya en plena Segunda República, un diputado en Cortes de las izquierdas, corto de luces y torpe en palabras, andaba mitineando sin dejar de usar una y otra vez la coletilla de progreso para referirse a la principal característica del gobierno de su partido. A mitad de su perorata vino a quedarse en blanco, agobiado miraba a sus asesores situados en primera fila en solicitud de ayuda para proseguir el curso de su torpe disertación. «¿Dónde estoy?», preguntó en voz queda. «En Progreso», le contestaron y al recordar la famosa estación de metro exclamó aliviado: «Pues entonces me bajo», y ni corto ni perezoso, sin un saludo ni palabra de despedida, tomó las de Villadiego.
Vaya cantinela con la que nos machacan sin piedad los primos hermanos 'sanchistas' y comunistas con lo del gobierno de progreso. Les crece la boca un palmo y aún se les queda chica, falta longaniza para atar tanto can y yo, que ya estoy algo de vuelta, me he puesto a pensar en quién o quiénes han progresado desde que estos sectarios y mendaces se pusieron a los mandos del 'Tren del progreso'. ¿Prosperan los miles de parados que no ven claro su porvenir laboral o los autónomos que tienen que cerrar sus pequeños negocios asfixiados con tanto abusivo impuesto?, ¿prosperan las amas de casa alarmadas por el subidón de la cesta de la compra, los transportistas, pescadores, tractoristas y demás usuarios de vehículos a motor con lágrimas en los ojos cada vez que tienen que repostar, los que tienen que pagar la hipoteca, los jóvenes que quieren comprar una casa, las mujeres violadas cuando ven a sus verdugos en la calle o con su condena rebajada o todos y cada de los que tiemblan al leer el recibo de la luz o del gas? Podría seguir con más y más ejemplos pero me faltarían líneas del artículo. Miro a mi alrededor y veo poco progreso o ninguno, más bien un tremendo retroceso, ¿a quién quieren entonces engañar? Parece que a muchos compatriotas que aún siguen votando a estos inútiles solo por mantener la ilusión de un gobierno de izquierdas que, aunque los está arruinando, es de los suyos.
Entonces, según usted, a buen seguro me interpelará más de un lector, ¿nadie ha progresado? Me paro a pensar y contesto: sí, me constan unos cuantos. El primero don Sánchez, menuda vida de lujo se está dando este sátrapa del Falcon a los palacetes de invierno y verano gratis total, mando en plaza haciendo de su capa un sayo tan protegido como adulado, seguido de su querida esposa a la que, parece, le van cada vez mejor sus empresas gracias a las jugosas subvenciones recibidas del Gobierno. Atrás no quedan los amiguetes del mendaz, todos bien colocados en las presidencias de las empresas públicas; los políticos en general, incluyendo a la inútil de doña Montero y toda su corte de feminazis enormemente satisfechas con su ley de 'solo sí es sí'; doña Yoli con la que nunca el comunismo dio para tanto; los forrados con los ERE de Andalucía; el Tito Berni, por cierto, ¿por dónde para este 'conseguidor'?; los del 'procés' que se permiten el lujo de pagar con nuestros impuestos todos sus fantasiosos proyectos independentistas; los tertulianos a sueldo del poder; los medios de comunicación al servicio del Mendaz... ¿Sigo? «Cuerpo de Dios, qué destino y todo ello a costa ajena».
Ya está bien de propaganda, de mentiras, de trapacerías de sectarismo. Dejad de seguir arruinando a este antaño próspero país, «Cese ya el 'atambor', cese ese ruido, que ya estoy muy ahíto de tanta progresía y tanto pito», utilizáis ese señuelo para poder seguir viviendo como auténticos marajás sin que os importe un rábano arruinar a España moral y económicamente, acabar con la democracia y tirarlo todo por la borda. Este tren, con los maquinistas don Sánchez y doña Yoli y los carboneros proetarras, comunistas e independentistas, va sin frenos derecho al abismo. Antes de que fatalmente descarrile digo como aquel 'culiparlante': si este es el tan cacareado y celebrado progreso, yo me bajo.
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