Secciones
Servicios
Destacamos
Algunas cuestiones que provienen de Gran Bretaña provocan un cierto grado de admiración. No la comida, por supuesto. Pero sí la literatura, ciertas series y ... películas y que su reina celebrase su jubileo tomando el té con un oso en lugar de estar pasando calor en Oriente Medio, por ejemplo. Sin duda también es para admirar, y envidiar, que sea el país occidental que ha tenido un mayor número de mujeres como primeras ministras en su historia y que, en los últimos días, haya elegido al hijo de unos inmigrantes para presidente del Gobierno.
Una de las cuestiones que provocan admiración, a unos pocos creo, es el procedimiento que los partidos tienen para sustituir a los mismos que la propia organización partidista seleccionó para ser su líder y, en concreto, primer ministro del gobierno de su majestad. Los diputados ejercen su poder para obligar a dimitir, o directamente cesar, al primer ministro al que ellos mismos votaron para el cargo, y sin que aparentemente les tiemble la mano. Parece que se guían por aquella expresión de Maquiavelo de que es mejor ser temido que amado.
Desde la década de los 90, Reino Unido ha tenido nueve primeros ministros, incluyendo al recién elegido Sunak. De ellos, a 6 o directamente se les ha invitado, con cordialidad británica, a dimitir antes de ser cesados o han perdido votaciones entre sus propios diputados. En este escenario está Margaret Thatcher (1990), Tony Blair (2007), David Cameron (2016), Theresa May (2019), Boris Johnson (2022) y Liz Truss (2022). Hay en los dos partidos británicos mayoritarios procedimientos de sustitución de sus líderes y no tienen ningún problema en utilizarlos cuando consideran que su presidente del Gobierno pone en dificultades electorales a su formación. Es como si los diputados socialistas o populares, en España, obligasen a dimitir a Rajoy o a Pedro Sánchez, por nombrar a los dos últimos presidentes.
Es inconcebible imaginar siquiera que ello puede pasar en nuestro país. Algunos politólogos argumentan que el motivo fundamental de esta diferencia tiene que ver con los distintos diseños institucionales de ambos países. El modelo mayoritario en circunscripciones electorales uninominales británico potencia la independencia de los diputados de las cúpulas de los partidos, fomenta la relación parlamentario-elector al mismo tiempo que refuerza la rendición de cuentas y la receptividad en el trato entre políticos y votantes. Por el contrario, el modelo español de listas cerradas y bloqueadas –para el Congreso de los Diputados, Parlamentos autonómicos y ayuntamientos– agudiza el control de los partidos en detrimento de la independencia de los parlamentarios que son, finalmente, los que representan a los ciudadanos. A este mismo factor se responsabiliza, en España, de los cambios, a peor dice la literatura, que ha experimentado la clase política desde la transición hasta la fecha, medida esta por los niveles de formación y las carreras profesionales previas a la entrada en la política. Y este es un fenómeno que afecta a todos los partidos con representación parlamentaria de acuerdo con los últimos estudios publicados. Todavía está en la memoria política la estrategia de 'quien se mueva no sale en la foto' que se atribuía a Alfonso Guerra.
El alejamiento de los partidos y los ciudadanos explica el recurso, entre otros, a las primarias. Pero en esto, como sucede en un largo listado, los partidos españoles buscan, exclusivamente, el fervor popular y no la participación real de los ciudadanos. A diferencia de lo que hemos visto en el partido conservador británico en los últimos meses y días, en España lo habitual es la componenda para evitar las primarias y/o confundir los plebiscitos con la confrontación leal. Las largas series del Centro de Investigaciones Sociológicas muestran como los españoles valoran de forma positiva los debates de ideas al interior de los partidos pero, simultáneamente, piensan que si la confrontación es intensa eso dificulta considerar que esa formación sería adecuada para gestionar la política del país. Y a esto se encomiendan las cúpulas de los partidos para buscar acallar las voces disonantes a su interior. No tenemos muy lejos en el tiempo la disputa, rápidamente sofocada, entre el Gobierno valenciano y el nacional sobre los impuestos a aplicar.
Dicen los críticos que opciones como la británica perjudican la estabilidad y gobernabilidad de los sistemas y pueden incrementar la incertidumbre sobre la eficacia de la gestión de las políticas. Puede ser, o no. Lo real es que permite controlar los excesos y/o las ineficacias de los líderes y ayuda a dejar de considerar que ellos son la encarnación de la sabiduría en la tierra.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La artista argentina Emilia, cabeza de cartel del Música en Grande
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.