![El acuerdo de Piqué y Rubiales](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202204/20/media/cortadas/1447049223-U501801843287x8G-U16017322413332k-1248x770@La%20Verdad-LaVerdad.jpg)
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El 23 de abril de 2020, los miembros del Comité de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) recibimos una carta del secretario general de la misma entidad en la que se nos comunicaba nuestro cese fulminante. Vicente del Bosque - ... un amante del deporte decente-, Ángeles Solanes -catedrática de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia-, Rosa Terradellas -directora de la Cátedra de RSC de la Universitat de Girona-, Carmen Márquez -catedrática de Derecho Internacional de la Universidad de Sevilla-, Andrés Dulanto -Director de EFEempresas-, David Lafuente -subdirector general del Injuve-, Ruth Hernández -directora de la Asociación de Directivos de Sostenibilidad en la Región de Murcia-, Luis Sáez -empresario-, Nita Macía -directora del Congreso Internacional de RSC- y unos cuantos más, entre los que nos encontrábamos los autores de este artículo, que ejercíamos las labores técnicas y de coordinación. Cesados. Fulminado el Comité de RSC que se había constituido dos años antes a petición de la propia RFEF. Juntos llegamos y juntos nos echaron, como dijo Alfredo Di Stéfano: «Ningún jugador es tan bueno como todos juntos».
Así de cutre fue el final de una aventura que arrancó el 4 de enero de 2019 con el objetivo de fomentar el buen gobierno y la transparencia, la acción social, la sostenibilidad medioambiental, la defensa de los derechos humanos, la comunicación responsable y otros aspectos sociales como la formación y educación. El fomento de la no discriminación o la diversidad e igualdad, así como la lucha contra la corrupción, los amaños y los atajos, que nada tienen que ver con los valores del deporte. «Algunos creen que el fútbol es solo un deporte y una pasión, pero es algo mucho más importante que eso». Con estas palabras arrancó José Miguel Monje la presentación pública de constitución del Comité de Responsabilidad Social de la Real Federación Española de Fútbol en su calidad de presidente ejecutivo.
Esta Comisión de RSC tenía trabajo por hacer. De hecho, por su «interés por mantener una relación de transparencia y responsabilidad con sus grupos de interés», de manera inmediata y concreta, la RFEF encargó al Comité la elaboración de un informe de sostenibilidad o Memoria de RSC. Se trataba de una primera actuación que «suponía una relación de colaboración entre ambas partes», y donde se concretarían las etapas o fases de las cuales se «informará a la RFEF, de modo que existiera una comunicación fluida durante el proceso».
Ni comunicación, ni fluidez, ni inicio de una nueva era. Cada vez que los responsables de la Comisión tratábamos de recabar información necesaria para la elaboración de este documento, las altas instancias de la RFEF daban la callada por respuesta. Pasaban las semanas y los meses, y finalmente no pudimos más que aceptar la falta de interés por parte de la RFEF en materia de Responsabilidad Social Corporativa. Nos empezábamos a preguntar para qué servía una Comisión que no tenía trabajo que hacer.
Ahora que se ha deshecho la madeja y se ha conocido la trama en la que estaban entretenidos, podemos entender con hechos lo que algunos miembros de la Comisión intuíamos hace dos años: la RFEF no tiene ningún interés en fomentar la transparencia ni el buen gobierno. No había entonces ni existe ahora ninguna disposición a incorporar la RSC como herramienta que también ocupe el contexto del fútbol.
El motivo real de nuestro cese fue un dictamen, una serie de recomendaciones acerca de la eventual decisión de celebrar la Supercopa en Arabia Saudí, en el que desde la Comisión de RSC alertábamos de las graves violaciones de Derechos Humanos en ese país, poniendo el foco en la discriminación estructural de las mujeres, los atentados contra la libertad de expresión, la represión y criminalización de activistas y defensores de derechos humanos, así como violación de los derechos de los trabajadores migrantes.
Entendíamos que la RFEF debía abstenerse de celebrar cualquier evento deportivo que pudiera interpretarse como un acto de aquiescencia o neutralidad frente a graves violaciones de derechos humanos reconocidas por organismos internacionales. Esa fue nuestra autoinmolación. Hoy sabemos que, presuntamente, fueron otras razones las que pesaron más en la decisión del Sr. Rubiales.
¿Y Piqué? No deja de repetir una dinámica cultural bien extendida desde la Edad Media: se acomoda muy bien al castellano para los negocios y se compadrea en el catalán para los asuntos domésticos. Como la RFEF: un quita y pon de roles e identidades según el interlocutor que marque la agenda del día.
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