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Los pesimistas de guardia dirán hoy, cuando se analicen los acuerdos logrados en la madrugada de ayer en Bruselas, que se han salvado los muebles. Bueno, cada cual lo evaluará a su manera. Después de hartarnos de repetir unas cifras astronómicas siempre habrá quien sienta que se ha conseguido poco y de paso, que el Gobierno ha fracasado en la negociación. A otros, por el contrario, se les infla la voz y lo califican de un acuerdo histórico. Y bien mirado, a pesar del desgaste del calificativo, lo sea. Es la primera vez que la Unión Europea se va a endeudar –750.000 millones de euros– para sacar del apuro a los miembros damnificados por la pandemia. Europa ha salido destrozada por la Covid-19 y reconstruirla es obligación de todos.
No se trata de recibir limosnas para paliar necesidades. El planteamiento responde más a los principios que rigen desde su fundación en la UE. Si algunos países van mal todo el grupo de los 27 sufrirá las consecuencias. Por eso se impone el acuerdo, por el mérito de afrontar un problema global con sensatez y pragmatismo.
Las cifras con que se cerró el acuerdo son conocidas. Ahora habrá que estudiar la letra pequeña de las condiciones. España se llevará una buena parte del paquete:140.000 millones que recibirá de manera escalonada durante tres años. Los economistas más pragmáticos coinciden en que no es una mala solución mientras otros estiman que es insuficiente para combatir el coronavirus, que dista de estar erradicado y afrontar las reformas necesarias.
Los países llamados 'frugales' lucharon hasta el final en contra del acuerdo propugnado por Alemania y Francia y cedieron fijando unas condiciones que obligarán a los países receptores a permanecer bajo vigilancia sobre el cumplimiento de los compromisos adquiridos. España salvará la reducción de las pensiones que se exigía.
Partiendo de estas cifras y estas premisas, el Gobierno –que peleó con el hándicap de estar integrado por una coalición que no gustaba a muchos Gobiernos comunitarios– tendrá que poner cuanto esté de su parte. De momento limitar los alardes y exigencias del populismo que a poco que genere problemas tendría que abandonar la coalición para ir a elecciones extraordinarias. Parece lógico que el uso de unas cifras de este volumen sea sometido a un control riguroso. En España los políticos tendrán que empezar a buscar acuerdos para cerrar unos presupuestos. Son ya tres años con presupuestos renovados y no es posible que Bruselas siga soportando esta situación.
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