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En el año 2002 el psicólogo Daniel Kahneman recibió el premio Nobel por sus trabajos, junto con el fallecido Amos Tversky, sobre la economía del ... comportamiento, es decir, el estudio de los factores (psicológicos, cognitivos, emocionales, sociales) que influyen en la toma de decisiones de los individuos. La teoría económica clásica defendía que el ser humano es un pensador racional y maximiza de forma lógica sus beneficios. Las investigaciones de estos dos psicólogos demostraron cómo, en la mayoría de las decisiones cotidianas, los aspectos emocionales influyen más que los racionales. Buscamos más «satisfacer» que «optimizar» lo que es muy eficiente, en términos de tiempo y energía, pero susceptible al error. Ese error o sesgo cognitivo suele estar determinado por el entorno así como por la forma como se presentan las elecciones y, por supuesto, no es consciente.
Los médicos, como el resto de los humanos, son vulnerables al marco decisional y a atributos contextuales como son los incentivos económicos. Por ejemplo, una revisión sistemática publicada en 2021 demostró que cuando las organizaciones sanitarias pagan a los médicos por acto éstos tienden a realizar más intervenciones facturables, aunque sean innecesarias, que cuando el pago es mediante sueldo fijo. De igual modo, la calidad asistencial mejora cuando se paga por ella comparado con el pago de un salario lineal. Los médicos tienden a nivel inconsciente a comportarse protegiendo el interés propio (financiero o de otro tipo) incluso si ese comportamiento contradice el código ético que conscientemente defienden. Esto ha hecho que el Servicio Murciano de Salud (SMS) pague a sus facultativos principalmente por salario, intentando (sin conseguirlo) que un porcentaje esté vinculado a objetivos de calidad, evitando el pago por acto. Los directivos del SMS no sospechan de los profesionales, pero protegen a la organización de sus sesgos inconscientes. Se ha demostrado que estos sesgos son tan poderosos que pueden llegar a afectar incluso a actividades muy técnicas.
En un estudio, un grupo de investigadores evaluó el tejido hepático de ratas expuestas a una peligrosa sustancia llamada dioxina. Los científicos que habían recibido financiación de empresas que producían este tóxico detectaron menos muestras de tejido con cáncer que los investigadores independientes. También se ha comprobado que los médicos que reciben a visitadores de la industria farmacéutica y aceptan sus regalos (desde bolígrafos a pagos de comidas o congresos) tienden a tener perfiles de prescripción de peor calidad y sobreindicar el medicamento de la compañía que les ofrece regalías. La financiación sesga a nivel inconsciente lo que ven en las muestras de tejidos los investigadores y también lo que prescriben los médicos a los pacientes. Increíblemente, el sesgo es independiente de la cuantía económica recibida. Por eso, diversos organismos profesionales, como la ADSP-RM, defienden prohibir las visitas de comerciales a los médicos en horario laboral o las revistas científicas obligan a los investigadores a declarar sus conflictos de interés en las publicaciones. No se duda de la integridad de las personas sino que se asume la influencia inconsciente de los incentivos y su capacidad para sesgar el juicio.
Las organizaciones serias tienen la obligación de diseñar una arquitectura decisional que favorezca el desempeño virtuoso de sus trabajadores y protegerse de sus sesgos inconscientes. Por eso, en la empresa privada un directivo no puede trabajar también para la competencia y se le exige exclusividad. Por eso, en la sanidad pública, un jefe de servicio no debería poder tener consulta privada. Es posible que sus sesgos inconscientes impidan que el equipo asistencial que dirige sea una sólida competencia para su actividad privada. Si el servicio clínico público tiene un óptimo rendimiento, con unas listas de espera razonables y la mejor calidad asistencial, los pacientes no tendrán la necesidad de recurrir a la medicina privada para ver sus necesidades satisfechas y la consulta particular del jefe de servicio se verá, con seguridad, afectada con una menor clientela.
Los sesgos de los responsables clínicos son inconscientes, pero los de los políticos que han aprobado eliminar la exclusividad no lo son. Cabe poca duda de que el Gobierno del PP, apoyado por los diputados de Vox, debilita la sanidad pública con esta decisión. Pero también hay oportunismo político e instrumentalización del servicio público de salud, que es patrimonio de todos, para hacer oposición partidista a la iniciativa del Ministerio de Sanidad que, con buen criterio, pretende expandir el modelo murciano, vigente durante casi 25 años, al resto de las comunidades autónomas.
Los médicos son humanos y las organizaciones sanitarias tienen la obligación de impulsar la excelencia mediante regulaciones que modulen los sesgos inconscientes de sus trabajadores. Las últimas decisiones políticas sanitarias, en un contexto ya complejo (listas de espera sin publicar, presupuestos sin aprobar, recortes, escándalos en la gestión de contrataciones o en la central de compras) son, desde cualquier punto de vista, irresponsables.
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