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La palmera datilera es una componente fundamental del paisaje de las vegas del Levante español. Desde casi cualquier lugar que se elija puntea con su ... silueta el horizonte. Son puntos de referencia que permiten orientarse en esos llanos encajados entre cabezos. Encontrarse con ellas al levantar la vista nos hace valorar la belleza de su aparición.
En ocasiones, lo que aparece en nuestro campo de visión es un palmar, una concentración de ejemplares que nos tienta a gozar de la penetración en él. Ya no es la figura o la forma, sino el valor del espacio el que nos seduce a disfrutarlo, esperando encontrar la protección, la sombra, un microclima confortable, las luces tamizadas e interrumpidas, los contrastes entre los verdes de sus hojas y los oscuros de sus troncos, los leves susurros del viento entre la vegetación que provocan a la vez discretos movimientos.
Por noviembre de 2014, el Ayuntamiento de Murcia andaba ultimando las condiciones de la cesión de unos terrenos, conocidos como Palmeral Grande de Zaraíche, y necesitaba de una valoración económica de los ejemplares de palmera datilera existentes. Aquí comenzó mi reciente relación con ese lugar. Hacía unos diez años que no iba por allí. La última vez había sido para recomendar a unos empresarios de hostelería que incorporaran en el argumento de su negocio la vista gratuita que tenían sobre el palmeral. Como cabía esperar, sin ningún éxito.
Pero mi primera relación con el Palmeral fue mucho antes, a mediados de los 80, cuando en la Acequia Zaraíche, que estaba siendo revestida de muros de mampostería, raro era el día que no se producían desbordamientos y en consecuencia la llamada de Benito desde La Contraparada. Una de las noches que lo acompañé, una discreta luna iluminaba el lugar y las aguas desbordadas de la Acequia Zaraíche inundaban el Palmeral. Mi profesión me llevó muchas veces después a ver inundaciones bajo la luna en la huerta de Murcia, pero ninguna como esa evocaba solamente belleza.
Para nada podía imaginarme en aquella noche que treinta años después mi trabajo profesional enfocaría con tanta intensidad en los 9.000 metros cuadrados de ese sugerente lugar, provocando durante los siguientes ocho años una acumulación extraordinaria de información y la llegada de excelentes personas a mi vida. Ahora me doy cuenta de que fue una sucesión de casualidades las que me lanzaron un guante que agarré con fuerza como si en ello me fuera la vida.
El Palmeral de Zaraíche que me encontré, manifestaba una deplorable situación después de muchos años de abandono de las labores de cultivo, las basuras colmataban el terreno y se habían perdido los cauces de riego y drenaje, y un agresivo incendio en 2008 había abatido muchos ejemplares y deteriorado muchos más. Todo parecía indicar que un golpe certero y mortal había acabado con aquel lugar lleno de sombras de luna, desembocando en un solar, un terreno baldío inmerso en el mercado de la especulación inmobiliaria.
Su recuperación requirió del esfuerzo de mucha buena gente que entregó lo mejor de sí para recobrar este agrosistema, ya no con una finalidad productiva y económica sino con la finalidad de convertirlo en un agradable lugar público. Se recuperaron los cauces de riego y avenamiento, se controlaron de vegetaciones invasoras, se establecieron estrategias para fomentar el desarrollo de los ejemplares de palmeras e incrementar su seguridad, se implantaron cultivos bajos y medios que completaban los tres estratos de un palmeral. También se dispuso un procedimiento de control de plagas y enfermedades. Por último, se establecieron unos andenes terrizos para ordenar los mejores tránsitos para disfrute del lugar.
Todo lo que actualmente nos regala el Palmeral de Zaraíche es suficiente motivo para perpetuar su existencia mejorándola día a día con el compromiso de los ciudadanos.
Tras años de trabajo, el Palmeral de Zaraíche nos regala esas recobradas luces tamizadas, esos contrastes de verdes y los leves susurros del viento, motivo suficiente para perpetuar su existencia, mejorándola día a día con el compromiso de todos los ciudadanos.
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