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G. S. FORTE
MURCIA
Martes, 12 de noviembre 2019
La cátedra sobre Agricultura Sostenible en el Campo de Cartagena de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), dirigida por el doctor cartagenero en Ciencias Biológicas Juan José Martínez Sánchez (57 años), nació en marzo de 2017 en buena medida como respuesta al episodio de 'sopa verde' que experimentó el Mar Menor unos meses antes.
-¿Los problemas conocidos ahora del Mar Menor van a lograr al menos concienciarnos más?
-Sin duda alguna, el problema del Mar Menor ha despertado la conciencia de mucha gente. Solo hay que recordar la multitudinaria manifestación del 30 de octubre en Cartagena. Pero una vez concienciada la sociedad sobre esta necesidad, hay que tomar medidas para la conservación de nuestros recursos naturales y los ecosistemas de los que forman parte. El papel de la sociedad es fundamental como agente de presión sobre los gobernantes para exigirles actuaciones en este sentido, pero las actuaciones tienen que ser acertadas y, para ello, deben ser muy bien analizadas y, si es posible, consensuadas entre los expertos. De todas formas, la restauración de ecosistemas siempre es muy complicada porque se trata de sistemas gobernados por complejos flujos de materia y energía y con la interacción de numerosos organismos que estructuran el ecosistema. Por eso, siempre es mejor conservar que tener que restaurar.
-¿Qué le falta a nuestra agricultura para que sea sostenible?
-Prácticamente nada. En el Campo de Cartagena, el control de la explotación de los recursos hídricos disponibles y la necesaria ordenación del territorio. Pero, si una actividad produce servicios para las generaciones actuales y no compromete los de las generaciones futuras, se considera sostenible. Todos conocemos fincas que producían cantidades ingentes cuando éramos críos, y hoy en día producen aún más y nuestros nietos y bisnietos seguirán disfrutando de sus productos. Hoy en día la actividad agrícola en sí es totalmente sostenible a nivel de parcela o de finca, y cada día va ganando más sostenibilidad gracias a la implementación de mejores prácticas agrícolas relativas al menor uso de plaguicidas y al desarrollo de otros mucho menos peligrosos. En el cultivo de pimiento, por ejemplo, en los últimos 25 años se ha pasado de realizar un control de plagas totalmente basado en los tratamientos químicos a que ahora en el 100% de la superficie se controlen las plagas mediante lucha biológica y biotecnológica. No tengamos miedo a la agricultura tecnificada y controlada que nos aporta productos más saludables que nunca y la tan necesaria seguridad alimentaria.
-¿Percibe la necesaria sensibilidad medioambiental en nuestras empresas, en nuestra sociedad y en nuestras administraciones?
-Seguro que los sociólogos que estudian estas cosas nos dirían que la evolución de la sensibilidad ambiental en los últimos 20 años ha sido muy positiva, y yo diría que incluso se ha disparado muy recientemente con la evidencia del cambio climático. Tanto la sociedad como las empresas no solo han aumentado su sensibilidad sino que han empezado a tomar medidas, cada uno conforme a sus posibilidades. Aunque no todas las necesarias. Esta concienciación va arrastrando a las administraciones que tienen que legislar y elaborar normativas a favor de la preservación del medio ambiente. Creo que esto es evidente a nivel general. Luego, a nivel individual, nos encontramos de todo.
-En todo caso, ¿cree que necesitamos más ciencia para ayudar al medio ambiente o más conciencia para no perjudicarlo?
-La naturaleza pura, virgen y prístina no necesitaría ayuda del hombre, evolucionaría en un sentido o en otro según los factores cambiantes del planeta. Pero con la aparición de la especie humana, el equilibrio entre especies empezó a quebrarse. Según relata Yuval Noah Harari en su magnífica obra 'Sapiens. De animales a dioses', mucho antes de la aparición de la agricultura, el hombre recolector y cazador ya había extinguido a la mayoría de especies de vertebrados de cierto tamaño. Hace ya más de treinta años que se redactó negro sobre blanco el concepto de desarrollo sostenible en un informe internacional para la ONU y, desde entonces, la conciencia de la sociedad sobre la necesidad de conservar el medio ambiente ha despertado mucho, pero parece insuficiente. Es como si dicha conciencia nos viniera simplemente a pulsos. No obstante, esa conciencia es la que ha permitido el desarrollo de las ciencias ambientales y la tecnología que hoy nos permite taponar las vías de agua que le abrimos a nuestra nave. Ahora bien, o dejamos de abrir vías de agua o seguimos desarrollando nueva tecnología que nos ayude a taponarlas. Conociendo a la especie humana, y visto lo visto, apostaría por seguir investigando si no queremos naufragar.
-Más allá de su labor como investigador, ¿qué le preocupa del medio ambiente a nivel particular?
-Me preocupa la pérdida de biodiversidad y la velocidad en la que se produce. Al parecer, estamos en un período de extinción masiva de especies, pero quizás lo más alarmante es que las especies que se acercan al borde de la extinción ya no solo son las clásicamente amenazadas, sino que se trata de especies tan comunes como el gorrión y la tórtola. Parece que el gorrión ha perdido más de treinta millones de ejemplares en menos de una década en España y esto es muy preocupante, entre otras cosas porque no es algo que solo le afecte a este ave. El índice de Plante Vivo de 2018, que mide la evolución de decenas de miles de poblaciones de unas 4.000 especies de vertebrados, nos revela que la población mundial de peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles ha descendido un 60% desde 1970 hasta 2014 (son menos de dos generaciones humanas). Lo mismo ocurre con las especies vegetales. Es un derroche de recursos que no nos podemos permitir.
-En un contexto tan preocupante, ¿usted qué hace en su vida personal para tratar de apoyar el medio ambiente?
-Bueno, lo del trabajo no cuenta, porque parece que eso va de oficio. Aunque suene a tópico, procuro plantar árboles casi todos los años, y no solo frutales, que también. En estos paisajes semiáridos del oeste de Cartagena con tan poca vegetación arbórea, un árbol, aunque sea aislado, supone un refugio para un sinfín de especies. Me resulta especialmente emocionante cuando me los regala alguien. De hecho, me sirven de recuerdo de muchas personas que ya no están con nosotros. Hace ya treinta años que planté uno de los más especiales para mí, aunque no fue el primero.
-¿Cómo ve el futuro del medio ambiente en la Región de Murcia?
-Tenemos una región muy rica y variada en recursos naturales y paisajísticos, y aunque cada zona tiene sus retos de conservación, el principal se presenta en las áreas costeras por la mayor presión de la población. Algo similar ocurre en toda España con el desplazamiento de habitantes desde las zonas rurales hacia las costeras con más recursos económicos.
-¿Tiene algún rincón favorito en el entorno natural de la Región?
-Los pequeños cerros volcánicos del oeste de Cartagena que salpican los paisajes agrícolas de almendros y algarrobos de secano, abancalados, con sus ramblas y ramblizos. Me recuerdan a mi niñez y ahora me han permitido disfrutar mucho de mi trabajo en la naturaleza con el proyecto de conservación del Garbancillo de Tallante. Realmente, las especies de estos agroecosistemas son un prodigio de adaptación, como sus gentes. Como ves, si me pierdo algún día no hace falta que vayáis a buscarme muy lejos.
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