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Festín de buitres leonados en el comedero de la Sierra de Mojantes. JUAN DE DIOS MORENILLA
La televisión trajo de vuelta al buitre

La televisión trajo de vuelta al buitre

Se cumplen cuarenta años desde que se declaró extinguido el gran necrófago en la Región, donde ahora, tras décadas de concienciación y trabajo, ya se cuenta con más de medio millar de ejemplares

GINÉS S. FORTE

Martes, 5 de noviembre 2019, 21:52

El 17 de febrero de 1973 apareció en la tele de pie, trajeado y muy serio un naturalista con un mensaje que caló muy hondo en un grupo de adolescentes de la comarca del Noroeste. «En España nos estamos quedando sin buitres. ¿Y saben ustedes por qué?», arrancó aquel señor: «Por el empleo masivo, absurdo, anacrónico, incivilizado de la estricnina para proteger unas presuntas piezas de caza». Aquella denuncia de Félix Rodriguez de la Fuente, en el programa 'Planeta Azul', contra el uso del veneno en el campo y sus consecuencias para los buitres, se ancló con fuerza en las conciencias de chicos como Juan de Dios Morenilla, Francisco Sánchez 'Bachini', Arturo López, Roberto Puerta, Bernardo Robles, Antonio Hernández, Jesús Rodríguez y Miguel Navarro. Y tiró de ellas en 1976 hasta la última buitrera que quedaba entonces en la Región de Murcia, en la sierra de Caravaca. «Fuimos a comprobar el estado del último pollo de buitre en un nido expoliado años antes por un tipo que se dedicó a coger uno de los animales para criarlo, matarlo y después conservarlo disecado», recuerda Juan de Dios Morenilla. Había tan poca esperanza para aquel polluelo que apenas tres años después, en 1979, se dio por oficialmente extinguido el buitre leonado ('Gyps fulvus') de todos los campos y riscos murcianos. El veneno, los disparos y el expolio de los nidos ganaron la partida tras años en los que, como recuerda el profesor de Ecología de la Universidad Miguel Hernández Toni Sánchez Zapata, la Administración pagaba por matar grandes carnívoros. Ahora, justo cuarenta años después, más de medio millar de estas enormes aves vuelven a poblar la Región de Murcia. ¿Cómo ha sido posible semejante giro de guion? La reducción del uso de veneno ha sido clave, resume el profesor, pero además en nuestra geografía «han sido fundamentales» las acciones de aquellos adolescentes en los que se extendió una sustancia muy distinta al veneno que un día les inoculó aquel señor serio de la tele. Lo que sigue es el relato de lo que hicieron.

«La propia Guardia Civil nos llamaba para que nos deshiciésemos de animales muertos echándoselos a los buitres, pese a ser ilegal»

Aquel mismo año 1976 en el que Morenilla y otro de sus compañeros subieron hasta el nido que conservaba el último pollo de buitre leonado murciano, comenzó su trabajo el grupo de estudio de estos animales que aquellos casi chiquillos desarrollaron bajo el amparo del Centro de Estudios Caravaqueños. Se trataba de una entidad dependiente de la Concejalía de Cultura de ese municipio que dio apoyo a los chicos sin inmiscuirse demasiado en lo que hacían. «Ten en cuenta que aún estábamos bajo el régimen franquista, y entonces una asociación ecologista era impensable, así que nos incorporamos a esa entidad cultural». En aquel momento, recuerda Morenilla, «teníamos 15 o 16 años y estábamos tremendamente influidos por Félix Rodríguez de la Fuente», como corroboran todos los consultados para este reportaje.

Llegó el otoño de 1979 y el buitre desapareció de estas tierras. Pero en lugar de caer en la derrota, aquellos chavales trazaron un plan para su recuperación. En él estudiaron las zonas con «mayor carga ganadera, porque nuestro propósito no era echarles carroña de continuo y engordarlos como cerdos, sino que hicieran su función de policía sanitaria del campo». Con las ideas claras y la determinación de que el proceso tenía que ser lo más natural posible para que tuviese éxito, en 1982 comenzaron a experimentar con un primer comedero en pruebas ubicado en los límites de Caravaca con el municipio granadino de La Puebla de Don Fadrique. El propósito era atraer a los grandes carroñeros de la colonia residual que aún quedaba en la Sierra de Castril, al norte de la provincia de Granada. «Utilizábamos mi furgoneta o algún coche particular para llevar ovejas muertas, envueltas en plásticos para que no oliesen ni manchasen», recuerda Morenilla, quien rememora la ocasión en que acarrearon dos animales en el maletero delantero de un 600, «de donde les sobresalían las patas». La participación de un veterinario, Pepe Prats, «resultó fundamental» en aquellos trabajos en los que a lo largo de cuarenta años, insiste, «ha colaborado muchísima gente», incluida la Administración y las propias fuerzas del orden, que apoyaban una labor en realidad ilegal. Jesús Rodríguez, otro de aquellos entusiastas, recuerda que en aquel «entonces ya se prohibía que se depositaran animales muertos en el campo, pero tampoco había una alternativa razonable para eliminar los cadáveres». Morenilla coincide en que, si bien «no era del todo legal, cuando había algún accidente en la carretera, como una vez que un autobús atropelló a un caballo, la propia Guardia Civil nos llamaba para que nos deshiciésemos del cadáver. Así que no solo hacían la vista gorda, sino que veían que hacíamos un servicio social».

«Nuestra función no era alimentarlos para engordarlos como cerdos, sino que hiciesen su función de policía sanitaria del campo»

Para mover animales de la envergadura de aquel equino ya no bastaba con los vehículos particulares, así que, desde 1984, el ayuntamiento se prestó a dejarles el camión de la basura. Por aquel entonces, con la democracia ya consolidada, aquellos pioneros crearon la Asociación para la Defensa de la Naturaleza Caralluma. También durante esa época, Juan de Dios Morenilla ganó un premio regional por el estudio de los buitres. De ahí sacaron el dinero para comprar un remolque con el que trasladar mejor los cadáveres, que hasta entonces movían empleando principalmente la furgoneta del negocio de electrodomésticos de Morenilla. A finales de la década, el parque móvil mejoró con la adquisición de un Land Rover gracias a una subvención y las cuotas de los socios de Caralluma.

onstrucción del comedero de buitres de la Sierra de Mojantes en 1994. Caralluma

Ya en los años noventa el veneno, que en realidad nunca ha dejado de amenazar en el campo, como advierte el profesor Sánchez Zapata, reapareció cerca del comedero. «Los cazadores decían que la instalación atraía a los zorros y hubo un desencuentro... lo típico del divorcio entre cazadores y conservacionistas», explica Morenilla. «En una finca cercana apareció un águila real envenenada y optamos por salir de allí, porque se podían cargar el proyecto». Así fue como en 1994 se trasladó aquella instalación que, como mucho, había logrado formar un dormidero en su primera ubicación, «pero no llegaba a colonia, aunque hubo algún intento de cría que no funcionó». El movimiento resultó fundamental: «Se cambió a un monte público de la Comunidad Autónoma, en la Sierra de Mojantes, y en el mismo año 1995 comenzaron a reproducirse» los animales. Esa fecha marca la reintroducción natural del buitre leonado en la Región de Murcia. En total se establecieron quince parejas reproductoras, de las que doce hicieron puestas y salieron con éxito ocho pollos. «Dieciséis años después de extinguirse, los buitres leonados volvieron a reproducirse en la Región, sin hacer grandes gastos económicos ni grandes proyectos LIFE», explica Juan de Dios Morenilla. «Imagínate la alegría tras más de quince años manejando carroña», rememora: «En algún año llegamos a mover seis toneladas. En una ocasión un camión de ganado tuvo un accidente y recogimos decenas de ovejas, pero algunas estaban solo heridas y días después nos encontramos pastando en pleno comedero de buitres unos animales que habíamos creído muertos». Muchos de aquellos viajes se realizaban de noche, «porque nosotros teníamos nuestros trabajos. En ocasiones teníamos que dejar aparcado el remolque durante el día en algún sitio con el bicho muerto antes de poder llevarlo», recuerda Morenilla.

«16 años después de extinguirse, volvieron a reproducirse en la Región, y sin hacer grandes gastos ni proyectos LIFE»

El año siguiente de la reintroducción natural del buitre en la Región fue el de la primera detección en el ser humano de la llamada enfermedad de las vacas locas. El miedo cundió y «hubo que cortar con las aportaciones de cadáveres». La legislación acabó endureciéndose y la Administración dejó de hacer la vista gorda con el servicio de «policía sanitaria» de los buitres a los que Caralluma ayudaba a alimentar. «Se cambió a peor», sentencia Morenilla, «porque se pasó a obligar a incinerar, lo que exige un consumo de combustible para algo que los buitres hacen gratis».

Tras 2008, que fue el año de la celebración de un congreso nacional sobre necrófagas en Caravaca con especialistas incluso de Francia, la Comunidad Autónoma dejó finalmente a los pioneros del plan de reintroducción del buitre en la Región fuera del comedero que ellos mismos crearon. La disputa con un vecino sobre el derecho de paso por su finca para llegar a la instalación, que es un área vallada de alrededor de una hectárea y en pendiente para facilitar el despegue de los animales tras comer, se saldó con la Administración regional efectuando un pago para poder pasar y con un cambio de puerta «por la que no pudimos entrar más». Morenilla se lamenta de que desde entonces no se mantuvo la regularidad de en torno a 400 kilos de media que ellos echaban de carroña en el comedero. En alguna ocasión los nuevos gestores han llegado a echar hasta «siete toneladas de cerdo de una vez, lo que pone en contra a los pastores por el tinglado que se monta, y luego se han tirado meses sin llevar nada». Algunos naturalistas se quejan de que el comedero apenas se utiliza en la actualidad para poco más que hacer la foto al político de turno durante la liberación de algún buitre.

En todo caso, y tras la reciente autorización regional (el pasado octubre) para abandonar ganado muerto que puedan consumir las necrófagas, ya está en marcha la tramitación de una solicitud para que los pioneros de Caralluma vuelvan a ayudar a los buitres. De momento requieren de «un permiso previo de Sanidad Animal» aún pendiente. Si nada se tuerce, aquellos jóvenes de los 70 admiradores de Rodríguez de la Fuente volverán pronto a dar de comer a sus queridos buitres y, sobre todo, a alimentar las conciencias de sus conciudadanos; lo que, ellos mismos reconocen, ha sido en realidad su mayor labor. «Los principales causantes de la desaparición del buitre en la Región fueron el veneno, los tiros, el expolio... por eso lo importante ha sido ir concienciando a los ciudadanos año a año, hablando con los cazadores, organizando jornadas... Es un tema muy de tú a tú, de entrar con mucho sigilo porque la podías liar si te enfrentabas a los cazadores», detalla Morenilla.

«Realmente en el campo había mucha más comida de la que pudieron aportar» los conservacionistas de Caralluma, aclara el profesor de Ecología de la Universidad Miguel Hernández. Pero «la pasión de estas personas por recuperar su fauna, su papel divulgador, el esfuerzo que hicieron en el Noroeste, es buenísimo para toda la naturaleza de la zona y más aún para la puesta en valor de estos animales. Es algo fundamental para que la conservación vaya adelante». Sánchez Zapata, que es especialista en carroñeros, añade que mientras en otros lugares se destacan los ataques de animales como lobos y osos, aquí lo que está quedando es el valor de los buitres reintroducidos, «y eso es una labor de años. Caralluma fue el motor de esa conciencia, desde luego».

Su objetivo actual ya no es tanto el buitre, en el que se ha logrado «el cometido de recuperarlo y que se dediquen a eliminar carroñas». La vista está ahora puesta en reintroducir otras especies amenazadas, como el quebrantahuesos ('Gypaetus barbatus') y el alimoche ('Neophron percnopterus').

El buitre leonado parece gozar de buena salud, y justo este año que se cumplen 40 años de su desaparición han vuelto a criar tres parejas en la misma buitrera donde lo hizo entonces por última vez. Dos de esos pollos han salido adelante. En total, ya se cuenta con veinte buitreras en la Región de Murcia, en los municipios de Caravaca, Moratalla y Lorca. Y España ya acoge «el 90% de todos los buitres leonados de Europa», añade el profesor Sánchez Zapata. Parece el mejor cumpleaños de una fecha que pudo ser fatídica para un necrófago que en el futuro deberá lidiar con un nuevo mal: la progresiva desaparición de la ganadería extensiva. Así que habrá que continuar atentos no «vayamos a destruir el patrimonio zoológico que tenemos la obligación de legar a nuestros descendientes», como explicaba con contundencia Rodríguez de la Fuente en aquella alocución de hace 45 años: «¿Es posible que nuestra incultura llegue a unos niveles tan grandes?», añadió. Está por ver.

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