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«Creo que he hecho suficientes cosas como para escribir un libro sobre lo que no hay que hacer», sentencia categórico Joaquín Sánchez Onteniente (Murcia, ... 1959) al tratar de repasar su trayectoria. Este óptico-optometrista, con establecimiento del ramo propio, y profesor asociado de la Universidad de Murcia, está especializado en discapacidad visual de personas próximas a la ceguera, «a los que me gusta definir como héroes en la fortuna adversa». Al alzar la vista más allá de su tarea profesional, lo que Sánchez Onteniente ve también es mucha cuasi-ceguera medioambiental, embargado por un cierto pesimismo que «últimamente invade» a este conservacionista que a los 10 años ya ingresó en la Asociación para la Defensa de la Naturaleza (Adena); a los 14 en la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse), de la que llegó a ser presidente y presume de ser el socio no fundador más antiguo con vida; a los 15 se apuntó a la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife) y a los 30 en Ecologistas en Acción. También llegó a cofundar «la consultora ambiental más antigua de la Región», aunque tuvo que dejarla «porque no daba para vivir» en aquellos años ochenta.
–Ahora, como óptico y conservacionista, ¿cree que tenemos en la sociedad murciana puestas las gafas adecuadas para ver los problemas que afectan a nuestro medio ambiente o necesitamos cambiar de cristal?
–Desde luego necesitamos otras lentes: las de la cultura. Que la supervivencia de nuestra casa común, que es el planeta, y la de los seres vivos que lo habitan, incluidos nosotros los humanos, resulte más importante que la habilidad con que algunos señores le den patadas a un balón no puede entenderse sin un mínimo de cultura. Pero la cultura no sólo está ausente, sino que parece que ni se la espera y, lo que es peor, tampoco se la desea.
–Confiesa que ya se encuentra retirado desde hace años de la primera línea del activismo ecologista. ¿Cómo lo ve ahora desde la barrera? ¿Goza de buena salud el ecologismo regional?
–Si abarcamos desde el momento en que se acuña el término 'ecologismo', a mediados de los setenta del siglo pasado, creo que no ha dejado de progresar en sus argumentos, estrategias, preparación y entrega. Yo veo saludable al ecologismo regional: diverso, peleón y persistente. Verdaderamente me quedo tan boquiabierto ante la resistencia de los viejos precursores como por la preparación de las jóvenes incorporaciones. La única, y gran tragedia, es que seguimos siendo una inmensa minoría.
–¿Qué le llevó a comprometerse con el activismo ecologista?
–En 1968, cuando tenía ocho años, llegó a la desaparecida Escuela del Caño, junto a la plaza Sánchez Fortún de Águilas, donde mi madre, como maestra, nos tenía 'encajados' a mi hermano y a mí (era una escuela de niñas), uno de esos 3.500 aparatos de televisión en blanco y negro que el Ministerio de Educación repartió por toda España para que los niños viéramos Televisión Escolar, que se emitía durante una hora cada mañana. Un día a la semana juntaban a las niñas de las dos aulas en una, apartaban las mesas y nos sentábamos en el suelo para ver 'Félix, el amigo de los animales'. Esperaba ese momento toda la semana. Y ahí estaba Félix [Rodríguez de la Fuente] comentando con pasión escenas enlatadas de fauna africana, pero también diciéndonos que no debíamos asaltar los nidos de los pájaros, sino detenernos a observarlos con fascinación. Lo tuve claro: dos años después conseguí reunir el dinero para hacerme socio de Adena-WWF España, la mejor obra de Félix. Ingresé con la categoría de 'cachorro' en el Club Los Linces, su sección juvenil. Aún me estremezco al recordar mi única conversación con él, sobre sus planes de futuro para nuestro Club, en el marco de una asamblea de la asociación, apenas unos días antes de su marcha a Alaska, donde murió.
–Esa sensibilidad que ha cultivado sobre la protección medioambiental la comparte en casa con su mujer, muy concienciada también con estos temas y que es vicerrectora de la Salud y Servicios Asistenciales en la UMU y profesora de optometría. ¿En la mesa hablan más de dioptrías o de especies en peligro de extinción?
–Últimamente me invade el pesimismo; así es que reconozco que me pongo un poco pesado y mi mujer procura hábilmente llevar la charla hacia las dioptrías, porque en ese campo sí asistimos a avances significativos.
–¿Han logrado transmitir a su hija la conciencia por la defensa del medio ambiente que comparten? ¿Cree que estamos, en general, transmitiendo bien a las siguientes generaciones este asunto?
–Sí, la veo bien concienciada. Es también animalista y vegetariana. Estamos bien orgullosos de ella, pero no creo que hayamos hecho especiales esfuerzos por transmitirle esta conciencia. Quizás es simplemente lo que ha visto en casa, y también en la de sus tíos, Cristina y Jesús, que son unos significados ecologistas a los que está muy unida. Pero si me pregunta por el legado de educación ambiental que recibe la generalidad de los jóvenes, no creo que aprobemos como comunidad. Tampoco es que ellos sean del todo inocentes, porque con los medios que contamos, el que persiste en la incultura, en buena medida es porque quiere.
–¿Qué es lo que más le preocupa de la protección de la naturaleza de la Región?
–La gravedad de la situación exige de una clase política honesta, competente e incluso ejemplar, que pueda afrontar con esa legitimidad los importantes y en ocasiones rotundos cambios de rumbo que, no ya la protección de la naturaleza, sino la mera supervivencia, va a exigir. Si miramos a nuestras sedes de gobierno y representación el panorama es desolador. Me temo que vamos a un 'sálvese el que pueda'. Y el que pueda va ser nadie.
–Recomiéndeme un paisaje natural de la Región donde ejercitar la vista y, de paso, que se nos quite el disgusto.
–Me invade cierto sentimiento de culpa por elegir uno solo, pero si lo exige el guion déjeme al menos que pida disculpas a las costas de Calblanque, Calnegre y Cope, las cumbres de Revolcadores, las Salinas de San Pedro, la Sierras del Carche y Espuña y tantos otros, antes de rendirme ante la Sierra de la Almenara.
–Si quiere aprovechar para decir algo más, es el momento.
–Pues déjeme aprovechar esta recta final para rogar, pedir e implorar a todo el cuerpo docente, pero especialmente a los maestros de Primaria y a los profesores de Secundaria, que se rebelen contra el adocenamiento y el conformismo y perseveren con toda la tozudez de la que sean capaces en la elevación del nivel cultural. No hay otro camino para la supervivencia.
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