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María Angeles Pedreño, en la playa gaditana de Bolonia. Cedida
Mª Ángeles Pedreño: «Casi todo se puede aprovechar»

Mª Ángeles Pedreño: «Casi todo se puede aprovechar»

«Nuestros jóvenes tienen la potestad de poder escoger y realizar acciones que conduzcan hacia la sostenibilidad», afirma la catedrática de Fisiología Vegetal de la UMU

G. S. FORTE

MURCIA.

Martes, 19 de noviembre 2019, 21:23

La catedrática María Ángeles Pedreño lleva años investigando cómo aprovechar la cantidad, cada vez mayor, de materia vegetal que se desperdicia en los actuales procesos de producción agrícola. La sensibilidad por el cuidado del medio ambiente de esta académica de número de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia va más allá y llega a su obstinación por reciclar pasando por su querencia a un Mar Menor del que lamenta no poder disfrutar como cuando era niña, y no precisamente porque sea ella la que ha cambiado, sino la laguna. En lo que a Pedreño respecta, siempre carga con sus gafas de bucear a cualquier parte que le lleve su agitada vida profesional, por si hay un mar al que escaparse.

-¿Produce la agricultura actual más desperdicios que la que generaba la de nuestros abuelos?

-Claro que se producen muchos más desechos vegetales en la actualidad que en épocas pasadas. El crecimiento de la población ha incrementado mucho las áreas de cultivo, y con más producción se generan más subproductos vegetales. Además, la demanda de productos hortícolas ha cambiado. Antiguamente, cuando ibas a comprar apio te vendían toda la planta. Ahora se desecha prácticamente toda la parte foliar y lo que se vende son los tallos envasados en plástico con algunas hojas. El resto, que es más de la mitad de la planta, se queda en los campos de cultivo. Es impresionante ver el proceso de recolección y envasado 'in situ', en el mismo campo, y comprobar cómo se queda el terreno cubierto con un manto de tallos jóvenes y hojas. Algo parecido ocurre con el brócoli, en el que lo que se comercializa son las pellas (floretes) cuando alcanzan un peso de entre 350-450 gramos, y se abandona en los campos de cultivo más del 60% de la planta, entre troncos y hojas.

«Nuestra preciosa laguna de agua salada se muere y las acciones de recuperación están tardando mucho»

-¿Se pueden aprovechar de algún modo todos esos desechos?

-Sí. Se pueden extraer todos aquellos compuestos que generan las plantas, en este caso, los subproductos vegetales, y que tienen un potencial bioactivo que puede resultar beneficioso para la salud humana. Resultan especialmente interesantes por su actividad antioxidante para la prevención de enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades degenerativas. También por su actividad antiinflamatoria, antihipertensiva e hipocolesterolémica, sin olvidar el aporte de vitaminas y oligoelementos. Estos extractos enriquecidos en sustancias bioactivas se utilizan como ingredientes en la industria agroalimentaria, la cosmética y la industria farmacéutica.

-Es como si hubiésemos perdido la costumbre de reaprovechar cualquier desperdicio en nuestra vida cotidiana y ahora tiramos de la ciencia para hacerlo.

-Bueno, realmente antes estos subproductos estaban dirigidos exclusivamente para la alimentación animal. Pero ahora hay una concienciación social hacia la sostenibilidad que conlleva la utilización de los campos de cultivo para la producción exclusiva de alimentos. Es una demanda de mercado orientada hacia la producción de alimentos funcionales (alimentos a los que se añaden estos ingredientes bioactivos que se pueden obtener de los subproductos vegetales). Este es el motivo principal por el que se financian proyectos orientados hacia una economía circular, lo que implica el aprovechamiento de los subproductos. Y si hay financiación, hay investigación.

-¿Qué impulsa más estas investigaciones para reaprovechar los desechos de la producción agroalimentaria: el consumidor, la concienciación de las empresas, el interés científico?

-Por una parte las demandas del consumidor, que está más informado sobre los beneficios de una buena alimentación para la salud y la prevención de enfermedades. Y, por otra, la financiación que reciben las empresas agroalimentarias que invierten en investigación para mejorar sus productos utilizando menos compuestos químicos (fertilizantes, antifúngicos), incluyendo bioestimulantes que potencian las defensas naturales de las plantas y extrayendo estos compuestos de los subproductos vegetales y de las algas. Estos dos factores favorecen el contacto con los investigadores de la Región que son capaces de liderar proyectos centrados en el aprovechamiento de los desechos de la industria agroalimentaria.

«En cultivos como el brócoli se abandona ahora en el campo más del 60% de la planta»

-¿Hay una mayor concienciación en los nuevos investigadores?

-Han nacido en el mundo de las tecnologías de la información, lo que les facilita cómo hacer para aprender a querer al medio ambiente, como leí en LA VERDAD, a pesar de que hay poca sensibilización ante los desastres medioambientales que se producen cada vez con mayor frecuencia, principalmente por el cambio climático. Además, en el momento actual se vive en una sociedad muy consumista: se consumen más recursos naturales de los que puede ofrecer el planeta. Toda esta información la reciben a tiempo real a través de sus 'smartphones', por lo que nuestros jóvenes tienen la potestad de poder escoger y decidir realizar acciones que conduzcan hacia la sostenibilidad.

-¿Qué presencia tiene la atención por el medio ambiente en su carrera científica?

-Trabajo en una universidad que no ignora su responsabilidad en el cuidado del medio ambiente y que está adherida a la Agenda 2030 que incluye un proyecto para satisfacer las principales necesidades mundiales y conseguir que el mundo sea un lugar más justo, igualitario y respetuoso con el planeta. Es un proyecto transversal en el que participa muy activamente mi facultad, que es la de Biología, y que tiene como objetivo aunar en los próximos años centros de investigación, ONG, administraciones públicas, empresas, investigadores y estudiantes para crear conciencia de la situación en la que vivimos y tratar de mejorarla.

-¿Y en su vida personal? ¿Qué hace por el medio ambiente cuando se quita la bata de investigadora?

-Siempre he tenido mucha preocupación por el medio ambiente y he tratado de promover a mi familia mi inquietud por cuidarlo. De hecho, soy una persona muy dedicada a la reutilización y al reciclado de bolsas y plásticos, botellas de vidrio... y a la reducción, sobre todo, del consumo energético y de agua. A principios de los años 90 ya tenía un cubo especial con separadores en donde separaba el plástico de la basura orgánica. Ahora reciclo prácticamente todo, además del plástico, el vidrio y el papel, los tapones de las escasas botellas de plástico que utilizo, las pilas y las baterías, el aceite usado, los cartuchos de tinta que utilizo son reciclados. El papel para imprimir, también, la ropa... Casi todo se puede aprovechar, y los pequeños gestos individuales pueden ser grandes acciones a nivel global.

-¿Cree que el entorno natural de la Región de Murcia cuenta con valores especiales que no posean otros espacios próximos?

-En todas las regiones de España existen espacios y parques naturales que destacan por la belleza de sus paisajes y ecosistemas, y que albergan una biodiversidad especial. Pero es cierto que nuestra Región posee un espacio natural único, que desgraciadamente se encuentra muy deteriorado por los episodios de eutrofización que ha sufrido a consecuencia de los vertidos de fertilizantes agrícolas: nuestro Mar Menor. Nuestra preciosa laguna de agua salada se muere y las acciones de recuperación están tardando mucho. Es algo que me preocupa. Me genera impotencia y tristeza, sobre todo la mortalidad masiva de peces que se produjo el mes pasado.

-¿Qué espacio natural le seduce más de la Región de Murcia?

-Como cartagenera, soy marinera y me encanta el mar. Ya de pequeña pasaba todos los veranos en Los Alcázares buceando para observar el lento movimiento de los caballitos de mar, y ahora, La Manga es mi lugar favorito. Caminar descalza por la playa, respirar la brisa marina, sentir la calidez del sol y sobre todo sumergirme en el mar con mis gafas de bucear (que siempre las llevo conmigo cuando viajo a países con regiones marítimas) para observar el movimiento de la arena del fondo con el oleaje y la diversidad de especies marinas que se alojan en las escasas rocas que bordean la costa.

-¿Qué le gusta de La Manga?

-Antes podía disfrutar buceando en los dos mares, ahora solo lo puedo hacer en el Mediterráneo. Pero hay algo especial que me encanta y que permanecerá siempre, y es la visión del amanecer sobre el mar Mediterráneo y de los atardeceres sobre el Mar Menor.

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