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Desde que tenía 17 años, Tíscar López (Madrid, 1983) ha participado en iniciativas de voluntariado social y medioambiental que, con el tiempo, se han convertido ... en su dedicación profesional en Cruz Roja. En todo caso, esta ambientóloga de formación sigue colaborando con otras asociaciones en censos de fauna, eliminación de flora exótica invasora y ayudando en el seguimiento de murciélagos.
–¿De qué se ocupa en el área de Medio Ambiente de Cruz Roja de la Región de Murcia?
–En términos generales, Cruz Roja es una institución de carácter humanitario. Hasta hace unas décadas se dedicaba principalmente a ámbitos sociales, de salud, educativo..., pero a raíz de los problemas medioambientales que empezamos a sufrir en el siglo XXI de forma más severa, y gracias al concepto de desarrollo sostenible, hemos podido introducir en la fórmula este factor clave para el desarrollo humano. Actualmente es difícil contemplar que una persona pueda vivir satisfactoriamente con sus necesidades cubiertas sin tener en cuenta un entorno óptimo y sin degradación. Por eso Cruz Roja, como parte de la sociedad, ha puesto como pilar fundamental de su acción la protección y el cuidado medioambiental, como valor fundamental para proteger a las personas vulnerables en cualquier parte del mundo, ya que, siempre son las más susceptibles de sufrir por sequías, temperaturas extremas, inundaciones, elevación del nivel del mar, agotamiento de recursos naturales o contaminación, etc.
–¿Quizá pensamos demasiado en términos de protección del paisaje y cosas así cuando hablamos de protección del medio ambiente y nos olvidamos con frecuencia de las consecuencias humanas?
–Ciertamente, en el ideario de muchas personas la protección medioambiental está más centrada en la protección de fauna y flora, espacios naturales y ecosistemas, con una línea que separa al ser humano de su entorno y que nos hace entender el medio ambiente como un recurso para satisfacer nuestras necesidades. Esta perspectiva antropocéntrica, por suerte, va cambiando y poco a poco somos más conscientes de lo que significa el equilibrio en los ecosistemas y la necesidad de que se respeten los ciclos naturales y situarnos dentro de esta cadena.
–¿Puede contar algún caso con el que se haya encontrado consecuencias directas para personas de un problema medioambiental?
–Diariamente. Ya todos somos víctimas de la crisis climática y medioambiental en la que estamos inmersos. Las olas de calor son un grave problema que en la Península Ibérica estamos ya sufriendo. Los episodios de temperaturas extremas cada vez son de mayor frecuencia y duración. Personas más sensibles por edad, salud o falta de recursos, sufren esta situación que empeora su calidad de vida y les pone en riesgo. Hablar de pobreza energética no solo es un concepto, son miles de familias en la Región de Murcia las que no pueden mantener una temperatura óptima en su casa por no poder tener un aire acondicionado, una calefacción o un mejor aislamiento de los hogares. Tenemos los ejemplos de las graves inundaciones que sufrimos en el litoral y el centro, consecuencia directa de una mala ordenación y gestión del territorio, sumado a las consecuencias del cambio climático. También sufrimos contaminación de aguas y aire por el tráfico, las quemas y la industria. Todo esto afecta directamente a la salud, a la calidad de vida y a las oportunidades de generaciones tanto presentes como futuras.
–¿Cómo se puede acabar con la pobreza energética y conseguir energía para todo el mundo sin que el planeta se acabe agotando?
–La pobreza energética es uno de los síntomas de que el sistema está enfermo. Hay muchos hogares en las que no hay luz, se calienta el agua para lavarse en ollas, se duerme con humedades bastante peligrosas, se usa el frigorífico prácticamente vacío de despensa y no se puede mantener la temperatura de la casa por encima de los 10ºC en muchas ocasiones. Pero en esas mismas ciudades tenemos calefacción en lugares con ventanas abiertas, dejamos el grifo abierto corriendo el agua, cogemos el coche para cualquier desplazamiento cercano y tiramos comida constantemente. Ya contamos con cierto consenso científico y existen directrices claras. Debemos repensar el modelo de producción, los recursos son finitos. Una economía basada en un crecimiento continuo siempre nos va a arrastrar a la competencia por estos mismos recursos. Y en esa lucha siempre hay personas vulnerables que salen perdiendo. Debemos apostar por hogares autosuficientes, sistemas sociales que amortigüen crisis o recesiones económicas, consumos más responsables y eficientes en aquellos hogares que sí se lo pueden permitir y, en general, sistemas conscientes, solidarios y colaborativos. Es muy importante hablar del tema y visibilizar lo que le ocurre a tantas familias y personas y, en general, cómo nos afecta a todos.
–¿Cree que cada vez entendemos mejor las consecuencias de no cuidar bien el planeta?
–En mi opinión, somo más sensibles, en general. Se ha visto un gran cambio en la última década. Empezamos a despertar y tener más consciencia de la problemática y de las consecuencias negativas de nuestras acciones. Aunque en esta carrera de fondo vamos despacio no podemos quedarnos atrás. Debemos asimilar, además, lo crucial que es para nuestro bienestar proteger y conservar los recursos de la Tierra. Antes se decía que nuestro futuro está en ello, pero últimamente estamos viendo que el futuro ya está aquí y el que corre peligro es nuestro presente. Pero estoy segura de que el cambio ya ha empezado y cada vez somos más los que nos sumamos a cuidar el planeta y sus recursos.
–¿Qué nos falta por saber?
–Es un tema del que se suele hablar muchas veces en los ámbitos medioambientales: ¿qué necesitamos para dar un paso definitivo y más consciente de lo que está en juego? Creo que lo más importante es la inversión en ciencia, innovación y educación. Falta darle la vuelta al sistema y pensar nuevos modelos. Muchas veces, los cambios importantes han ido de la mano de puntos de inflexión, pero no se podrán dar si no hay una educación y una concienciación de base que permita ver la alternativa y aporte herramientas para hacerlo posible. Y la conciencia medioambiental va de la mano de la conciencia social y de la solidaridad, en esto no podemos retroceder.
–¿Cómo ve la Región en esto?
–Sin duda aquí tenemos mucho que perder. La Región es uno de los lugares más sensibles al calentamiento global de la Península Ibérica y tenemos una economía basada en los recursos como la tierra, el agua dulce, el mar, la costa, el clima... A nosotros nos urge priorizar la protección y tomar medidas para tener unas poblaciones resilientes ante el cambio climático. Todo lo que hagamos ya permitirá paliar mejor las consecuencias. Se han tomado iniciativas muy potentes de investigación sobre mejoras en cultivos, sistemas de agua, energías, y esa debe de ser la línea, pero, como nos dicen los expertos, el modelo debe ir de la mano de las personas.
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