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G. S. FORTE
MURCIA
Martes, 2 de junio 2020
A Daniel Ibarra (Madrid, 1979) le debemos el revuelo que hace tres años levantó en los medios las evidencias que presentó en su tesis sobre ... la vulnerabilidad de las playas de La Manga y el Mar Menor ante el cambio climático, debido a su baja pendiente. El estudio de la dinámica litoral, los efectos de la evolución del clima sobre la costa, la erosión de playas y dunas y los efectos de los temporales marinos están en el día a día de este geógrafo que también ha trabajado, entre otros, en el Grupo de Acción Local de la Pesca de la Región de Murcia (Galpemur).
–¿Cómo han quedado las playas tras el regreso de la gente tras dos meses sin presencia humana?
–Por lo general, la gente que va a la playa es bastante limpia. Hay de todo, claro. Pero además de mantener las playas limpias debemos conocer un poquito cómo funcionan para mantenerlas. A veces utilizamos los sistemas dunares como si fuesen parques de arena. Hemos encontrado muchos cambios en las dunas de las playas de la Torre Derribada y la Barraca Quemada en el Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. Muchos visitantes caminan por las dunas para desplazarse desde los accesos a otros puntos de la playa. Esto crea senderos que se convierten en pasillos de deflación por los que fluye el aire erosionando las dunas. Bueno, esta semana fuimos a tomar datos y, aunque los pasillos no habían desaparecido, la situación había mejorado algo. Así funciona la costa, es el sistema más dinámico que existe.
–Esta situación inaudita de ausencia de personas en la naturaleza durante este periodo, ¿está siendo aprovechada por los investigadores como una gran probeta de laboratorio?
–Bueno, es una manera de verlo. Cuando empezó todo esto pensamos que íbamos a perder la posibilidad de tomar datos. Nos preocupaba cumplir con las fechas de nuestros proyectos. Es decir, nada bueno. Pero Paco Belmonte, nuestro investigador principal, nos explicó que también era una oportunidad para analizar los cambios que ha supuesto todo lo relacionado con el coronavirus. Es una situación distinta con resultados que exigen otro análisis.
–¿Qué lecciones cree que se podrán extraer?
–Con suerte quizá nos podamos dar cuenta de lo que nos perdemos cuando actuamos de forma descontrolada. La naturaleza no da lecciones, a ella le damos igual. Si tenemos la necesidad de conservarla debe ser por nosotros mismos.
–¿Cree que este periodo de confinamiento y demás puede sensibilizar más a la sociedad de cómo deberíamos tratar a la naturaleza?
–Supongo que puede sensibilizar. Mucha gente está muy sensibilizada gracias a la educación, que es en realidad lo que consigue resultados a largo plazo. Eso será útil para mantener nuestros espacios naturales. Pero hay retos demasiado fuertes para los que no parecemos estar preparados, como el cambio climático. No lo podemos solucionar solo desde las acciones individuales y sin cambios a nivel internacional muy profundos.
–¿Hemos dejado de preocuparnos por asuntos graves como el del Mar Menor con la irrupción de la pandemia o cree que la sociedad murciana saldrá más adelante a exigir su mejora?
–Últimamente leo bastantes noticias relacionadas con el Mar Menor. Me da la sensación de que la presión social podría ser mayor. Me puedo equivocar, pero, aunque veo una preocupación bastante clara en los medios, en la gente con la que hablo parece que conmueven más. Pero ya te digo que es solo una sensación. De todas formas, poco importa que nos preocupemos, pensar fuerte no va a solucionar el problema. Requiere medidas ambiciosas.
–Y en su día a día, ¿qué medidas toma usted en favor del medio ambiente?
–En el día a día reciclo y cuando voy a espacios naturales al menos trato de dejar todo como lo encontré. Igual no es suficiente, pero es una obligación. Y bueno, pertenecer a un proyecto con acciones dedicadas al medio ambiente es una manera de mejorarlo. Una de las cosas que más destacaría de este proyecto es su originalidad y la creatividad en favor del medio ambiente.
–¿Qué espacio natural es su preferido en la Región?
–Por suerte tenemos muchos sitios para elegir. Me encantan muchas de las calas de Mazarrón, Calblanque es un paraíso y a las Salinas de San Pedro les tengo un cariño especial porque es donde se desarrolla el proyecto Life Salinas. Es un lugar en el que podemos aprender como una actividad, humana como la que realiza la Salinera Española, ha sido capaz de colaborar con la naturaleza para generar un lugar increíble. Los seres humanos no siempre hacemos las cosas mal y probablemente, sin las salinas, el Parque de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar se habría urbanizado con un modelo parecido al de La Manga del Mar Menor. A veces Diana, que es ambientóloga del Proyecto Life, me comenta cosas de algunos lugares en los que ha trabajado en proyectos relacionados con la naturaleza. Muchos no los conozco así que todavía queda mucho por descubrir en la Región, y no solo en la costa, que me encanta.
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