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CARMEN ORTÍN
Jueves, 8 de diciembre 2016, 01:12
La población se despertó ayer en el alba, con el estruendo de los arcabuces, como anuncio de una de las jornadas más importantes de las fiestas de la Virgen, el día de la Bajada de la Patrona. La tradicional Alborada dio comienzo a la fiesta. Desde las 5 de la madrugada, los disparos de los arcabuces sonaron por toda la ciudad y, de forma especial, en el atrio de la basílica, donde a las seis en punto acudieron los mayordomos, acompañados de caja y alabarderos, y los arcabuceros más madrugadores.
Tal como dictan las ordenanzas de los festejos patronales, se realizaron los toques reglamentarios y todos los tiraores concentrados en el lugar dispararon al unísono seis veces, tres por cada una de las insignias, Bastón y Bandera. Disparos unánimes que en Yecla se denominan 'arcas cerradas'.
Finalizada la Alborada, y después de haber repuesto fuerzas con la típicas gachasmigas, los 'tiraores' procedieron a la subida al santuario del castillo yeclano.
Uniformados y en riguroso orden, la comitiva de la Compañía Martín Soriano Zaplana se abrió con la caja y el sargento alabardero, que acompañaron al Paje de la insignia del Bastón, a quienes le siguieron el mayordomo Francisco Sánchez Ortuño y las sucesivas agrupaciones de escuadras de esta insignia. En la mitad del desfile, apareció la niña Paje con el pomo, también escoltada por caja y sargento alabardero, así como por el mayordomo de la Bandera, Francisco Baello Mansilla, seguidos del resto de agrupaciones de escuadras. Como cierre iban situados los cinco miembros de la Retaguardia.
Una vez más, lo que no pasó desapercibido fue el sonido atronador del disparo de los cientos de arcabuces, que se escucharon en toda la ciudad mientras se recorre el camino hacia el santuario del castillo.
Los arcabuceros fueron llegando al santuario en una mañana espléndida, muy luminosa, con un cielo azul y con una agradable temperatura. Entre una multitud de personas expectantes por vivir directa e intensamente ese momento a las puertas del santuario, la imagen de la Patrona recibió el saludo de todos los 'tiraores'. A la finalización de este acto de reverencia, se volvió a ordenar toda la comitiva para iniciar el recorrido de vuelta a la ciudad. Entonces fue cuando el mayordomo de la Bandera jugó la insignia por primera vez ante la Virgen, justo antes de que la imagen fuese trasladada a hombros de los fieles devotos hasta la basílica arciprestal de la Purísima. A partir de ese momento, los arcabuceros volvieron a encender las mechas, los cargadores a poner la pólvora y el estruendo de los disparos se hizo incesante hasta el mediodía.
El zigzagueante camino del cerro del castillo se cubrió de una nube espesa, producida por el rastro de la pólvora quemada por los disparos de arcabuces. Una imagen que no se volverá a repetir hasta el día de la subida de la Patrona, en la tarde del domingo 18 de diciembre.
Con la Bajada se cumple con la tradición y se recuerda a aquellos 61 soldados que en el año 1642, al mando del capitán Martín Soriano Zaplana, fueron reclutados para ir a Vinaroz a la guerra de Cataluña, para defender la unidad de España. Y, como no tuvieron que participar en dicha batalla, subieron al santuario del Castillo a mostrar su agradecimiento a la Virgen, por haber regresado todos sanos y salvos. Así, desde hace ya 374 años se conmemora y se celebra este hecho histórico, cargado de tradición y de devoción popular.
Alardes festivos marcados por un ritual que se conserva en la actualidad y que está recogido en las Ordenanzas de Carlos III, del año 1786. Los 'tiraores' y escuadristas pertenecientes a las 14 agrupaciones festivas que participan activamente en las celebraciones compraron más de 1.800 kilos de pólvora, lo que da una idea de los miles de disparos de arcabuz que se efectúan en estos días de las fiestas patronales. Ninguno de los arcabuceros dispara 'con pólvora del rey' porque este explosivo no es nada barato y hay que repartir la cantidad adquirida para cada uno de los actos que se disparan los arcabuces. También, la prudencia y la sensatez se tiene muy en cuenta a la hora de utilizar estas armas de avancarga.
Vivas de recibimiento
Como es costumbre, la imagen de la Patrona bajó acompañada de una multitud de fieles, cuyo número iba aumentando conforme se acercaba al entorno de la Iglesia Vieja y la plaza Mayor, lugares destacados de esta singular romería, porque desde el balcón del Ayuntamiento, el alcalde Marcos Ortuño lanzó los tres sonoros vivas a modo de recibimiento oficial.
El gentío se apiñó en torno a la imagen para emprender el último y emocionante tramo del recorrido, que transcurrió por la calle Martínez Corbalán hasta el atrio de la basílica. En este corto pero intenso trayecto, no faltaron los 'anisicos' y 'bolicas borrachas' con los que obsequiaron a la patrona la familia Marco Candela, descendientes de afamados confiteros yeclanos y que han convertido este gesto en una singular tradición a su paso por esta casa.
'Las arcas cerradas'
En la confluencia con la plaza de la Purísima, en el atrio de la basílica, un año más, se pudo contemplar otra de las imágenes más impresionantes de las fiestas, las 'arcas cerradas', en la que se unen todos los elementos identificativos de estas celebraciones: El mayordomo del Bastón, que disparó el primero para dar paso al juego de la Bandera, por el mayordomo de esta insignia, ante la imagen de la Purísima, patrona de Yecla, mientras todos los 'tiraores' dispararon sus arcabuces sin parar hasta que la talla llegó al altar del templo basilical, lo que se produjo a las 13.25 horas.
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