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Diego Reina era, hace 30 años, un joven gay 'armarizado' que trataba de protegerse de los insultos y las burlas encerrando su orientación sexual bajo ... siete llaves. Así pasó por el instituto, y por buena parte de sus años de universidad. «En aquella época éramos 'maricones', las únicas referencias eran Bibí Andersen y poco después Boris Izaguirre, y a lo más que aspirabas era a que te tratasen con cierta benevolencia», recuerda. Hoy, Diego es profesor de Historia en el Instituto Alfonso X de Murcia, y la realidad en su aula es muy distinta.
Sus alumnos pertenecen a la generación más diversa. Nunca antes tantos jóvenes y adolescentes se habían declarado no heterosexuales, según recogen las encuestas. Diego tiene estudiantes abiertamente gais o lesbianas, también bisexuales que fluyen en su sexualidad con una naturalidad que antes no era común. Pero esta porosidad también llega a la identidad. Daniel no era aún Daniel en el DNI cuando Diego le dio clase. Ahora, a punto de entrar en la universidad, este antiguo alumno se identifica como chico trans. «Durante mucho tiempo tuve dudas; me sentía diferente al resto de chicas, pero no conocía a gente trans y no me lo planteaba. Poco a poco fui tomando conciencia, pero me decía: 'esta gente lo pasa muy mal, y yo no quiero eso'. En 2021 decidí probar con los pronombres masculinos y me sentí muy cómodo, de forma que cuando utilizaban el pronombre femenino para referirse a mí me incomodaba», relata. A partir de ahí, dejó pasar un tiempo para madurar sus decisiones y comprobar hasta dónde le llevaba este proceso. Finalmente, decidió solicitar tratamiento hormonal.
Daniel y Diego representan generaciones diferentes en una comunidad LGTBI que ha realizado un largo viaje en las últimas décadas para conquistar derechos y ganar visibilidad. En la Semana del Orgullo LGTBI de Murcia, profesor y exalumno conversan en una terraza de la Plaza de la Tolerancia convocados por LA VERDAD, junto a otros dos jóvenes que encarnan la pluralidad de unas nuevas generaciones en las que se han ido añadiendo siglas al colectivo. Eme Fuentes tiene 32 años, estudió Filosofía y es bisexual. Se declara «género fluido, no binario o género travesti». «Soy fluida en todo», bromea. Le acompaña La Yelo, una artista visual de 26 años que se refiere a sí misma en femenino.
«La gente me identifica como no binaria, pero yo estoy en otro discurso. Las etiquetas LGTBI nos sirven para sentirnos parte de un colectivo, pero yo he llegado aquí desde la estética y la empatía. Estudié fotografía, me interesé en el autorretrato y en el trabajo de Cindy Sherman», explica Yelo. Fascinada por la subversión de la identidad en las obras de esta fotógrafa estadounidense, Yelo se fue sintiendo «cada vez más cómoda» con su «feminidad». Convirtió su apellido en nombre porque «es neutro, andrógino», y lo siente «más cercano».
Los planteamientos de esta nueva generación chocan con conceptos que durante décadas han protagonizado el discurso sobre identidad o sexualidad. «Antes, la referencia para las personas trans eran quienes habían hecho una transición completa con cirugía. Se entendía la transexualidad como 'una mujer en un cuerpo de hombre' (o viceversa), pero esto es algo muy arcaico», destaca La Yelo.
Daniel ha comenzado un tratamiento hormonal pero, desde esta perspectiva, ni la medicación ni el quirófano es el proceso inevitable para quien se identifica con un género u otro. «¿Qué es el género? -se pregunta Eme Fuentes-; una mujer puede tener cualquier tipo de cuerpo, cualquier cromosoma, cualquier tipo de gusto».
Diego Reina escucha con interés la conversación. Este profesor de 50 años pertenece a la generación que protagonizó la conquista de derechos. Gracias a ellos, los más jóvenes pueden ahora abordar con libertad otros debates. «Si ahora podemos estar hablando de todo esto es por los derechos logrados en estos últimos 15 años en España», destaca. Pero esos avances, que han dado visibilidad a la comunidad LGTBI, han provocado la reacción de sectores que lo ven como «un peligro» para la posición «predominante» de la mayoría «heterosexual normativa», explica este profesor.
«La historia es pendular, y después de ciertos avances llega una reacción. Es una ola que pasará. Lo que no sabemos es si será grande y se llevará por delante derechos, o no. Existe cierto peligro, pero el aspecto positivo es que los jóvenes serán conscientes de que esos derechos no caen del cielo», reflexiona.
Las encuestas reflejan que la generación más diversa gira al mismo tiempo hacia posiciones más conservadoras. Hay, advierten algunos expertos, un repunte de actitudes machistas, y los discursos de extrema derecha ejercen cierta fascinación sobre algunos sectores de esta juventud que ha nacido en democracia y en libertad. Juan Pedro Navarro, un docente de la UMU de 29 años que estudia las disidencias sexuales a lo largo de la historia, ofrece una explicación desde la Academia de España en Roma, donde desarrolla un proyecto de investigación en este campo gracias a una beca de Asuntos Exteriores. «La generación que viene detrás de la mía vive su orientación e identidad sexual con toda naturalidad; chavales de 12 o 13 años lo tienen ya claro. Pero como contraparte, hay una ola reaccionaria, de jóvenes posiblemente heterosexuales que sienten perder privilegios», reflexiona en conversación telefónica.
Para Diego Reina hay otra explicación: «Los jóvenes siempre han ido en contra de lo establecido. Ahora en el sistema educativo público enseñamos el respeto a la mujer, a las personas LGTBI, y algunos, como reacción, lo cuestionan».
Lo que realmente le preocupa al profesor del Alfonso X es el discurso de la derecha populista. «Tratan de buscar culpables a la frustración. La mayoría social siempre ha encontrado en las minorías un chivo expiatorio», advierte. Muchos jóvenes son también conscientes de los riesgos. Daniel tiene derecho a un nuevo DNI, pero eso no impide los insultos en 'TikTok'. Yelo sufría las burlas en las calles de su pueblo, Abarán, cuando era niño. A Eme Fuentes no le resultó fácil que su padre, «muy religioso», aceptase su identidad y orientación.
Cae la tarde en Murcia y la conversación va llegando a su fin. Diego avisa: «Ninguno vamos a renunciar a lo que hemos logrado».
La actual explosión de diversidad en universidades e institutos no nace de la nada, aunque lo parezca. La «disidencia sexual» ha estado siempre ahí, pero no hay rastro de ella en los libros de historia porque ha permanecido «invisibilizada». Así lo subraya Juan Pedro Navarro, un joven historiador de la UMU becado en la Academia de España en Roma que investiga esta diversidad desde la Edad Moderna. «Conocer la historia nos hace más tolerantes, y crear una genealogía permite a la comunidad LGTBI relacionarse con ese pasado. La visibilidad en la ficción es importante, pero también lo es en la historia», reflexiona. La historiografía ignoró durante mucho tiempo «la represión» sufrida por las personas no heterosexuales, pero también «los espacios de libertad» que hubo a lo largo de la historia.
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