![Los vecinos de las tres americanas solo oyeron música y el ruido de una fiesta](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202001/16/media/cortadas/presuntos-violadores-eb-krtD-U901232096321kFB-624x385@La%20Verdad.jpg)
![Los vecinos de las tres americanas solo oyeron música y el ruido de una fiesta](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202001/16/media/cortadas/presuntos-violadores-eb-krtD-U901232096321kFB-624x385@La%20Verdad.jpg)
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Solo música, risas y voces de lo que parecía ser la típica fiesta de fin de año. Eso es lo único que escuchó una vecina de la plaza de la Candelaria de Murcia, residente en el mismo edificio en el que vivía una de las ... tres hermanas americanas supuestamente violadas por otros tantos jóvenes afganos, y así lo relató a los investigadores que acudieron hasta su domicilio para tomarle declaración como testigo.
En este asunto, nadie podrá acusar a los agentes de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de la Jefatura Superior de Policía de Murcia de no haber hecho su trabajo a conciencia. Con todo el rigor que exige un asunto de tamaña gravedad como son tres presuntas agresiones sexuales. Así, entre las muchas gestiones realizadas para tratar de esclarecer los hechos figura el de haber interrogado a los vecinos de los dos pisos en los que, según las denuncias de las aparentes víctimas, se habrían producido las violaciones. Y ninguna de las personas que testificaron pudo ofrecer un solo dato que apuntara a que allí se había forzado a unas mujeres a mantener relaciones sexuales contra su voluntad.
La vecina que reside frente al apartamento en el que tenía alquilada una habitación una de las chicas estadounidenses, estudiante en Murcia desde hace cuatro meses, explicó a los agentes que llegó a su casa hacia la una y media de la madrugada y que en el apartamento contiguo al suyo pudo escuchar música, conversaciones y voces «de bastante gente», esto es, lo que consideró los ruidos típicos de una fiesta de Nochevieja.
Más tarde, hacia las cinco de la mañana, se despertó y volvió a oír lo que definió como «barullo de gente» y también a alguien que parecía respirar con dificultad, «pero ni sollozos, ni gritos, ni nadie pidiendo ayuda», por lo que se volvió a dormir.
Tras confirmar a los policías que no escuchó nada que le pudiera hacer pensar que allí se había producido una violación, señaló que, de hecho, cuando surgieron las noticias sobre esa supuesta agresión sexual, había bajado a hablar con la vecina que tiene su piso justo debajo del que ocupaba la chica norteamericana. «Es una mujer mayor y duerme poco, y me dijo que había escuchado lo mismo que yo: la música y ningún tipo de petición de ayuda o socorro».
Igualmente, los investigadores se desplazaron a la calle Cortés, en uno de cuyos edificios residían los tres chicos afganos. En ese domicilio, según la denuncia de las tres hermanas, se habrían producido otras dos agresiones sexuales. Sin embargo, dos jóvenes de nacionalidad guineana que compartían ese mismo piso, y que se encontraban allí cuando llegaron dos de los afganos con las chicas, también indicaron no haber escuchado nada raro. Explicaron que hacia las dos o las tres de la mañana oyeron llegar a sus compañeros de piso, acompañados por mujeres, y que les oyeron hablar en inglés. «No se oyó nada raro y me dormí», dijo uno de ellos a modo de resumen.
Estos testimonios, a los que LA VERDAD ha tenido acceso, se encuentran recogidos en el atestado policial remitido al juzgado que investiga las presuntas agresiones sexuales a las tres mujeres.
Por lo que respecta a los partes de los médicos forenses que las examinaron, solo se recoge la presencia de un pequeño cardenal en los órganos genitales de una de ellas, dos chupones en el cuello y un cardenal en los órganos genitales de otra de las mujeres, y ningún tipo de lesión en la tercera de las chicas. Una de ellas manifestó a un forense que sus relaciones habían sido «consentidas y sin protección».
Después de tomarles declaración a las tres aparentes víctimas de las agresiones sexuales, los instructores del atestado policial volvieron a ponerse en contacto por teléfono con las mujeres para hacerles saber de la importancia de que permanecieran unos días en España, pues su colaboración resultaba imprescindible para que la investigación pudiera tener éxito. Según consta en las diligencias judiciales, la respuesta ofrecida fue que no iban a renunciar a un viaje que tenían planeado desde tiempo antes y que se marchaban del país. En concreto, aseguraron que se iban a una localidad del este de Francia, cercana a la frontera con Alemania, sin aportar más datos, y que en ese preciso momento estaban tomando un barco en Alicante con ese destino. Además les hicieron saber que solo colaborarían a través del correo electrónico o por teléfono móvil. Cuando un agente les preguntó por el seguro contra violaciones que tenían contratado, la comunicación se cortó y ya no volvieron a responder a las llamadas.
Seguidamente, los policías hicieron gestiones con sus compañeros de la comisaría de Alicante y confirmaron que ningún barco salía ese día hacia Francia. Solo consiguieron localizarlas de nuevo gracias al testimonio de la dueña de la vivienda que una de las chicas tenía alquilada, y que aseguró a la Policía que le habían dicho que se marchaban a Austria. Las gestiones policiales con sus colegas austriacos permitieron dar con ellas en Viena. Allí, una de las chicas identificó a los supuestos agresores a través de fotografías.
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