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LUNES DE MÚSICA

La 'serenata para cuerdas' de Tchaikovsky

Compuesta en un momento de paz y serenidad, esta conocida composición emociona por su lirismo romántico

ANTONIO DÍAZ BAUTISTA

Lunes, 26 de noviembre 2012, 02:53

Hay composiciones que, sin estar entre las más altas cumbres de la historia musical, nos siguen cautivando, por mucho que las escuchemos. Cuando las vemos anunciadas en los programas de conciertos nos producen la grata sensación de quien retorna a un lugar familiar y entrañable, donde siempre nos vamos a encontrar a gusto. Una de estas obras es la archiconocida 'Serenata para orquesta de cuerdas en do mayor, Op. 48', que se interpretará esta noche en el Auditorio Víctor Villegas (Murcia), en un concierto organizado por Pro-Música.

La vida interior de Tchaikovsky fue azarosa y turbulenta. El fallecimiento de su madre, cuando él tenía 14 años, su temperamento inestable e hipersensible y su tendencia homosexual, algo no aceptado por la sociedad de su tiempo, le ocasionaron profundos problemas psicológicos. En su juventud aspiraba a formar una familia, pues pensaba que así encontraría la serenidad que le faltaba. Incluso mantuvo, en 1868, un noviazgo con la soprano belga Desirée Artôt, pero ella se casó con un barítono de su compañía, llamado Mariano Padilla Ramos, que era murciano y tiene dedicada una calle en nuestra ciudad, en el barrio de Santa Eulalia. Años más tarde, en 1877, se enamoró de él una alumna suya, Antonia Milinkova, que tampoco debía tener un temperamento muy equilibrado. El músico la rechazó, pero ella lo amenazó con suicidarse, si no la aceptaba y, finalmente, contrajeron un matrimonio tan desastroso que, pocos días después, fue él quien intentó acabar con su vida, arrojándose a las aguas heladas del río Neva. En el periodo que siguió a este desgraciado acontecimiento, que acentuó, aún más, el carácter depresivo del músico, apareció otra mujer, que actuó como ángel benefactor, tanto en el aspecto económico, como en el espiritual. La acaudalada y culta viuda Nadia von Meck, admiradora de su obra, inició con el compositor una relación exclusivamente epistolar, pues jamás llegaron a verse, y le asignó una substanciosa pensión, para aliviar sus problemas económicos.

Fue en 1880, durante este periodo de estabilidad sentimental, cuando Tchaikovsky acometió la composición de una de sus obras más populares: la deliciosa 'Serenata para orquesta de cuerdas'. El estreno se produjo el mismo año, en un concierto privado del Conservatorio de San Petersburgo. En 1881 se presentó al público en la capital imperial y, en 1882, en Moscú. Desde entonces, esta 'obra menor' del gran compositor ruso, sigue conmoviendo a los oyentes por la melancólica belleza de su melodía. Escuchando esta Serenata, nos convencemos, una vez más, de que la oposición entre Tchaikovsky y el 'Grupo de los Cinco' (Cui, Balakirev, Borodin, Mussorgsky y Rimsky-Korsakov) era más una toma de postura, artificial y apriorística, que una verdadera divergencia estética. 'Los Cinco' se consideraban depositarios exclusivos de la tradición musical nacionalista rusa y tildaban a Tchikovsky de 'extranjerizante'. Sin embargo, quienes nos hallamos alejados de la polémica encontramos, por una parte, que todos ellos son tributarios, en muy gran medida, de la tradición romántica europea y, por la otra, que su música presenta un inconfundible sello nacionalista. A todos les habría escandalizado, pero, salvando las distancias, podríamos hablar de 'Los Séis', ya que 'Los Cinco' eran tan europeos como Tchaikovsky y éste tan ruso como ellos.

Para esta semana he elegido un compacto ya antiguo, de 1970, del sello Sony, en el que la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Bernstein, interpreta la 'Serenata' y el, también popularísimo, 'Concierto para violín' de Tchaikovsky, con Isaac Stern, nada menos, como solista: una obra que, en su estreno en Viena, fue duramente despreciada por algún crítico por su atmósfera excesivamente rusa.

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