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VIVIR PARA CONTAR

Dulces senos

MANUEL MOLINA BOIX J

Domingo, 23 de octubre 2011, 03:29

Cada día que pasa se suceden informaciones y noticias varias, en las que anuncian nuevos remedios -y por supuesto más eficaces- para tratar el cáncer. Si bien se suelen comunicar en un lenguaje un tanto críptico, imposible para la capacidad de comprensión de los no iniciados -e incluso de muchos profesionales sanitarios- al referirse a intrincados aspectos de abstrusa biología molecular. De modo que resulta difícil, si no se está al cabo, conocer realmente cual es el estado de la cuestión en un momento determinado. También ocurre que semejantes divulgaciones acerca de investigaciones en curso se suceden a un ritmo desacorde, notablemente alejado del ansia popular de prontas soluciones. Por ahora debemos conformarnos con el abundante bagaje de remedios para tratarlo del que disponemos -lo que no es poco-, conseguido además, en un período de tiempo relativamente corto. Su aplicación coherente ha supuesto una mejora considerable en el pronóstico. Algo que, sin embargo, no debería causar falsa seguridad. Porque sería una temeridad considerar las espaldas cubiertas y olvidar la piedra angular de la detección precoz. De sus frutos hay constancia palpable en los espectaculares resultados obtenidos gracias a las campañas preventivas implantadas. Pero, si la ocasión es propicia, el camino por recorrer todavía se vislumbra plagado de obstáculos. Aunque sea razonable abrigar esperanzas para el futuro.

Ya que de eso se trata en buena medida. De confianza. Un sentimiento que cobra especial dimensión en esta enfermedad respecto al resto. No en vano, la mera posibilidad de que se nos presente depara claros sentimientos negativos. Esta afirmación puede ser corroborada -como suele ser de rigor- con un inevitable correlato estadístico. De acuerdo a una reciente encuesta, nada menos que el ochenta por ciento de españoles afirma que el cáncer es la enfermedad a la que más temen. Esta consideración, así expuesta, puede incluso comprometer el esfuerzo desplegado para tratarlo, al ser imprescindible la colaboración activa de los implicados. Pero la preocupación de los encuestados es lógica, si tenemos presente el aura proverbial que lo ha rodeado, al presuponer una evolución invariablemente mala. De ahí la importancia de conocer con rigor en qué punto estamos emplazados para informar sin falsas expectativas.

Pero si la investigación biológica avanza sin descanso, es imprescindible acompasar a su ritmo el necesario sustento anímico. Con el recurso a distintas alternativas, entre las que cobran singular importancia el relato de las experiencias de quienes han padecido la enfermedad. Como la que recoge el reciente libro 'Un dulce par de senos', escrito por la ginecóloga italiana Giuseppina Torregrossa, afectada por un cáncer de mama hereditario. Con encomiable espíritu positivo -transitado por un aroma de ironía y humor-, se apoya en un sentido homenaje a los magníficos postres sicilianos, curiosamente en forma de senos (dulces). Elaborados junto con su abuela para celebrar la festividad de Santa Águeda, patrona de la enfermedad, como mandan las costumbres ancestrales de un dulce para cada conmemoración del calendario. En un ámbito tan respetuoso con las tradiciones como Sicilia, su lectura refuerza la convicción del decisivo papel de la familia y los amigos para afrontar las arduas eventualidades que se presumen.

Los procesos para la mejora de los tratamientos físicos se suceden sin tregua. Colaboremos para que lo mismo suceda con los anímicos.

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