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Pascual Sala, un progresista con puñetas
REGIÓN MURCIA

Pascual Sala, un progresista con puñetas

El presidente del Constitucional, ligado familiarmente a Jumilla, está ya curtido en polémicas y rifirrafes partidistas

I. MATEO

Domingo, 19 de junio 2011, 12:07

Pascual Sala ya está de vuelta. Sus muchos años en el mundo de la judicatura, al frente de los más altos tribunales, han curtido a este valenciano, ligado familiarmente a Jumilla, en todo tipo de polémicas y rifirrafes partidistas. Pese a la que se le ha venido encima en las últimas semanas, a raíz de la sentencia que permitió a Bildu 'colarse' en el 22M, al presidente del Constitucional no se le ha visto titubear al defender la independencia del órgano que encabeza y del poder judicial. Ubicado dentro del sector progresista, este veterano se enfrenta ahora al reto de lidiar con el campo de batalla en que se ha convertido el Alto Tribunal por la falta de acuerdo en la renovación de cuatro de sus magistrados.

Hijo de murcianos, Sala, de 76 años de edad, aún gusta de rememorar los cálidos veranos de su niñez en Jumilla. Su padre, natural de Murcia, fue destinado a esta localidad debido a su puesto de banquero. Allí conoció a la que sería su mujer, Concha Sáez, y allí mismo contrajeron matrimonio. Su primer hijo, Eladio-hermano mayor del presidente del Constitucional-, vino al mundo en la casa que la familia poseía en la Calle San Roque. Posteriormente, el destino les trasladó a Valencia, donde, en 1935, nacería Pascual Sala. La tierra valenciana también vio nacer a su hermana.

Pese a no haber nacido en Jumilla, Sala guarda una estrecha relación con esta tierra. Han sido muchos los reconocimientos que sus vecinos le han querido brindar. En 1991 pronunció un pregón de Semana Santa cuya emotividad aún hoy muchos recuerdan. En 2008, además, se le entregó el Premio Hypnos como embajador de este municipio. Además, Sala conserva aún en Jumilla a algunos buenos amigos, como Guillermina Sánchez o Nemesio Vicente, que le recuerdan como «una persona brillante en su carrera judicial, culto, generoso, divertido y con un corazón muy grande». Sala pasó en Jumilla las fiestas y veranos de su juventud y esa circunstancia le permitió conocer a la que más tarde sería su mujer, María Ignacia Atienza. «Los jóvenes de Jumilla en aquella época acudían a las fiestas de Hellín y allí conoció a su mujer, con la que tuvo dos hijos», explican sus allegados.

Ya en aquella época Sala destacaba en su dedicación a los estudios. Mientras el común de los mortales se dejaba arrastrar por el hedonismo propio del estío, el actual presidente del Constitucional, licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia, hincaba con ahínco los codos. «Recuerdo que los amigos iban a recogerlo para salir y él se quedaba estudiando para prepararse las oposiciones», explica Sánchez. Con esa fuerza de voluntad, ingresó en la carrera judicial en 1963 como número uno de su promoción.

Sus primeros pasos como juez los dio en los juzgados valencianos de Albaida y Requena, pero pronto se pudo entrever que Sala aspiraba más alto. En 1970 ya se convirtió, por oposición, en magistrado de lo Contencioso-Administrativo y con ese cargo recorrió las Audiencias de Valencia, Albacete y Santa Cruz de Tenerife.

En aquellos años de franquismo, Sala ya comenzó a destacar como un convencido progresista y un defensor de la libertad. No en vano, en los años 70 formó parte de Justicia Democrática, un movimiento opositor al franquismo desde el Derecho, que arropó y defendió a numerosas personas. Este movimiento derivó posteriormente en Jueces para la Democracia, una asociación a la que Sala perteneció hasta su entrada en el Tribunal Supremo y que, tras su último nombramiento como responsable del Constitucional, le definió a los cuatro vientos como «una persona muy equilibrada, prudente y con una gran cualificación técnica».

En 1982, con la llegada al poder de Felipe González, Sala escaló unos peldaños al ser elegido consejero del Tribunal de Cuentas en el cupo propio del PSOE. Cuatro años más tarde, entró en el Supremo como magistrado de lo Contencioso Administrativo. En aquellos años, Sala tuvo que hacer frente a afiladas críticas al encontrarse detrás del informe fiscalizador de Rumasa.

El siguiente paso de Sala sería ponerse al frente del Tribunal de Cuentas, a partir de julio de 1988 y hasta noviembre de 1990, cuando el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial llamaron a su puerta. Poco dado a los focos, el nombre de Sala comenzaba ya a llenar páginas de diarios. Durante ese mandato, tuvo que hacer frente a asuntos conflictivos como Filesa, los GAL o la condena del juez Pascual Estevill por prevaricación. Aun así, este veterano magistrado, de rostro bonachón y pelo canoso, logró mantener el cargo durante 6 años, para después escapar de la luz pública administrando justicia en la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo.

Allí permanecería hasta el 14 de abril de 2004, cuando el pleno del CGPJ le nombró magistrado del Constitucional. Tras la renuncia de María Emilia Casas, y en un clima de elevada presión, Sala se hizo cargo del Alto Tribunal el pasado 20 de enero. Con su nombramiento se lograba, asimismo, un hecho histórico. Por vez primera un juez de carrera -y no un catedrático- accedía a esta presidencia. Con la insostenible situación de interinidad en que se encuentra ahora mismo el Tribunal, Sala deberá en los próximos meses batallar resoluciones de gran importancia para el país, como la del aborto o el matrimonio gay. Los que le conocen bien avanzan que valentía no le falta.

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