

Secciones
Servicios
Destacamos
GONTZAL DÍEZ
Viernes, 25 de marzo 2011, 18:25
Henry Moore íntimo, familiar, doméstico. Un coloso en pequeño formato, un regalo visual. La galería La Aurora de Murcia reúne una colección de litografías, puntas secas, aguafuertes y aguatintas (un total de 34 piezas, fechadas entre 1951 y 1983, que pertenecen a tiradas muy pequeñas, de una colección suiza) que son insistentes tratados del cuerpo y la maternidad, junto a lectores, algunos bosques, interiores, detalles de manos. Cuerpos amables y generosos, cercanos a la tierra. Vitalidad en blanco y negro con algunos toques de color. Belleza humanista. «No conozco ninguna buena obra de arte que no tenga misterio», dijo el que está considerado como el escultor británico más importante del siglo XX.
Sus esculturas son acogedoras, habitables, monumentales, pero aquí se muestran sus pequeños misterios. «Siempre he amado los dibujos... Cuando dibujas, miras mucho más intensamente algo», subrayó. Desde esos dos vértices, misterio e intensidad, se pueden contemplar los grabados de Moore. Anatomías rotundas que desprenden ternura y energía interior, desnudos femeninos reclinados, volumen, formas que se funden con la naturaleza. Dibujos que contienen caricias más que figuras. Más que cuerpos, lo que Henry Moore dibuja son sentimientos.
Una muestra que permite, a través de sus temas predilectos, observar la evolución, del clasicismo a la abstracción formal, de los cuerpos de Moore hasta que llegan a convertirse en formas escultóricas horadadas. La temática de madre e hijo, iniciada en los años 30, fue una de las constantes en la obra de Moore, que denominó su «obsesión fundamental» y que se encuentra muy presente en esta colección de La Aurora.
Moore realizó estas series maternales influido por el nacimiento de su hija Mary en 1946, después de varios abortos de su mujer, Irina Radetsky, y por la muerte de su madre, que había fallecido pocos años antes. También en 1946 viajó por primera vez a los Estados Unidos para la inauguración de una exposición retrospectiva de su trabajo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Hay un dato curioso y relevante en su biografía. Hacia 1926, al conocer el arte de las culturas precolombinas de México, Moore inició, basándose en la figura del Chac Mool, una serie de figuras femeninas reclinadas; tema que ya había sido desarrollado por los toltecas y mayas; a todo ello se suma su admiración por Miguel Ángel.
«La diferencia entre la belleza de expresión y el poder de la expresión es la función. La primera aspira a complacer los sentidos; la segunda tiene la vitalidad espiritual que es mucho más conmovedora y va más allá de los sentidos», aseguró Moore; quizá en eso radique su grandeza. Una ocasión para comprobarlo.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Especiales
Así se desbocó el urbanismo en La Manga
Fernando López Hernández
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.