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GARCÍA MARTÍNEZ
Viernes, 25 de junio 2010, 04:12
Esto es que mano femenina, como no podía ser de otra manera, ha colocado una mata de 'alábegas' junto a mi ordenador. Y, encima, se da la casualidad de que esté yo escuchando el Concierto de Aranjuez, de Rodrigo. Ya sólo me falta -para que la Zarabanda me salga 'yes-typical'- izar la bandera de España en el balcón, como han hecho tantos con motivo del Mundial, insisto en que no de Sudáfrica, sino de Suráfrica.
Y, nada, muy bien, en lo tocante a sentirse cómodo. Una 'alábega' a la vera del feo chisme informático, con tantísimos cables colgándole en la culera, me creo yo que le da humanidad al aparato y al entorno. La planta está aquí sin meterse con nadie, pero verdeando su hojilla lanceolada, como se dice. Le doy de vez en cuando un pescozón liviano que no la dañe y que me deje la mano perfumada, para seguir escribiendo sin acritud y, desde luego, sin maldad. La maceta es de plástico negro, imitativa del barro pintado, pero, cuando se pueda llevar a cabo el trasplante, la pasaremos a un bote de tomate en conserva (ya sin el tomate dentro, claro), que es lo que siempre se llevó en los campos, en las huertas y en los patios de las casas. Quiero decir pura hojalata.
Intuyo que la presencia aquí de la 'alábega', sobre todo en los apestosos tiempos que corren, será benéfica. Tanto para mi mejor estar en el rincón donde trabajo, como para que el contenido de la crónica luzca, hasta donde yo sea capaz, limpio, fijo y da esplendor. La 'alábega', en su estampa y en su perfume, amortigua las pasiones y te hace ver el paisaje con una objetividad siempre deseable para la buena marcha. No me explico cómo hasta la fecha he podido escribir todos los días, sin la asistencia aparentemente muda de una 'alábega'.
¿Estamos en lo que estamos? No hablo de nada del otro mundo, sino de la puta y vieja 'alábega'. La que alegra la vida de los pobres. Y la que también se llama: alhábega, albahaca, alfábega, basílico, hierba real, hierba de los reyes, alfavaca, albahaca de limón, albahaca francesa, albahaca mondonguera, albahaca moruna y albahaquita. Casi 'na'.
¿Le doy el pescozón ritual?
-¡Dele, jefe, que 'pa' luego es tarde!
Así es que le doy. Y las teclas, ahora perfumadas, escriben ellas solas 'sólo por amor odiado; sólo por amor', como si escribiera el pobre Miguel. Yo bien me entiendo.
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