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ANTONIO SORIANO
Domingo, 13 de junio 2010, 02:40
La minería del azufre comienza en Lorca pasado 1850, con varias denuncias tras descubrirse la primera de las tres capas de azufre. Los yacimientos se encontraban en Serrata, pequeña sierra de unos 20 kilómetros cuadrados en las proximidades de la ciudad. La explotación de efectuaba mediante pozos, algunos socavones o planos inclinados, de gran peligrosidad y dureza, donde la mano de obra eran, en gran número, niños.
La primera empresa extractora fue la Compañía General de Azufres de España, para pasar después por diversos otras sociedades, la última de ellas la denominada Azufres de Lorca, S. A., en 1940. Finalmente, las acciones de esta compañía pasaron a manos de Minera Celdrán, S. A. quien tras fracasar en los intentos de reactivar las minas y rentabilizarlas con nuevos tratamientos del mineral, las cerró definitivamente en 1959.
Los pozos de Serrata son muchos, y las concesiones muchas más. Hasta casi un centenar aparecen en el plano de demarcaciones de 1882, si bien terminarían agrupándose en cotos, como el denominado coto Felicidad. Nombres de pozos ya olvidados, tras sucesivas demarcaciones, agrupaciones y cambios de denominación hacen hoy casi imposible la identificación de los mismos.
Algunos de estos nombres eran La Casualidad, La Doctrina, Revolución, La Dolores, La Hermida, Santa Isabel. Pozos que en algunos casos concretos llegaron a alcanzar profundidades notables, como el perforado por la Sociedad Minas y Refinerías de Azufre de casi 200 metros, o el fracasado intento de extraer azufre a 900 metros de profundidad llevado a cabo por Azufres de Lorca con el problema del agua.
Uno de estos pozos se hizo famoso después porque en él fueron arrojados vivos cinco hermanos de La Salle y el párroco de Santiago Apóstol, en noviembre de 1936 en plena guerra civil.
Las minas de azufre tuvieron un periodo de intensa actividad extractora con mineral de gran pureza y calidad que dio lugar a una dinámica minera muy importante, especialmente entre 1860 y 1880. A partir de 1960 las minas comienzan a abandonarse por su falta de rentabilidad frente a otras áreas extractivas más competitivas, y el paisaje de la zona inicia un proceso de degradación que incluye problemas de seguridad para los vecinos del entorno.
En el libro 'La minería en Lorca, 1860-1985. La Sierra de Enmedio', publicado por la Cámara de Comercio, su autor, Bartolomé García Ruiz, que durante muchos años se dedicó profesionalmente a la prospección, investigación y explotación de yacimientos mineros, en uno de los capítulos habla de las minas de azufre de Serrata. Entre las anotaciones que incluye está la que recoge que «una de las primeras concesiones se realiza Juan Frías Saladrigas, de seis hectáreas, con el nombre de Dos amigos inseparables, con fecha 2 de junio de 1866».
Añade que existen más de cien concesiones mineras en este distrito que tiene una longitud reconocida de unos nueve kilómetros y su anchura es variable entre dos y cuatro kilómetros. «Las capas afloran en toda su longitud. Existen multitud de trabajos mineros en forma de trancadas que se emprenden siguiendo la pendiente o buzonamiento de las capas mineralizadas.
Generalmente la extracción se hace por medios de chicos jóvenes con capazos a la espalda y cuando ya los avances se distanciaban mucho, perforaban un pozo a distancia apropiada para cortar las capas de mineral en profundidad, efectuando entonces la extracción por medio de tornos a mano, aunque en algunas explotaciones revisten mayor importancia y existen planos inclinados provistos de vías con longitud de unos 300 metros, como en el coto 'Felicidad'.
Añade también García Ruiz, que el ritmo de las explotaciones y volumen de la producción dependía siempre de la demanda de mineral y fluctuaciones del mercado, llegándose algunos años a más de las mil toneladas de mineral preparado y concentrado para su distribución y venta en los mercados. «Aunque no se explotan todas las minas y se producen distintas alternancias en los trabajos, transacciones y productividad, existen muchos concesionarios e importantes empresas como La Unión Española de Explosivos y la Franco Española, que durante muchos años explotan estas minas de azufre que gozan de consideración hasta 1936».
Añade este experto que «hacia 1945 se producen nuevos intentos de reanudación de los trabajos mineros que no llegan a consolidarse, dedicando la mayor atención al refino de azufre procedente de Huelva para surtir a la clientela», hasta que nuevas fuente generadoras de azufres se imponen en los mercados, motivando el abandono definitivo de las minas lorquinas.
Con el objetivo de eliminar el problema de los pozos abandonados el Ayuntamiento, en 1999, encargó a una empresa la identificación y catalogación de los pozos mineros. Se localizaron 96, de los que 49 eran meramente mineros y el resto de ventilación más 145 galerías subterráneas de extracción.
El estudio especifica que algunas de estas galerías estaban semienterradas o cubiertas por vegetación, lo que motivaba la peligrosidad de las mismas por su nula visibilidad. En consecuencia se inició la colocación de protecciones a todos los pozos para evitar accidentes.
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