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A las 8.47 del día de Nochebuena, apenas diez horas después de que se confirmara su fichaje por el FC Cartagena, Borja Jiménez (Ávila, 34 años) cogió su móvil y escribió un mensaje a su nuevo jefe, el presidente albinegro Paco Belmonte. «¿Cuándo podemos empezar a trabajar?», preguntó. Y, a continuación, se puso manos a la obra y siguió mandando deberes y notas de audio a muchos de los que, a partir de este lunes, serán sus compañeros de trabajo, dentro y fuera del terreno de juego. Así aterriza en el Efesé el cuarto entrenador de la 'era Belmonte', un presidente que, por cierto, puede presumir de no haber destituido a ningún técnico durante su mandato. Todos -Víctor, Monteagudo y ahora Munúa- salieron por la puerta grande. Rara avis.
El sustituto de Munúa no se parece en nada al uruguayo. No fue jugador profesional, nunca ha estado en la élite y hasta que ascendió el curso pasado con el Mirandés era un perfecto desconocido. Todo lo que ha conseguido hasta el momento ha sido a base de pico y pala, de formarse académicamente primero y experimentar después en campos de infantiles, cadetes, juveniles, Regional y Tercera División. Primero, la teoría. Después, la práctica. Así, con el Real Ávila, el club de su ciudad natal, fue subiendo categorías hasta rozar el ascenso a Segunda B con el primer equipo. Eso fue en 2014. Tenía 29 años y desde los 18, cuando empezó a dirigir a críos, había estado en su casa. De allí trae también a su 'segundo', Joaquín Gómez.
Sin hijos, tiene pareja desde hace seis años y hace tres semanas se llevó el primer palo gordo de su todavía corta trayectoria en los banquillos, al ser destituido en Grecia por la directiva del siempre inestable Asteras Tripolis. Es maestro de Educación Física y, además de los tres niveles de entrenador nacional, sacó el curso de director deportivo en 2013. Habla mejor el portugués que el inglés y tiene buena relación con Rubén Albés, técnico gallego que empezó este curso en el UCAM. También con Luis Cembranos, exjugador de Barça, Rayo y Espanyol, y con el veterano Miguel Ángel Portugal, ex de Racing, Valladolid y Granada, entre otros clubes.
Al nuevo entrenador del Efesé apenas se le conocen aficiones más allá del fútbol. Porque para él todo gravita alrededor de su profesión. Los que le conocen coinciden en que tiene un punto obsesivo y enfermizo, ya que no deja suelto ningún cabo e incluso estudia a los árbitros antes de los partidos. Aplica las nuevas tecnologías en el día a día y muchos ven en él a un potencial técnico de Primera División. Como entrenador moderno que es, se maneja bien en las redes sociales y evita, si es posible, el choque con los periodistas. Es, además, de los que no da ni una pista al contrario.
Le dedica 24 horas a su trabajo y se toma cada sesión de entrenamiento como si fuera la última. Este comportamiento, casi patológico, hizo que en Miranda de Ebro un periodista le pusiera el apodo de 'El Pep de Ávila', en una comparación con Guardiola, que él rechaza. A Anduva llegó tras una temporada extraordinaria en el Rápido de Bouzas, un modesto conjunto vigués que casi lucha por subir a Segunda a sus órdenes. Lo nunca visto.
Y en el Mirandés, un club con una larga tradición de fútbol puramente norteño, puso en marcha una revolución en la que nadie creía. Ordenó bajar el balón al suelo y, con su irrenunciable 4-2-3-1, hizo que el público de Anduva disfrutara con un juego de toque, asociaciones constantes y exquisito trato de la pelota que nunca se había visto por aquellos lares. Además -y eso al final fue lo más importante-, les dio un histórico ascenso al fútbol profesional.
Ahora, en el Cartagena, se enfrente a un reto mayúsculo. Coge a un equipo que va primero, con más puntos que nunca a estas alturas (38) y que el sábado que viene volverá a ser campeón de invierno por cuarto año consecutivo empatando o ganando en el campo del Mérida. Es una situación especial y delicada, ya que normalmente los entrenadores que firman por un club a mitad de temporada llegan para revertir una dinámica mala. No es el caso.
Porque a Borja Jiménez no le vale con ser segundo. Está obligado a ser primero con este Cartagena que no puede ver aplazado un año más el sueño del ascenso. La marcha de Gustavo Munúa a Uruguay, justo cuando llegamos al ecuador de la primera vuelta, supone un contratiempo de consecuencias que ahora mismo no podemos calibrar. El tópico dice que lo que funciona no se toca. Y este Cartagena, más práctico y menos brillante que el de hace doce meses, estaba haciendo su camino. Y de un modo notable. A Borja Jiménez le toca pulir el proyecto y orillar las imperfecciones de un líder que tiene sus defectos. Por dedicación y horas de trabajo no será. Ese es el sello de Borja Jiménez.
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