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marta semitiel
Domingo, 29 de enero 2017, 08:24
Ansiedad. Irritación. Inseguridad. Mal humor. Tristeza. ¿Siente alguna de estas cosas cuando no puede enviar mensajes a través de WhatsApp, acceder a Facebook, Twitter o cualquier otra red social? En tal caso, debería empezar a preocuparse.
Hemos perdido la cuenta de las veces que vemos a alguien sin poder separarse de su móvil a causa de la aplicación de mensajería instantánea que tiene conectado al mundo entero: WhatsApp. Pero, ¿cómo saber que ese apego a nuestro teléfono se ha convertido en adicción y tenemos un problema? ''Como cualquier adicción, la alarma aparece cuando el hecho de no poder comunicarnos o acceder a Whatsapp nos genera un malestar'', asegura el doctor y profesor de psicología Jesús Valera.
Una adicción sin perfil
Las personas que se enganchan a esta aplicación no tienen un perfil concreto. Según el especialista, ''como sucede en todas las adicciones, también esta responde a una necesidad. WhatsApp es un medio que las personas utilizan para cubrir esa necesidad, de tal manera es que la adicción no es con el medio, sino con el fin que perseguimos. Pero es muy difícil darse cuenta de esto'', afirma.
A pesar de que no existe un perfil, la adicción a WhatsApp suele aparecer en jóvenes ''porque son ellos los que más relaciones afectivas establecen a través de la red, por el simple hecho de que son nativos digitales y controlan estos medios más que las personas adultas''.
En esencia, los pacientes que se vuelven adictos suelen ser ''personas que establecen sus relaciones de forma virtual y todo el apego que reciben viene de ahí. Suelen ser jóvenes que se sienten solos o que han tenido problemas para tener relaciones sociales. Aquellas personas que tienen una vida rica y estructurada, que son abiertas y que mantienen relaciones sociales tienen menos probabilidad de sufrir esta adicción'', explica.
Los primeros síntomas
El primer indicador de que existe un problema en nuestra forma de utilizar WhatsApp aparece ''cuando te quita tiempo de estudio, de descanso, de trabajo, de dormir... si te tienes que acostar a una hora y estás ahí esperando el mensaje de determinada persona, entonces es cuando deberías empezar a preocuparte'', explica Valera.
Eso sí, un uso excesivo podría ser un síntoma, pero no siempre es significativo para diagnosticar el comienzo de la adicción. ''Por ejemplo, si acabamos de regalar un móvil a un adolescente o a nuestro padre y vemos que lo utiliza en exceso, es porque ese aparato y todo lo que contiene es una novedad para ellos. Si ese mal uso se prolonga en el tiempo, entonces sí podría ser la antesala de una adicción'', continúa.
Otro síntoma, según el psicólgo, es sentirnos ''decaídos, tristes, desanimados si no nos contestan los grupos o las personas con las que hablamos a través de WhatsApp. Hay personas que ven sus vidas tremendamente condicionadas por esto''.
¿Cómo desengancharse?
Una vez detectado el problema, hay que atajarlo para poner soluciones. ¿Pero cómo? Según el experto, más que limitar el uso del móvil, lo que se debe hacer es ''trabajar con el paciente para que se dé cuenta de qué es lo que busca a través de ese contacto y qué encuentra, y que pasa cuando no lo encuentra''.
El entendimiento del patrón psicológico que seguimos al utilizar WhatsApp es crucial para corregir la adicción, al fin y al cabo, ''es la personalidad de cada uno la que determina el uso que hacemos de las cosas y cómo superamos nuestros problemas'', concluye.
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