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¿Y después de la ciencia, qué?

Como ocurrirá con los 250 cadáveres hacinados en la Complutense, los restos se devuelven a la familia o la propia universidad los lleva al crematorio

José Luis Álvarez

Martes, 20 de mayo 2014, 09:39

Durante un periodo de hasta cinco años un cadáver puede ser aprovechado para el estudio y la investigación. Pasado ese tiempo, los expertos consideran que el deterioro de los tejidos y la manipulación de los órganos en las sesiones académicas o en ensayos clínicos los dejan inservibles. Es entonces cuando la universidad que los ha atesorado para formar a los alumnos tiene la obligación de devolverlos a la familia o entregarlos a una funeraria. En España hay unas 25.000 personas que han dispuesto que, una vez muertos, sus cuerpos sean entregados a la ciencia. Sin embargo, pese a esa voluntad expresada en vida y comunicada al centro universitario, si los familiares no quieren que eso suceda, los cadáveres terminarán bajo tierra o en el horno.

La acumulación de unos 250 cadáveres en las cámaras frigoríficas de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid ha devuelto a la actualidad una donación altruista y anónima. Según fuentes académicas, una vez concluida la investigación sobre el cuerpo, el centro universitario tiene que dar cumplimiento a un protocolo que garantiza el sepelio de los restos, tal como se acordó con el donante en vida y se comunica a las familias en el momento de la recogida de los restos mortales.

En la mayoría de las ocasiones, una vez concluida la validez para la investigación en las universidades, se respeta la voluntad del donante y los cuerpos no son recogidos por las familias al quedar establecido que es el centro educativo el que se encargará de darle sepultura. «Lo que se hace entonces es que los cadáveres se trasladen a un crematorio, donde se incineran y los restos se vierten en el cenicero» del propio camposanto, según explicó Manuel Santos, presidente de la Asociación de Donantes de Cuerpo a la Ciencia.

En un momento de crisis, la opción de que los centros universitarios corran con los gastos de incineración y traslado a un cementerio puede suponer para una familia un ahorro medio de unos 5.000 euros, que es lo que cuesta el tanatorio y la cremación de los restos mortales.

Algunos centros académicos, como es el caso de la Universidad Complutense, cuentan con incineradora propia, donde se queman los cuerpos cuyas cenizas son entregadas posteriormente a una funeraria del municipio para su traslado al cenicero. Antes de entrar en el horno, los cadáveres tienen que ser sometidos a un protocolo de desecación. Han pasado unos cinco años sumergidos en formol y otros productos para evitar su deterioro, lo que complica la perfecta cremación de los restos.

La Universidad Complutense anunció ayer una investigación para conocer los motivos por los que se acumularon 250 cadáveres en las instalaciones de la Facultad de Medicina. Según el centro, todo parece deberse a un problema de personal, por la prejubilación del encargado de la incineradora de la Facultad. «Debido a la etapa de recortes que establecía una tasa de reposición cero en la plantilla», no pudo cubrirse el puesto de este trabajador.

La Complutense anunció que los cuerpos comenzarán a incinerarse esta misma semana, tras «un acuerdo con una empresa funeraria para la retirada de los restos humanos que se habían acumulado».

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