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La psicóloga María Dolores Oñate, coordinadora del Grupo de Adicciones del Colegio de Psicología de la Región, tiene claro que la juventud afronta una ... realidad muy diferente a la de hace unas décadas. Una realidad en la que las relaciones sociales se apoyan en las nuevas tecnologías, que entrañan nuevos riesgos y requieren ambiciosas soluciones.
–¿Qué tipo de relación establecen a día de hoy los menores con las nuevas tecnologías?
–Las nuevas tecnologías forman parte de su realidad. La sociedad se va transformando y nosotros con ella, pero es cierto que las pantallas, ya sea en formato videojuegos o redes sociales, han desplazado a otros tipos de ocio, como los juegos de mesa, jugar al aire libre, el deporte o la lectura. Ese tipo de ocio favorecía las habilidades sociales y también era más sano. Las nuevas tecnologías también han cambiado la forma de relacionarse. Ahora se le da más importancia a lo material y a lo físico y, además, están mucho más expuestos a la crítica. La realidad es que es una forma mucho más compleja de relacionarse y eso puede ser problemático, sobre todo en la infancia y en las primeras etapas de la adolescencia.
–La fiscal de Menores advierte de que los chavales ya establecen gran parte sus relaciones sociales e incluso sentimentales a través de estos medios. ¿Qué efectos puede tener este fenómeno?
–Las relaciones no presenciales son mucho más directas. Digamos que al no estar cara a cara hay una pérdida de pudor que 'acelera' los mensajes y los tiempos. Por otro lado, la sensación de anonimato y el hecho de que muchas de estas relaciones se establecen con personas que no se conocen y no hay más fuentes de información, salvo la que esa persona nos da, supone un riesgo añadido.
–En la actualidad vemos muchos casos de acoso escolar en los que se utilizan también las redes sociales para continuar con el 'bullying' fuera de las aulas. ¿Agrava este hecho las situaciones a las que se enfrentan las víctimas de estos casos?
–No es solo una cuestión del tiempo al que está sometida la víctima, sino al nivel de exposición, a la facilidad y a la rapidez con la que se difunden estos contenidos. La preocupación de la víctima, en muchas ocasiones, tiene mucho que ver con no saber ni a quién, ni a cuántas personas personas puedan haber llegado esos insultos, imágenes o humillaciones. Esa sensación aumenta en gran medida el nivel de sufrimiento de la víctima del acoso.
–Las nuevas tecnologías también abren la puerta a que muchos menores tengan acceso a contenidos inapropiados para su edad, como la pornografía, escenas de gran violencia... ¿Puede condicionar esto su desarrollo? ¿Existe el riesgo de que banalicen determinados comportamientos?
–Efectivamente, el acceso y sobre todo a la edad a la que tienen acceso a determinados contenidos puede ser muy perjudicial. Estamos asistiendo a una sexualización de la infancia y eso se está traduciendo en un aumento de los casos de abusos de menores a menores. El acceso en edades tempranas tanto al sexo como a la violencia produce una adaptación no deseable y una normalización en un momento en el que cerebro está inmaduro y, por tanto, no puede haber una correcta comprensión de lo que se está viendo.
–¿Cree que es necesario un mayor control del uso que los menores hacen de las nuevas tecnologías? ¿De qué manera?
–Es necesario controlar el uso que hacen los menores de estos dispositivos, pero la realidad es que es una tarea difícil, porque en muchas ocasiones desconocemos cómo hacerlo y, además esta supervisión requiere tiempo, que en muchas ocasiones no se tiene. Por eso es muy importante la educación en valores y el diálogo con nuestros hijos. De alguna manera, contrarrestar y poner cordura a toda esa información que, de una u otra forma les va a llegar, si no es a través de sus móviles, de los de sus amigos, de la televisión... Sería ideal poder contar con una mejor regulación y limitación de determinados contenidos, pero hoy por hoy, lamentablemente, somos los padres y educadores el único órgano regulador que tienen nuestros hijos.
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