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Podemos no atraviesa por sus mejores momentos. Lo dicen las encuestas y los medios de comunicación, cuyas portadas informan desde hace días de la profunda crisis que atraviesa el partido en Madrid, tras la ruptura con Íñigo Errejón y el abandono de Ramón Espinar, y cuyas repercusiones alcanzan a todo el territorio nacional. A ello se unen en la Región de Murcia las tensiones internas que están generando las infructuosas negociaciones con IU para tratar de alcanzar un acuerdo electoral. Dos hechos en apariencia distintos e inconexos, pero que en realidad comparten un mismo origen: la pugna entre quienes defienden un proyecto autónomo y transversal que lidere una nueva mayoría social, y los que apuestan por llegar a la misma meta pero a través de una confluencia con otras fuerzas de izquierdas, principalmente con IU.
Errejón se alió con Manuela Carmena y Más Madrid después de que la dirección regional en esta comunidad tratara de imponerle un acuerdo con IU que condicionaba la candidatura que él debía encabezar en las próximas elecciones regionales. Y al líder de Podemos en la Región de Murcia, Óscar Urralburu, le han surgido voces críticas en su organización de quienes consideran que no está haciendo lo suficiente para alcanzar un acuerdo electoral con IU.
Esta es la razón que esgrimió hace un mes para dimitir de su cargo en la dirección regional Pedro Luis López, de la corriente anticapitalista, minoritaria dentro de la formación morada en Murcia. Pero también han levantado la voz otros dirigentes que piden «un mayor esfuerzo y generosidad en la negociación».
Urralburu, en cambio, se ha plantado después de seis meses de conversaciones estériles y de que la coordinadora regional de Izquierda Unida rechazara su última oferta por considerarla «insuficiente».
Podemos llegó a ofrecer, para las municipales, el 38% de los cabezas de lista en los ayuntamientos, el 45% de los candidatos a alcalde y un tercio de los puestos de salida; y para las regionales, un tercio de los puestos de la candidatura, entre ellos el tercero y el sexto, ambos con posibilidades de salir elegidos el próximo mes de mayo, puesto que la última encuesta del Cemop le otorgaba a Podemos en solitario hasta cinco diputados. Sin embargo, a la dirección de IU le ha parecido poco y entre las razones que esgrimió en su respuesta alude al «nuevo contexto político», una referencia a la crisis que desangra a Podemos y que ha molestado a la dirección de la formación morada por considerarla «oportunista».
Desde la ejecutiva de IU no arrojan la toalla y creen que «aún hay tiempo», aunque nadie apuesta por él. Si fuera suficiente con pactar la lista..., pero es que habría que consensuar también el programa, la estrategia electoral y la agenda de campaña, entre otras muchas cuestiones, y hasta ahora entre ambas formaciones no hay precisamente sintonía, sino recelo y desconfianza.
A diferencia de lo que ocurre en Madrid entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón, en la Región nunca ha habido 'feeling' entre los líderes de las dos organizaciones, ni entre Óscar Urralburu y el anterior coordinador regional de IU, José Antonio Pujante, fallecido prematuramente hace unos días, ni ahora con su sustituto, José Luis Álvarez-Castellanos.
La diferencia no está solo en los puestos de la candidatura, sino en el modelo. La coalición rojiverde planteó desde el inicio un proyecto más integrador entre los dos partidos, y más abierto a la participación de otras organizaciones, lo que llamaron «un espacio unitario ilusionante», por lo que son reacios a que el proyecto se limite a una coalición electoral liderada por Podemos.
Aunque el barómetro de otoño del Cemop daba a IU un pobre 2,8% de votos y ningún escaño, la dirección de la coalición esgrime una encuesta que le concede tres diputados en la Asamblea Regional con la nueva ley electoral que rebaja del 5% al 3% el umbral de votos para entrar en la Cámara. En Podemos, en cambio, no solo dudan de este sondeo, sino que hay quien se pregunta si presentarse a las urnas de la mano de IU les puede verdaderamente salir rentable, ya que podría ahuyentar a votantes desencantados del PSOE, como ocurrió en Andalucía en las elecciones de diciembre. En esta comunidad, la candidatura de Adelante Andalucía, fruto de la unión de Podemos, IU y otras fuerzas de izquierdas, obtuvo menos diputados de los que sacaron Podemos e IU por separado en la anterior legislatura.
Los compañeros que aún le piden a Urralburu que realice un intento más argumentan que «el avance de la derecha exige unidad», y alertan de que puede ser contraproducente que la Región de Murcia se signifique como una de las pocas comunidades donde no exista confluencia de izquierdas y de la confusión que generaría en el electorado que las mismas formaciones que van juntas en las elecciones europeas lo hagan por separado en las autonómicas. Agregan, además, que se trata de un mandato de las bases, que votaron mayoritariamente a favor de las confluencias de izquierdas.
Aunque las conversaciones se hallan en vía muerta a escala regional, la partida sigue en los municipios. Las organizaciones locales de los dos partidos tienen cierta autonomía para avanzar en la confluencia si lo creen posible. En Murcia, la situación está muy difícil, reconocen en ambas partes, pero desde IU creen posible alcanzar acuerdos en otros municipios, como Cartagena, Cehegín, Bullas, Archena y Fortuna.
Lo que deberían descartar en la coalición rojiverde es que la profunda crisis que divide a Podemos en Madrid pueda favorecerles en el pulso que mantienen en Murcia con Urralburu, conocido errejonista. Lejos de que debilitarle, el líder regional de la formación morada puede salir reforzado, no solo por dirigir una de las pocas organizaciones autonómicas sin problemas internos, sino porque, junto con otros secretarios autonómicos, trata de impulsar una alternativa basada en el diálogo para evitar la ruptura del partido.
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