![Una enfermera, con un traje especial, atiende a un paciente en estado grave en el Santa Lucía.](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202101/16/media/cortadas/bc-U130234002093OqB-U130233520511OGF-1248x770@La%20Verdad-LaVerdad.jpg)
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En la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Santa Lucía no hubo Navidad. Y si los Reyes Magos pasaron fugazmente fue solo para dejar una carga de moral con que afrontar la que, aparentemente, será la peor fase de la epidemia de Covid- ... 19, esta que empieza ahora. «Tenemos por delante dos semanas interesantes», dice con una mezcla de ironía y estoica realidad el jefe de ese departamento, José Manuel Allegue.
La ocupación en la UCI del complejo hospitalario de Cartagena, integrada por la del Santa Lucía, con 27 camas, y la Unidad de Semicríticos del Rosell, con 16, superaba ayer el 80%. Más de la mitad son contagiados de coronavirus. Se acerca a su capacidad máxima y la situación de los 260 profesionales que la atienden es de agotamiento físico y emocional. El estrés es palpable. Trabajan salvando vidas que están al límite. Pero desde el verano la pandemia solo les ha permitido descansar los tiempos legalmente establecidos. Y en algunos casos, ni eso.
Lo peor es que la tendencia de ingresos en dicha unidad va en aumento y en los próximos días rozarán el lleno, incluyendo el tercio de las 17 camas de la Unidad de Reanimación que también ocupan como rebosadero de pacientes no contagiados. La 'Rea' está junto a la UCI y, en esta situación límite, el doctor Allegue aprovecha la «excelente» relación entre ambos departamentos: «Anestesistas e intensivistas hablamos el mismo idioma».
Esta UCI es la que mayor número de pacientes Covid ha tratado desde el principio de la pandemia en toda la Región: 227, un 12% derivados de casi todas las áreas de salud. Enfermos yeclanos, lorquinos, caravaqueños y de otras localidades del interior fueron trasladados en momentos concretos de anteriores oleadas por la alta ocupación de La Arrixaca con críticos de otra tipología. Un «esfuerzo importante en favor de toda la Región», según el médico Luis Requena, uno de los veteranos y referentes de la unidad.
La mortalidad de sus enfermos se sitúa en un 14%. Otras estadísticas llamativas que aporta la intensivista Jose Murcia es que la edad media de los atendidos es de 58 años y un 74% son varones. A estas alturas de la pandemia, los doctores sacan conclusiones interesantes, como que se ha reducido el periodo de agravamiento de los contagiados hospitalizados. «Pasa muy poco tiempo desde que ingresan hasta que llegan aquí, porque la carga viral es grande», detalla Allegue.
Con más de veinte años de experiencia como intensivista, Requena no oculta la preocupación general por cómo hacer frente a esta tercera oleada con las UCI saturadas. De momento, echan mano de profesionalidad y unos recursos que no crecen proporcionales a las hospitalizaciones. «Nos gusta nuestro trabajo, pero vemos que no hay personal ni medios suficientes para lo que tenemos encima. Cada día estamos más preocupados», admiten los doctores Salvador Moreno y José Garrido.
En un breve descanso antes de iniciar la revisión de quienes llenan las tres unidades de hospitalización UCI del Santa Lucía, abundan los reproches a los políticos por su permisividad antes de Navidad y al despreocupado comportamiento de un amplio sector de la población. De aquella tolerancia vienen estos colapsos. «No entendemos cómo salen ahora los políticos diciendo que están sorprendidos, cuando todos sabíamos que iba a pasar esto». El doctor Manuel Álvarez de Ospina es especialmente crítico con los anuncios oficiales acerca de la capacidad del sistema sanitario para disponer de 500 camas extras en 24 horas, si fuese necesario. «¿Y el personal? ¿Y la experiencia? El trabajo en una UCI no se aprende en 24 horas», dice enojado.
Efectivamente, la alta cualificación es esencial en cuidados intensivos. Basta con ver por los cristales el vertiginoso y sistematizado ritmo de trabajo en las tres zonas de boxes. A dos de ellas, donde los enfermos Covid se agarran a la vida, es imposible entrar sin los aparatosos equipos de protección. Aun así, intensivistas, enfermeras, auxiliares y celadores trabajan sin vacilar con sus caras a un palmo de la del enfermo, entre sofisticados monitores, bombas, sondas y respiradores.
De dentro, la doctora María Eulalia García, sonriente, saca buenas noticias: la retirada de la cánula de traqueostomía a un paciente tras 25 días con ellos. Y sus compañeros toman una bocanada de optimismo para seguir esta maratón sin final.
Los intensivistas no ocultan su temor a que el ritmo de contagios y de muertes diarias en España se acerque al de Reino Unido en las próximas horas. E insisten en pedir prudencia a la población. «Nadie está pidiendo que no se pueda salir a la calle. Se puede hacer, con mascarilla. Es bueno salir a tomar el sol. Pero a comer y a beber, a tu casa», dice, elocuente, la doctora García.
La sensibilización de los trabajadores de la UCI es especialmente alta desde que también han tenido entre sus pacientes a conocidos suyos. «Es lo que más te marca», admite Allegue, que vio morir recientemente a una persona allegada y ahora trata de salvar a otra.
«La Covid nos está dando una dosis de hiperrealidad y de lo relativo que es todo en la vida», dice este médico de largo recorrido, que inició su trayectoria en plena expansión del sida y espera jubilarse en unos años recordando esta pandemia como un reto que afianzó su compromiso con la medicina.
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