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El escultorJosé Hernández Navarro, en el taller de su casa de Los Ramos, con el modelo de la Virgen de las Angustias para la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Jumilla. :: ALFONSO DURÁN / agm
Hernández Navarro: «Me considero un buen escultor, pero no un genio»

Hernández Navarro: «Me considero un buen escultor, pero no un genio»

A sus 61 años es uno de los referentes vivos de la imaginería murciana; de su taller han salido hasta 400 obras que desfilan en cortejos de todo el país

M. CARMEN RAMÍREZ

Domingo, 20 de marzo 2016, 00:55

La Semana Santa es la época más tranquila del año para el escultor de Los Ramos José Hernández Navarro. Con todos los trabajos entregados, se permite un descanso. Su taller está recogido, ordenado y limpio. No hay nada a medias y todo está por empezar. Aunque quisiera, no podría ver todas las procesiones en las que desfilan imágenes salidas de su taller. Solo en la capital tiene catorce. Entre el resto de la Región y otras ciudades españolas suma más de 400. No tiene clara la cifra porque confiesa que es un poco desastre a la hora de documentar y catalogar sus obras.

«A mí eso me da igual, cuando me muera mi única preocupación será la salvación de mi alma». Hernández Navarro es creyente pero es imaginero porque las cosas vinieron así. «Todo no se puede tener en la vida, si quieres vivir del arte no puedes prescindir del mundo del encargo». Y de esos encargos lleva viviendo más de cuarenta años. Hoy tiene 61. Él siempre quiso ser escultor. «Toda la vida he tenido el afán de crear y representar cosas con las manos».

Tras salir de la Escuela de Artes y Oficios, después de algún que otro trabajo, se asentó durante quince años en el taller de los Hermanos Griñán. Allí modeló cerca de un millar de figuras, muchas de las cuales son los moldes que hicieron famosos a los belenistas de Puente Tocinos. Esos años también trabajó por su cuenta cumpliendo con encargos que cada vez fueron mayores y finalmente le obligaron a abandonar el taller.

Años de belenista

«Gracias al trabajo con las figuras pequeñas he conseguido firmar muchos encargos con las maquetas porque me convertí en un experto en figuras pequeñas y las hacía con tal perfección que me las aprobaban siempre». Además, ese aprendizaje le permitió ser el autor de uno de los belenes más admirados de la ciudad, el que monta la peña La Pava en San Juan de Dios. «Es que es una maravilla, son piezas únicas, esculturas en miniatura. Estoy muy orgulloso de él», confiesa vivamente.

De ahí a convertirse en uno de los imagineros referentes en la Región de Murcia solo ha hecho falta el paso de los años. Está representado en nueve de las diecisiete procesiones de la ciudad. Y llena las calles de las pedanías en sus semanas de Pasión.

«Siempre he realizado imágenes por encargo pero siempre he tenido la suerte de que me han dejado mucha libertad, he hecho lo que he querido». En la imaginería se siente a gusto, seguro, aunque no haya sido elección suya. «La imaginería me hipoteca, pero siempre he pensado que en mis obras la escultura está por encima de las imágenes».

Su obra cumbre es 'El Descendimiento', de 1986, que sale en la cofradía de la Misericordia en la tarde del Viernes Santo. «No es que sea mi favorita, es que la razón nos dice que es sublime». Tenía 45 años cuando la hizo y le vino en el momento adecuado para terminar de encumbrarse. Sus manos no están aseguradas, pero no tiene miedo a que les pase nada. «Si llevo las manos cosidas a cortes de las gubias, ¿qué les puede pasar peor que eso?». En el barro es donde se siente cómodo y el modelaje y la talla son su momento favorito. «Lo que menos me gusta es la policromía, me habría gustado trabajar en la época de Salzillo, cuando los escultores esculpían y de pintar se encargaba el gremio de pintores. Los oficios estaban tan establecidos que el escultor tenía total confianza en dejar su obra en manos de otro».

El Salzillo del siglo XXI

«Es una comparación que me honra pero es bastante exagerada. Soy una persona humilde pero, eso sí, creo que Salzillo no amaba la escultura más que yo. Me fijé mucho en su obra y en la de Sánchez Lozano y González Moreno. Soy el producto de todos mis antecesores porque sus obras han dejado poso en mí».

El escultor de Los Ramos es una persona normal, con una familia normal, sin excentricidades propias de artistas y sin manías. «Tengo facilidad para crear, nunca he sido una persona atormentada. Me considero un buen escultor, pero no un genio».

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