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Rugidos y cacareos

PRIMERA PLANA ·

Si el foco estuviera en el ciudadano habría listas abiertas. Así evitaríamos tragar con tránsfugas. Como eso es pedir peras al olmo, al menos deberían los partidos regular la figura del diputado no adscrito en la Asamblea. Salta a la vista que ni para eso hay quórum

Domingo, 6 de junio 2021, 08:05

La subitización es la capacidad para reconocer de forma instantánea el número de elementos que integran un conjunto sin necesidad de contarlos. Es una habilidad innata que compartimos con algunas especies, como los pollitos domésticos, los peces y las abejas. Un polluelo de un día de vida tiene la suficiente capacidad cognitiva para reconocer un conjunto de hasta cuatro unidades, leo en la revista 'Nature'. Si antes de dominar el lenguaje los bebés de seis meses muestran esa habilidad será porque esa capacidad es fruto de procesos evolutivos que benefician la supervivencia de los individuos. A los leones les basta con oír los rugidos de otros para discriminar si forman un grupo más numeroso y les conviene huir para salvar el pellejo.

De un solo vistazo, sin necesidad de echar cuentas, el gráfico a colores de la distribución de escaños que arroja el barómetro del Cemop muestra claramente quiénes, en estos momentos, son los leones y quiénes son los polluelos. Qué líderes están más muertos que vivos, cuáles caminan por la cuerda floja y cuáles se afianzan. Los sondeos son fotografías que retratan la opinión pública en periodos concretos, pero los barómetros estacionales muestran tendencias que van consolidándose en el tiempo. De ahí su valor. No es necesario el alcance visual de un lince para otear en el estudio del Cemop qué futuro les aguarda a aquellos líderes políticos que, a mitad de legislatura, no llegan a ser conocidos ni por la mitad de los votantes y, peor aún, que descienden en valoración cuanto más avanzan en conocimiento público. A mi juicio, lo más abracadabrante del barómetro es que los peor parados todavía se empeñan en no ver, o mejor dicho en no asumir, el error de un paso en falso con algo de rehabilitante autocrítica. A estas alturas, cualquier observador desapasionado percibe que se hizo un intento de moción de censura claramente imprudente porque sus promotores, en el uso de una herramienta legítima, no tuvieron en cuenta el momento, su justificación y, sobre todo, su viabilidad. Especialmente teniendo en cuenta la fuerte división en Ciudadanos, pues era la cruenta guerra personal entre la lideresa entrante y la saliente de ese partido la principal causa de inestabilidad y desgaste del propio Ejecutivo al que se quería desbancar.

Pero lo más temerario es que se hizo sin recapacitar sobre cuál sería la opinión de los ciudadanos, incluidos los votantes naranjas y socialistas. Fue lo primero que pensamos en el periódico cuando saltó la noticia y por eso encargamos un sondeo a Sigma Dos para publicar ese mismo domingo. Periodísticamente era clamoroso el interés informativo de averiguar cuál era la opinión ciudadana de una moción que tumbaría al Gobierno. Transcurridos varios meses, los datos del Cemop coindicen con los de Sigma Dos: siete de cada diez votantes de Cs la rechazan.

Sin embargo, los promotores de la operación no asumen públicamente ningún error y achacan todo el fracaso al transfuguismo, alentado por el Gobierno del PP, de los cuatro diputados naranjas que finalmente votaron en contra. Hasta ahora, ese relato de la oposición no ha hecho mella. Ni parece que lo hará. Más de la mitad de los consultados dice que les parece mal o muy mal la disciplina de voto en los partidos. No hay duda de que el transfuguismo es un grave problema para la calidad de la democracia porque altera las mayorías salidas de las urnas. Pero a la luz de este barómetro solo cabe colegir que a la mayoría les parece más reprochable la actuación de los políticos de Cs que rompieron su pacto con el PP que la de los que luego incumplieron lo firmado y se echaron para atrás. Si admitimos la dialéctica de la traición, habrá que concluir que los votantes perciben que habría sido mayor la de quienes negociaron en secreto la moción de espaldas a sus socios. No cabe otra interpretación de los sucesivos sondeos que coinciden en el impulso del PP, el descalabro de Cs y el retroceso del PSOE, desde días antes de la moción a varios meses después.

Sin disciplina de partido, nuestra democracia representativa sería un sindiós, aunque la sumisión ciega a las direcciones nacionales no gusta a la ciudadanía. La buena imagen del expresidente Garre dimanaba de cuando en 2008 rompió esa disciplina y no apoyó en el Parlamento, en coherencia con su posición sobre el agua, la toma en consideración de la reforma del estatuto manchego. Sin duda, las consecuencias de la rebelión de los diputados tachados de tránsfugas por un dictamen del Congreso son mucho más graves para su antiguo partido, pero de existir un punitivo reproche social a quien castiga es al partido al que ya no pertenecen, más cerca del abismo cuanto más estira el relato de la moción y el transfuguismo.

Si el foco estuviera en el ciudadano, hace tiempo que habría listas abiertas. Así evitaríamos tragar con tránsfugas. Como eso es pedir peras al olmo, lo menos que podrían hacer los partidos murcianos es regular la figura del diputado no adscrito en el Reglamento de la Asamblea para evitar la grotesca composición actual, con partidos que no controlan sus grupos parlamentarios, ahora en manos de diputados expulsados. Tendrían una oportunidad con la tramitación del Estatuto en el Congreso, aunque no existe un clima favorable para el imprescindible consenso. Demasiados rugidos y cacareos. No hace falta ponerse a contar. Por subitización ya salta a la vista: no hay quórum.

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