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¿Justifica la tradición el sufrimiento animal? Es la pregunta que cimienta los debates que en este país han desterrado prácticas como el lanzamiento de una cabra desde un campanario o el descabezamiento de gansos. Ejemplos claros de una crueldad que no tiene cabida en ... estos días y que demuestra el desarrollo de una mayor sensibilidad, responsable de abrir controversias más profundas relacionadas con nuestra forma de vestir o nuestra dieta. Cuestiones como el sacrificio según el rito halal, propio del islam y que se caracteriza por que el ganado no se encuentra aturdido cuando muere. Una discusión en la que la tolerancia religiosa y la defensa de los derechos de los animales se enzarzan para legitimar la continuidad o la prohibición de una práctica que, a diferencia de los primeros ejemplos, responde a las necesidades alimentarias de la población musulmana y no a su disfrute.
Nada queda a la improvisación en este rito. La posición del animal, el corte y el propio matarife responden ante la 'sharía', la ley islámica que rige las conductas de la población musulmana y distingue aquello que es 'halal', lícito; de lo 'haram', prohibido. Una guía de comportamiento que, transmitida a través del Corán y la tradición profética del Hadiz, rechaza «la carne del animal muerto y su sangre», como apunta Amina González, profesora asociada de la UMU de Estudios Árabes e Islámicos.
Obligado por este milenario dogma a morir con sus sentidos intactos, el animal, además, debe estar orientado a La Meca y ser sacrificado por un creyente musulmán, cristiano o judío, que pronunciará la palabra 'Bismillah' (En el nombre de Dios) justo antes de proceder al corte ('dhabh') o a la punzada ('nahr'). En el primer caso, se seccionará la tráquea, el esófago, las dos carótidas y las venas yugulares, siempre sin dañar la médula espinal; mientras que en el segundo, empleado para animales de mayor envergadura, la hoja del cuchillo se clavará en la concavidad baja del cuello. El resultado es el mismo en ambos procedimientos: un sangrado continuo y abundante que, según defienden los musulmanes, provoca la pérdida de conciencia de forma inmediata.
Y es que, para esta comunidad, el rito halal «se da a entender como una práctica dentro del bienestar animal», recalca Amina. Deferencias como que el ganado no esté presente cuando se afila el cuchillo o que el resto de ejemplares no sean testigos del sacrificio de sus congéneres cimientan este «respeto» que el islam defiende.
El hipotético sufrimiento que esta muerte provoca se encuadra dentro de la eterna disputa entre fe y ciencia. Frente a los convencidos de que el ganado queda inconsciente justo después de ser degollado, el vicepresidente de la Academia de Ciencias Veterinarias de la Región, Blas Alfonso Marsilla, se muestra rotundo: «El animal sufre mientras se desangra antes de morir, en un periodo que puede durar entre tres y cinco minutos según su volumen de sangre». Férreo opositor del rito halal, explica que esta forma de sacrificio provoca una «anoxia -falta de oxígeno- por todo el cuerpo, sin evitar que las terminaciones nerviosas estén sensibilizadas». «Todos nos hemos hecho un pequeño tajo en el dedo y sabemos lo que duele; imagínate lo que es un corte completo en el cuello», apostilla.
En el duelo entre la creencia y el conocimiento también se debaten los beneficios que este proceder puede aportar a los productos halal. Uno de ellos es la «ausencia de restos de sangre en la carne» que defienden fieles como Redouan Hajji, vocal de la Comunidad Islámica Assalam de Murcia. O el incremento de la calidad y el tiempo de conserva, «ya que los sacrificios con aturdimiento provocan que el animal se estrese y los tejidos se queden más abigarrados», comenta Amina, según algunos de los estudios que maneja esta comunidad. «Se trata de falsos mitos», responde implacable el experto en Medicina Veterinaria. A su juicio, la continuidad de este rito en nuestro tiempo responde a que los musulmanes desconfían de los efectos que el aturdimiento puede tener en la pérdida de sangre. Una cuestión que, para Blas Marsilla, tampoco deja lugar a dudas: «El animal insensibilizado se desangra perfectamente».
Mientras que el sufrimiento animal que esta práctica conlleva no pone de acuerdo a musulmanes y animalistas, lo que no deja lugar a dudas es que estos alimentos están cada vez más extendidos en nuestra sociedad. Tanto es así que el matadero de Mercamurcia, el más importante de la Región en lo que a este rito respecta, sacrifica el 40% del ganado bovino que llega a sus instalaciones según la tradición halal. En palabras de su jefa del Área Comercial y Marketing, Nuria Pérez, esta cifra se debe a que «ahora mismo hay mucho negocio y mucha demanda de exportación» de estos productos entre las empresas de la Región.
Si bien no es necesario para el comercio interior, toda la carne destinada a los mercados del norte de África, el golfo Pérsico y el sudeste asiático, donde se concentra la mayor demanda, debe contar con el sello de certificadoras como el Instituto Halal, dependiente de la asociación religiosa Junta Islámica. En el caso de Mercamurcia, la empresa cuenta con este permiso para sacrificar ganado ovino y bovino, con y sin aturdimiento, ya que algunos países como Malasia o Indonesia permiten el empleo de una insensibilización reversible.
A diferencia de estos mercados, en España no es necesario etiquetar la carne halal como tal. Este vacío legislativo provoca, según Blas Alfonso, que «los animales sacrificados por este rito no sean íntegramente consumidos por la comunidad musulmana, sino que el 80% sale al comercio normal y corriente». De hecho, durante su etapa en el Servicio de Seguridad Alimentaria y Zoonosis de la Consejería de Salud, este defensor de los derechos de los animales envió «estudios, informes y escritos» a la Comisión Europea para reclamar este etiquetado.
En materia legislativa, ajena hasta ahora al debate ético que esta cuestión despierta, la Ley 32/2007, de 7 de noviembre, ampara prácticas. Aunque el texto defiende que los mataderos deben evitar «agitación, dolor o sufrimiento innecesario» en el animal, también matiza que las autoridades «no exigirán dichas obligaciones» cuando el sacrificio se realice según ritos propios de confesiones inscritas en el Registro de Entidades Religiosas. Una excepción que, en un peldaño superior, se repite en el reglamento del Consejo Europeo. A través de la Directiva 93/119/CE, accede a que en estos casos el ganado no sea aturdido o que su muerte no se se produzca de forma inmediata.
Mientras que esta prerrogativa, como reclama Redouan Hajji, puede entenderse como una muestra de «respeto» religioso, para Ignacio Carrasco, candidato de Pacma al Congreso por Murcia en los últimos comicios, se trata de un «inconveniente». El representante del partido animalista, partidario de prohibir este tipo de ritos, defiende que «el bienestar de los seres vivos no puede estar por debajo de una creencia».
Países de nuestro entorno como Suecia, Noruega, Dinamarca, Suiza y Eslovenia, todos ellos con un mayor porcentaje de población musulmana, obligan a sus mataderos a aturdir al animal. Ejemplos que el portavoz de Pacma en la Región emplea para justificar que la abolición de estas prácticas no supone «un ataque a ningún tipo de cultura o religión», sino que es una muestra de que «el progreso se basa en ir superando atavismos».
A caballo entre ambas posiciones se encuentran Estonia, Letonia, Austria, Grecia y Chipre, que insensibilizan al ganado justo después de sacrificarlo. Una solución innecesaria para el representante de la comunidad musulmana: «En España nadie reclama estas alternativas»; y que no aporta demasiado según el experto en Veterinaria: «El problema de esta práctica es que el mismo corte es muy cruento para el animal. Nosotros proponemos lo contrario: aturdirlo e inmediatamente proceder al degüello». Más flexible se muestra el representante del partido animalista al entender que, dentro de lo «violento y doloroso» que siempre va a ser el proceso, este cambio «puede redundar en que se provoque menos dolor y sufrimiento» para el animal.
No solo de carne se alimentan los musulmanes. El distintivo halal es una denominación que afecta a toda la dieta de esta comunidad y que cuenta con su propio órgano de regulación y control en países de habla hispana: el Instituto Halal, que desde hace 20 años promueve una certificación reconocida por todas las entidades internacionales relacionadas con este mercado.
En total, más de 500 empresas españolas, mexicanas, cubanas, dominicanas y guatemaltecas cuentan con este «pasaporte» para negociar con países que, según apunta Antonio de Diego, director de comunicación del centro, demandan desde aceite de oliva hasta leche en polvo con el sello halal. Alimentos que cumplen con la ley islámica durante su fase de producción y que deben superar varias auditorías que acrediten «un extra de calidad». Tanto es así que el principal atractivo del halal patrio es su condición de producto 'gourmet', lo que le permite contar con clientes tan exclusivos como la familia real de Abu Dhabi, que consume «cordero criado en Los Pedroches, en Córdoba», comenta De Diego.
Gominolas, zumos, cerveza sin alcohol, verduras congeladas, helados y mantecados integran una lista que asciende hasta los 4.000 productos, principalmente destinados al mercado exterior, y que también abarcan la cosmética y la farmacia.
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