![«Sin pruebas masivas es imposible conocer la magnitud de la epidemia»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202004/05/media/cortadas/alberto-torres-kFrG-U10080205658440B-1248x770@La%20Verdad.jpg)
![«Sin pruebas masivas es imposible conocer la magnitud de la epidemia»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202004/05/media/cortadas/alberto-torres-kFrG-U10080205658440B-1248x770@La%20Verdad.jpg)
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Consciente de que la escasez a nivel mundial de pruebas diagnósticas lo impiden a día de hoy, el doctor Alberto Torres (Jaén, 1958), catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Murcia y jefe del servicio que lleva el mismo nombre en La Arrixaca, se muestra convencido de que la única manera de conocer «la magnitud real» de la pandemia de coronavirus pasa por realizar test masivos a la población, y no solo a las personas con síntomas y a los hospitalizados. Este experto, que trabajó para la OMS y en el Instituto de Salud Carlos III, admite que al principio «se infravaloró» el riesgo del virus y advierte de que «debemos estar preparados» para futuras crisis sanitarias como la actual.
–Como miembro del equipo de control de la infección por coronavirus de La Arrixaca, ¿cómo describiría la situación que se está viviendo en el hospital?
–Estamos ante una situación absolutamente excepcional e histórica. Los sistemas sanitarios están concebidos para atender un flujo más o menos regular de pacientes a lo largo del año, pero esta epidemia desborda todas las previsiones al producir un elevadísimo número de personas que requieren hospitalización. Podemos decir que en la Región de Murcia estamos, comparativamente con el resto del país, en una situación muy favorable. La situación es buena dentro de la gravedad. El hospital no está saturado, la UCI tampoco y los circuitos asistenciales están funcionando.
MEDIDAS TARDÍAS
–El personal sanitario se ha quejado de la falta de material de protección para ejercer con garantías. ¿Le parece una temeridad trabajar en esas condiciones?
–Estamos en una pandemia, una situación que lleva al límite los recursos disponibles y las posibilidades de abastecerse. La falta de material es un problema global. El personal sanitario necesita estar protegido completamente en todo momento, y esto ha sido una prioridad desde el inicio de la epidemia. Y creo que ese objetivo en la Región se está cumpliendo. La necesidad sentida de protección puede haber estado incitada por una percepción de riesgo exagerada y que no corresponde a la realidad de este virus. Con frecuencia vemos imágenes de equipamientos muy aparatosos que generan expectativas sobre lo que es lo correcto, cuando las necesidades reales ligadas a la naturaleza y características del virus no son esas.
–Mientras a nivel nacional aproximadamente el 14% de todos los casos corresponden a sanitarios, en la Región ese porcentaje se eleva al 22%. ¿A qué lo achaca?
–Desde luego, a la falta de protección no se debe. No conozco ningún caso en que un profesional se haya infectado en la Región por no contar con los equipos adecuados. Es posible que la diferencia de cifras con el resto de España se deba a la distinta evolución evolución temporal de la epidemia. En las primeras semanas se hacían pruebas a todas las personas que se presentaban con síntomas. Por lo tanto, en todas las pruebas realizadas entonces que resultaron positivas el número de no sanitarios fue proporcionalmente muy alto entre el total de pruebas realizadas. A partir del 14 de marzo, el Ministerio cambió el criterio para realizar la PCR y desde ese momento solo se realizaban pruebas a personas con criterios de gravedad y a profesionales sanitarios. Como en la Región la epidemia iba retrasada con respecto al resto de España y la mayor parte de las pruebas positivas se han producido a partir de esa fecha, el porcentaje de sanitarios entre los positivos tiene que ser lógicamente superior al del resto de comunidades en donde la epidemia estaba más extendida antes del cambio de criterio.
–El pasado 26 de febrero, usted elaboró una especie de guía para alumnos y profesores de la Universidad de Murcia con consejos sobre el coronavirus y cómo prevenirlo, en el que incluso daba recomendaciones acerca de «qué hacer» si estudiantes o docentes viajaban a Italia, donde el Covid-19 comenzaba a hacer estragos. En ese mismo documento, mostraba su confianza en que las autoridades sanitarias italianas establecieran medidas de contención para minimizar el riesgo de transmisión de la enfermedad. A día de hoy, Italia y España están prácticamente igualadas a casos. ¿Le ha sorprendido el devenir de los acontecimientos?
–Muchos de los profesionales que trabajamos en este campo nos hemos visto sorprendidos. Hasta hace unas semanas la información que se trasladaba desde los organismos internacionales y nacionales era que la estrategia de contención podía funcionar, que estaba de hecho funcionando, pero evidentemente no ha sido así. Hay que tener en cuenta que la última vez que el mundo había vivido una situación similar fue hace 102 años con la mal llamada 'gripe española'. Con la experiencia que tenemos ahora de esta situación, está claro que se hubiera actuado de forma diferente.
–¿Se ha infravalorado el riesgo real que existía?
–En el año 2003 hubo una infección por otro coronavirus (SARS) que se extendió a una docena de países de tres continentes, y que pese a producir más de 8.000 casos pudo ser contenido y erradicado. Para muchos especialistas esta referencia hizo creer que existía una posibilidad real de contención e incluso de eliminación del virus. Pero hay varios elementos que son muy diferentes entre los dos virus y que no se valoraron de forma adecuada. Por un lado, que el coronavirus es mucho más transmisible. Mientras que el SARS producía infección pulmonar, la enfermedad de Covid-19 se caracteriza por infección de las vías respiratorias superiores, lo que facilita la diseminación del virus. El nuevo coronavirus puede transmitirse por asintomáticos y también en el periodo de incubación, lo que dificulta aún más las medidas de control. Y por último, la velocidad de propagación es muy rápida, exponencial, haciendo que retrasar la toma de decisiones unos días tenga consecuencias importantes. Por tanto, creo que sí se infravaloró el riesgo real.
–¿Qué medidas hubiera adoptado usted que, a su juicio, no se practicaron o se ejecutaron mal?
–El control de una epidemia se basa en identificar la fuente de infección y aislarla del resto de la población susceptible. La única forma de controlarla es conocer quién está infectado y para ello hay que hacer pruebas. Y si no hacemos pruebas de forma masiva es imposible conocer la magnitud real de la epidemia y establecer medidas de control efectivas. Pero ante la imposibilidad de adquirir las unidades necesarias por su escasez, la estrategia que siguió el Ministerio fue la adecuada al orientar la realización de las pruebas a los contactos. De todas formas, hay que tener en cuenta que hoy conocemos también algunos aspectos de la transmisión del virus que en aquel momento no estaban claros. En concreto, la capacidad de transmitirse la enfermedad en el período de incubación (1-2 días antes de la aparición de síntomas) y la existencia de personas que pueden transmitir la infección aunque sean asintomáticas. Una consecuencia de esta mala comprensión inicial es que con las pruebas que se estaban haciendo a las personas sintomáticas no estábamos capturando la carga real de infección en la población. Pero evidentemente, estas valoraciones son fáciles de realizar de forma retrospectiva.
RESIDENCIAS DE MAYORES
–Un gran porcentaje de los infectados en todo el país se contagiaron tras visitar Madrid o después de haber estado en contacto con personas de allí. También proliferan las voces que vinculan la propagación del virus con la macromanifestación del 8-M en la capital, en la que participaron cientos de miles de personas. ¿Piensa usted lo mismo?
–La realización de cualquier acto multitudinario en una situación de epidemia evidentemente es un riesgo, pero no creo que pueda atribuirse a un único evento. En esas mismas fechas se celebraron partidos de fútbol, algunos internacionales; hubo otros muchos eventos sociales, y todos esos son escenarios en los que el virus de extiende con gran facilidad. Indudablemente, vistas las consecuencias, fue un error el no haber tomado medidas más drásticas antes, entre ellas prohibir manifestaciones y actos públicos. El problema es que la toma de medidas difíciles socialmente se hace posible cuando existe una percepción social del riesgo que de alguna forma justifique y apoye esas medidas. Quizás el principal problema que tuvimos inicialmente en España es que, incluso cuando la situación en Italia se mostraba como complicada, seguía existiendo una percepción de riesgo que no acompañaba suficientemente esas medidas.
–Hoy se cumplen tres semanas de la entrada en vigor del estado de alarma. ¿Considera que se debió decretar antes la orden de confinamiento de la población?
–Con los datos de que disponemos ahora, evidentemente sí. Si tuviéramos que aconsejar a un país que está en el inicio de la epidemia, la recomendación sería hacerlo cuanto antes.
–¿Es usted partidario de prolongar el confinamiento hasta el 26 abril, como se decidió ayer?
–Entiendo que pronto deberán revisarse algunas de las condiciones del confinamiento, especialmente aquellas que limitan la actividad a los servicios esenciales. En la situación actual, una vez que se haya controlado la transmisión, se podría volver de forma ordenada a la actividad económica, con la utilización de todas las medidas preventivas necesarias, y controlando los nuevos casos y la capacidad del sistema de salud de asimilar los positivos que puedan producirse.
–Desde la Organización Mundial de la Salud se asegura que el confinamiento por sí solo no es suficiente para atajar el avance de la epidemia, y se insiste en la importancia de realizar más test.
–Coincido en que deberíamos hacer muchas más pruebas, pero existen limitaciones objetivas porque son muchos los países, no solo el nuestro, que tienen dificultad para conseguirlas.
–¿No cree que la estrategia del Ministerio debería orientarse a realizar test masivos a la ciudadanía para aislar los focos y atajar de raíz el problema?
–Sí, creo que sería lo deseable. De hecho, el ejemplo que se cita con frecuencia de Corea del Sur se ha basado precisamente en esta estrategia.
–Ya han llegado a la Región los primeros 6.000 test rápidos, aunque solo serán válidos a partir de 7 u 8 días del contagio. ¿Hasta qué punto resultarán útiles?
CONFINAMIENTO
–Estos test rápidos van dirigidos a determinar la presencia de anticuerpos. Es decir, a conocer si la persona ha estado expuesta al virus. No nos sirven para el diagnóstico inicial de la infección, pero sí para saber si una persona ha sido o no infectada. En el manejo de una epidemia, además del diagnóstico de los casos, es también muy importante conocer quién ha estado expuesto al virus, ya que sabemos que hay algunas formas de infección que son muy leves o incluso asintomáticas. Seis mil pruebas nos permiten comenzar, pero son pocas. Esperemos contar con más en un futuro próximo.
–¿Qué opina de que se esté dejando marchar con sus familiares, sin hacerles las pruebas antes, a internos en residencias de mayores donde ha habido positivos e incluso muertes?
–En una situación en que no haya limitación en el número de pruebas disponibles lo lógico sería hacerlas a todas las personas que puedan haber convivido con alguien infectado cuando se trate de una residencia o una institución cerrada. Esa sería la situación deseable y la que nos permitiría llevar a cabo una estrategia de control adecuada. Sin embargo, las indicaciones del Ministerio son que la detección precoz de la enfermedad debe realizarse únicamente a personas con infección respiratoria aguda hospitalizada o que cumplan criterios de ingreso hospitalario. Para los residentes de instituciones cerradas se puede contemplar únicamente si tienen una infección respiratoria.
–Tampoco se están haciendo pruebas post mortem a ancianos que están falleciendo durante esta crisis sanitaria sin saber si tenían o no el virus.
–Lo deseable sería efectuar la prueba en estas circunstancias, aunque esta situación tampoco está contemplada por el Ministerio, que además recomienda no realizar la autopsia por el riesgo biológico de contagio.
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