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Fernando López Miras se ha despojado del estigma de ser un presidente accidental, sustituto, puesto a dedo por su antecesor Pedro Antonio Sánchez. Ayer ganó la legitimidad plena que confiere el paso por la urnas, después de dos meses de vértigo, tras vencer la incompatibilidad de dos socios que han aparcado lo mucho que les separa -echando tierra encima- para que prevalezca lo poco que les une: el Gobierno se hizo carne, que es lo que les importa realmente al PP y Ciudadanos, y mañana será otro día. Tiempo habrá de pelearse con Vox, el tercero en discordia, cuando se presente la ocasión.
El presidente también ha conjurado una rebelión latente dentro del Partido Popular; al menos la manifestación inminente de un sector crítico cuyo descontento se ha apaciguado, pero no ha desaparecido. La pérdida del poder de la Comunidad Autónoma habría acarreado una crisis interna demoledora para los populares, para la que no faltaban actores dispuestos a exigir explicaciones y ajustar cuentas.
Nada más relevar a Sánchez para ejercer el poder vicario emanado de aquél, López Miras tuvo que someterse a un plebiscito interno para acallar las críticas y ganar legitimidad en el partido. Ahora, con la reválida en San Esteban, y otros cuatro años de gobierno con el sello popular (serán 28), López Miras ha evitado el cisma y ha acrecentado su control en el PP, en comandita con Teodoro García y un buen número de fieles bien colocados en la Administración regional y en los ayuntamientos, muchos de ellos de la 'cosecha' de Pedro Antonio Sánchez, que sigue siendo un amigo para sus amigos.
Pese a perder las elecciones ante Diego Conesa por un escaño de diferencia, López Miras se lo ha trabajado para llegar, ayer, hasta el templo desacralizado de San Esteban. Fue conducido hasta el altar por su inseparable Teodoro García; flanqueado luego bajo el retablo por el ministro de Cultura en funciones, José Guirao, y el presidente de la Asamblea Regional, Alberto Castillo. Siempre que la segunda autoridad regional aparece con toda la pompa institucional, no falta cristiano que comente, ayer sin ir más lejos, la suerte de este político de nuevo cuño, sobre todo por parte de quienes mejor conocen su trayectoria.
Con un boato innecesario, entre abundantes genuflexiones y besamanos, López Mira se sintió más presidente que en la legislatura anterior. Como no podía ser de otra forma, flirteó con el adanismo propio de quienes hacen borrón y cuenta nueva para inaugurar otro siglo de las luces, una nueva era política, con la aquiescencia de Ciudadanos y Vox.
El expresidente Ramón Luis Valcárcel -dispuesto a mediar en el partido si la situación hubiera requerido su papel de pacificador- acaparó parte del protagonismo, recibiendo efusivos abrazos y saludos tras su regreso de Flandes. Su presencia en la ceremonia de coronación representa un espaldarazo a López Miras, después del choque que se produjo en aquel sonado comité ejecutivo postelectoral del PP. Valcárcel también asistió en el año 2015 al nombramiento de su delfín Sánchez, pero cada momento tiene su afán y ayer tocaba cerrar filas con Miras.
Bajo los muros del templo recién restaurando también se dejó ver David Conesa, exasesor de Pedro Antonio Sánchez y otrora influyente edecán de San Esteban, quien departió amigablemente con el diputado socialista y portavoz del PSRM Francisco Lucas. El mundo es un pañuelo. En la amplia lista de invitados ganó por número el sector agrario, que siempre está en las oraciones de los dirigentes políticos, sobre todo del PP y PSOE. La causa del agua y la importancia del sector agroalimentario estuvo en el centro de los relatos de José Guirao y de López Miras.
El ministro de Cultura llevaba un guion bien preparado con los principales retos de la Región, que no leyó, sino que expuso con conocimiento de causa. Destacó el éxito incontestable de la «huerta de Europa» y de la industria agroalimentaria, y al mismo tiempo dijo que el Trasvase Tajo-Segura está funcionando, dejando la incógnita de los efectos del cambio climático y de la búsqueda de un equilibrio ante la escasez de agua. Que cada cual lo interprete a su manera. También avanzó que las medidas para lograr el vertido cero al Mar Menor están al caer.
López Miras prometió lealtad y reivindicación ante un Gobierno central preso de la interinidad y al borde de unas nuevas elecciones. La Región seguirá esperando para ver resueltos sus principales problemas. Teodoro García explicó la estrategia del PP para intentar sumar apoyos en el Congreso y postular a Pablo Casado como presidente.
Los últimos flecos para la composición del Gobierno tenían en vilo a los consejeros y altos cargos en funciones. Isabel Franco, que salió escopetada de la iglesia camino de Madrid, propuso a la cúpula nacional de Ciudadanos varios nombres para cubrir las consejerías de Transparencia y Administración Pública y de Universidades, Empleo e Innovación. Por parte del PP quedaba algún cabo suelto. Entre los nombres nuevos se barajaban los de Cristina Sánchez y Antonio Luengo.
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