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ARTÍCULOS

Teoría del café

JOSÉ PERONA

Martes, 3 de abril 2007, 04:09

Como signo irrefutable de que se acerca el tiempo verborreico de las elecciones, el pueblo fue convocado a una rueda de preguntas con el presidente del Gobierno y, según oigo y leo, el pueblo hizo de pueblo. No preguntó sobre las OPAs hostiles manejadas al albur del color político de los gobiernos de turno, sobre los Hedge founds, sobre el capital de los fondos de pensiones que se ocultan bajo empresas llamadas nacionalistas o nacionales, sobre los 50 millones de euros que cobran de jubilación unas tres mil familias de las familias de toda la vida No. Como han resaltado las ocho mil columnas de periodistas e intelectuales que se informan sobre la realidad real en el ambigú del hotel Palace, de Madrid, la pregunta estrella fue la del precio del café y la respuesta del presidente, que lo toma a 0,72 euros en la muy subvencionada cafetería del Congreso de los Diputados.

Pero los que somos muy cafeteros echamos de menos algunas complejidades. Verbigratia. ¿Cuánto cuesta un capuccino en la piazza della Signoria de Florencia, frente a la Loggia dei Lanci? ¿Y en el café Greco, en la vía dei Condotti, de Roma? ¿Y en el Florian, en la plaza de San Marcos de Venecia? Pongamos que 4,5 euros, si no más.

Item más. Visiten, al menos los letraheridos del existencialismo y supervivientes arcaicos del 68, algunos cafés de París como el de Flore, en Saint Germain des Préss, o los archiconocidos de la Paix y Procope y pidan, pidan, un café exprés o un café crème y luego me lo cuentan.

Eso, en cuanto a las cafeterías para turistas de megapíxeles. Otras complejidades quedaron aparcadas. Por ejemplo. ¿El precio se refería al café natural o torrefacto, al soluble o al descafeinado, a los hechos con las marcas populares como Saimaza, Bonka o Marcilla o al cortado, al bombón, al Belmonte, al descafeinado con leche, a un café con una nube de leche, al café con leche largo de café o corto de café ?

Item más. Sin necesidad de ir a los cafés de Madrid, muy, muy literaturizados, como La Fontana de Oro, el Lardhy, el Gijón o el Pombo, pasen a una cualquiera de las cafeterías que frecuentan y pidan un café con uno de los siguientes apellidos: un Moka o un Sidamo de Etiopía, un café Bucaramanga, de Colombia, un Minas Gerais, de Brasil, un Blue Mountain, de Jamaica y, si se ponen estupendos, pidan un Strictly Hard Bean y luego me lo cuentan. El sabor y el precio, claro.

Además, la pregunta del pueblo era arcaizante, elegíaca, como las reivindicaciones nacionalistas. Las vanguardias estéticas de la E.S.O. y de las dietas en flor de liposucciones varias se han pasado en masa a las infusiones, a los tés de varios colores y otras hierbas aromáticas, a los refrescos imbebibles, todos, todos, enlatados.

¿Qué decir? Tal vez no habría nada que añadir. Pero yo sí haré una última recomendación. Arcaizante como el pueblo, claro.

Si todavía mantienen un mínimo contacto con la reflexión, con el café y con la cultura del café, permítanme que les recomiende un libro excelente pensado en una de las cafeterías arriba mencionadas hace un tiempo. Se llama Cuadernos del café Greco, de María Zambrano. Luego, cuando lo acaben, pongan un programa de Telecinco que se titula Cámera Café. Un solo episodio bastará.

La erradicación de la civilización y el triunfo de la barbarie tiene que ver, y mucho, con la sustitución de los antiguos cafés que fueron un centro de cultura, tertulias literarias, óperas, libros y conversaciones pausadas por esas máquinas de agua de cebada donde el café vale 0,45. euros y las conversaciones de plástico y las risotadas de gladiadores y pueblo-pueblo que se producen mientras cae el agua a esos horrendos vasos. De plástico, claro. Frases de plástico emitidas por gentes de cristal líquido para telespectadores de plástico.

¿Cómo dice? ¿Que pertenece usted a esa policía del pensamiento, de raíz eugenésica, que ha prohibido el tabaco, el vino y, pronto, prohibirá el café? ¿Que Memorias de África es un libro facha? Acabáramos.

Me tomaré un Blue Mountain acompañado con un Partagás. A mi salud, naturalmente.

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