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Susana Martínez-Rodríguez, titular de Historia Económica de la UMU. JAVIER CARRIÓN / AGM
«Hay que poner cuotas obligatorias para incorporar a la mujer a los órganos de dirección»

«Hay que poner cuotas obligatorias para incorporar a la mujer a los órganos de dirección»

Susana Martínez-Rodríguez ·

La investigación de la profesora titular de Historia Económica de la UMU en la revista 'Business History' revela la aportación femenina al desarrollo mercantil español desde finales del siglo XIX hasta antes de la Guerra Civil

Lunes, 11 de febrero 2019, 07:35

Susana Martínez-Rodríguez (Muros de San Pedro. La Coruña, 1976) es profesora titular de Historia Económica en la Universidad de Murcia (UMU). Llegó a la Facultad de Economía en 2010, después de haber estado en las universidades de York (Reino Unido), Florencia (Italia), Yale (Estados Unidos) y la Autónoma de Barcelona (UAB). Forma parte de esas generaciones de titulados que, a pesar de estar bien preparados, tuvieron que irse en busca de oportunidades. Y aunque asentada ya en Murcia, donde su próximo reto personal es emular los cordiales de su abuela política Lola, porque los paparajotes ya los domina, no mira con añoranza esa etapa, ya que sigue manteniendo un perfil investigador internacional con estancias en la institución norteamericana y en centros de otros países. Hoy expone su trabajo, junto a otras investigadoras, en la jornada '¿Qué hace la mujer en la ciencia?', que se celebra en el salón de Grados de la Facultad de Comunicación y Documentación de la UMU y se enmarca en las actividades del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

-Usted está embarcada en varias líneas de investigación vinculadas al análisis histórico empresarial y, especialmente, al papel de las primeras mujeres en sociedades mercantiles en España, ¿cómo ve esa evolución?, ¿cree que se ha dado ya el gran salto en este siglo XXI?

-España no es una referencia en cuanto al peso de la mujer en el mundo de la empresa. Para nada. Y aunque es verdad que en los últimos tiempos este país ha roto una lanza en favor de la igualdad y la diversidad a nivel europeo, con una Ley de Igualdad desde 2007 y un Código de Buen Gobierno de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), con una serie de recomendaciones -denominadas cuotas blandas- para que exista un porcentaje determinado de consejeras, la realidad es que no está funcionando. La Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) advierte de que, si seguimos a este ritmo, podemos tardar más de veinte años en llegar a las cuotas recomendadas, como es que haya al menos un 40% de presencia femenina en la alta dirección de las empresas, ya que en la actualidad no se alcanza ni al 20%.

-¿Son muchos los obstáculos que tiene que superar la mujer en su carrera en el mundo económico?

-Hay condicionantes ambientales, pero, afortunadamente, las condiciones educativas cada vez se van superando más, porque en España la formación ha avanzado mucho. Pero también es verdad que históricamente había una deficiencia en la formación. Así que está claro que el contexto nos marca. De ahí que un varón, a la hora de invertir, disponía de lazos en la familia, amigos y conocidos, mientras que los vínculos de una mujer casi siempre se quedaban reducidos a su familia.

Similar a Europa

-En este terreno, ¿hemos estado también a la cola con respecto a lo que ocurría en otros países?

-Los datos de la investigación que he realizado sobre las mujeres en las sociedades mercantiles en España (1886-1936) desvelan que la evolución de las primeras mujeres empresarias tiene similitud a las de otros países europeos: entre un 10-15% de todos los fundadores de empresas eran mujeres en el primer tercio del siglo XX. Esto encaja con las cifras que existían en Inglaterra y en otras zonas de Europa en el inicio de la revolución industrial. Así que no andábamos tan desparejados.

-Pioneras con un papel relevante.

-Es que aquellas mujeres no eran un simple adorno en las empresas, puesto que participaban en la gestión. En el trabajo con los registros mercantiles descubrí que figuran en las escrituras de las sociedades, a veces con funciones concretas, lo que desvela que, aunque aparezcan a veces como «sus labores», en realidad eran comerciantes cualificadas. Además, casi un 70% de las mujeres tienen algún lazo familiar con alguno o con los demás miembros masculinos de la empresa. La explicación reside en que las leyes hereditarias españolas favorecían en aquellos años que accedieran a la propiedad de inmuebles, algo que no sucedía en muchos países europeos. Aparte, muchas otras no figuraban como socias legales.

-Pero en la cultura empresarial de este país parece que la mujer siempre ha aceptado un rol secundario.

-Cuesta romper moldes, pero hay que hacerlo. Porque es una ganancia social en la que todos estamos involucrados y a todos nos interesa, porque se genera más riqueza y tendremos una sociedad más abierta. Un aspecto curioso que se da en las mercantiles con mujeres en la etapa de inicio de la modernización es que eran menos democráticas, entendiendo por tal que delegan la toma de decisiones a una sola persona de la empresa, mientras que en las entidades formadas por hombres no delegan. La explicación se debe al papel en segundo plano de la mujer y que cedía su puesto o confiaba en un varón familiar. Y es que ellas, a veces, están en el negocio para acompañar a otro familiar. Aunque esto no debe verse como algo negativo, ya que también se aprecia en Estados Unidos con la difusión del desarrollo industrial, cuando se incluyen a más socios de una misma familia en la escritura legal.

-¿Y cuál debe ser el camino para que sea una realidad la incorporación de más mujeres a los máximos puestos de dirección?

-Lo que hay que poner son cuotas obligatorias. Lo dice la propia Fedea, que es un organismo muy serio. Porque eso es lo que ha funcionado. En Alemania tienen cuotas fijas; en Francia establecieron el 40%. Es la única manera de romper el techo de cristal, que está ahí. Por ejemplo, en la Universidad de Murcia tenemos ya más chicas que chicos estudiando, así que hay un talento femenino que se está desaprovechando. Además de lo que supone desperdiciar recursos cuando mujeres formadas acaban infraubicadas en el mercado de trabajo.

«Los derechos, por encima»

-¿Es imprescindible que la Administración regule por ley el peso femenino en el tejido productivo?

-Absolutamente. Son necesarias las cuotas obligatorias. Esa es mi visión. Respeto que otros tengan otra y soy consciente de que hay criterios neoliberales que están ligados a cuestiones personales, pero yo no apoyo eso. Creo que los derechos están por encima y no son irreversibles. Por eso es clave la legislación para impulsar.

-Pero, ¿eso no podría contradecir la propia esencia del mercado libre?

-Yo no lo veo así. El ejemplo más claro es España a principios del siglo XX, con la aplicación de leyes de protección para los trabajadores. Está claro que el mercado funciona y lo hace mejor cuando está regulado.

-En el caso de sociedades tradicionales, de carácter más rural y conservador, como puede ser la Región de Murcia, ¿cómo es esa evolución?

-No puedo hablar de lo que no he conocido, pero sí he vivido la Galicia rural, donde las mujeres tienen una historia de emigración y de independencia económica. Pero yo creo que la sociedad en general ha avanzado y necesitamos seguir en esa dirección.

-Más allá del sector privado, ¿cómo acontece ese avance en igualdad en las administraciones públicas?

-En nuestro país tenemos en la actualidad unas cuotas de funcionalización femenina muy elevadas que, en parte, se deben a las mayores posibilidades de conciliación que da el sector público con respecto al privado. Pero, evidentemente, también hay empresas que son ejemplos de cómo se puede conciliar. Aunque hay que avanzar en ambos frentes. Y es que el hecho de que aquí exista un acceso a la maternidad tan tardío también está ligado a lo que se tarda en estabilizarse profesionalmente y a la dificultad de conciliar vida personal y laboral.

-¿Cree que debe impulsarse más el emprendimiento femenino?

-Es importante, pero como una vertiente más. Existen proyectos de emprendimiento, con iniciativas muy bonitas de mujeres, por ejemplo, en el mundo rural. Y con las nuevas tecnologías también ha cambiado el concepto de negocio, abriendo un mercado potencial a partir del ofrecimiento de un producto original.

-¿Qué visión especial puede aportar la mujer a la actividad económica y a los negocios?

-Hay muchos estudios que señalan que la incorporación de mujeres en altas cotas de poder lo que va a dar es una visión más amplia a los negocios, porque van a aportar elementos de empatía que hasta ahora no han estado valorados como tal en la toma de decisiones. Así, van a ofrecer prismas más amplios desde una pluralidad mayor.

-El modelo predominante de empresas familiares, tal y como pasa en nuestra Región, ¿en qué medida puede influir a elevar la cuota de poder femenina?

-Existe una grandísima tradición en España de las sociedades familiares, con un dominio absoluto hasta los años 70. Y, evidentemente, en su seno, que es uno de sus defectos y virtudes, se reproducen las mismas pautas que hay en la propia familia. Por ello la importancia de trabajar en la dirección de la igualdad de género en todos los ámbitos. Y en ese terreno, el empoderamiento de la mujer es viable y necesario.

-¿Y cómo tiene que llegar ese empoderamiento?

-Pues debe ocurrir que no solo haya mujeres en el mercado laboral o que lleguen a los cuadros medios de mando, sino que entren en los órganos de decisiones más altos. Así, sí habrá un cambio social.

-De cara al futuro, ¿qué nuevos proyectos de investigación tiene ya en mente para su desarrollo?

-Con la Universidad de Yale sigo investigando sobre el desarrollo de las sociedades mercantiles en el XX en España. Aunque tras la investigación sobre la mujer en la empresa expuesta en el referido artículo publicado por la revista científica 'Business History', que he dirigido gracias a la financiación de la Fundación Séneca y el Ministerio de Economía, ahora estoy planificando otro proyecto que analiza cómo se comportaban las mujeres accionistas en España. Este tema es inédito aquí, aunque en Gran Bretaña ya desde hace años hay estudios que muestran cómo invertían su dinero en el XIX y cómo contribuyeron -con esa inversión- al desarrollo económico. Sin embargo, no sabemos nada sobre las inversionistas españolas, aunque sí las había. Encontramos ahorradoras que compraban acciones y mujeres con dinero que invertían y diversificaban su cartera. Y el primero de nuestros objetivos son las sociedades financieras y bancos.

Implicación en la Región

-Sin duda, otro eje para seguir a la vanguardia en el terreno investigador de la Historia Económica.

-La Universidad de París Nanterre me ha invitado, precisamente, a un seminario durante quince días porque allí tienen un proyecto internacional sobre Historia Financiera y su relación con las mujeres, bajo un enfoque que incluye desde prestamistas a inversoras, modernas trabajadoras en las oficinas de banca y, por supuesto, las primeras CEO. Así que, disponiendo de financiación, podríamos seguir la estela de las colegas francesas. Por otra parte, voy a representar a España en una Red Europea (COST Action) de 16 países sobre el valor patrimonial subterráneo, que en el caso de la Región se enfoca en las minas y, en concreto, en el valor patrimonialístico de La Unión.

-La mujer está en el centro de su mirada como investigadora...

-Me interesa mucho la diversidad de género en el mundo de la empresa y el empoderamiento femenino. Investigaciones en perspectiva histórica pueden aportar un concepto de legado necesario para visibilizar el papel que las mujeres, las empresarias y las emprendedoras han tenido en el desarrollo del tejido productivo contemporáneo. Desde la Facultad de Economía lidero una colaboración con la red de empresarios BNI para dar visibilidad a las empresarias de la Región de Murcia en las clases y fomentar vocaciones empresariales en nuestras estudiantes. Y, por último, estoy compilando estadísticas para un macroestudio desde el franquismo hasta la entrada en la Unión Europea, en el que existe interés por parte de la Universidad de Harvard.

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