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Isidoro Munir, dentro de la trinchera, y Pedro Moñino, sobre ella, muestran el través de una de las construcciones defensivas que esconde El Valle.
Cicatrices de guerra
LA RUTA CON UN PAR

Cicatrices de guerra

El Valle esconde 34 trincheras, tres refugios y tres nidos de ametralladoras, en el olvido desde la Contienda Civil

Pepa García

Viernes, 21 de octubre 2016, 17:01

Hoy les propongo descubrir un patrimonio olvidado, el de un sistema de defensa construido para proteger la más importante plaza fuerte de la Región, la ciudad portuaria de Cartagena. Paradójicamente, este sistema defensivo no forma parte de las conocidas baterías de costa que, desde Guardamar hasta Águilas, se diseñaron sobre todo para repeler ataques desde el mar o desde el aire. Es un núcleo de resistencia que se extiende por las sierras prelitorales para retener una posible ofensiva desde el interior y que se estableció a lo largo de la línea que dibujan Escalona, Altaona, Columbares, Carrascoy y Almenara. Precisamente el de El Valle es el más importante de estos núcleos de resistencia.

En el paseo nos guían Isidoro Munar y Pedro Moñino, dos murcianos andarines que llevan más de un año buscando e inventariando trincheras, refugios y casamatas. Unas infraestructuras que comenzaron a construirse en junio de 1937, en plena Guerra Civil, y se concluyeron en 1939. Su fin era evitar la eventual toma de Cartagena por las tropas nacionales, ya que la zona permanecía fiel a la República. Así, con un presupuesto de 1.000.600 pesetas, una auténtica fortuna para la época, cientos de civiles en paro, muchos alhameños, dieron forma a estos elementos defensivos, proyectados por el Teniente Coronel de Infantería de Marina Francisco Oliver. Por desgracia, todos estos restos permanecen en el olvido e Isidoro y Pedro los han enlazado en un sendero para rescatarlos y dar a conocer su historia, nuestra historia.

La ruta -de unos 10 km.- discurre entre El Valle Perdido y el Puerto de la Cadena, un territorio trufado de trincheras (ya han localizado 34), refugios subterráneos (3) y casamatas (3, que, en formación triangular, protegen desde ambos lados del Puerto de la Cadena y junto a la Venta de La Paloma el paso natural desde el valle del Segura hacia Cartagena). Dejen el coche en el aparcamiento que hay junto a las pistas deportivas de El Valle Perdido y desciendan por la carretera hasta los viveros forestales para, por la pista de tierra que sube hacia el Centro Ecuestre, comenzar el recorrido. Frente a un cartel que advierte que no deben dejar basuras en el monte (está a la derecha en el sentido de la marcha), deben coger un sendero que parte a la izquierda y está señalizado con hitos de piedra, para ascender a la loma más cercana.

El itinerario, un tanto lioso y rompepiernas, alterna subidas y bajadas a cerros y lomas próximos, y toma continuamente bifurcaciones, senderos y ramblas. Si prefieren salir a la aventura, no se despisten y sigan los hitos de piedra, pero si eligen ir sobre seguro, Isidoro ha colgado la ruta.

A unos pocos cientos de metros del inicio del sendero, se encuentra la primera trinchera, una línea que, en su mayoría a media ladera, se prolonga de forma intermitente hasta el Puerto de la Cadena.

En este primer tramo de trinchera podrán observar los elementos que comparten todas ellas: banqueta de tirador (un escalón elevado sobre el que se apostaban los efectivos que defendían la posición), parapeto (zona frontal en la que se apoyaban los tiradores y protegían con sacos de tierra), espaldón tarima (zona de circulación); través (tramo en forma de u para evitar que la onda expansiva, en caso de ataque con explosivos, acabará con todos los ocupantes); y desagüe (canalización para la evacuación del agua de lluvia).

Perfectamente construidas y con las huellas de los picos que las tallaron a mano en la piedra, se irán encontrando con las trincheras durante este maravilloso recorrido por antiguos caminos y senderos de El Valle. Muy cerca, bajando hacia la izquierda, pueden visitar el primero de los refugios. Excavado en la roca, enlucido en su interior y bastante bien conservado, debió de construirse para almacenar armamento pesado. Sin embargo, aseguran Isidoro y Pedro, en la zona no se libraron batallas, por lo que su uso, pese al esfuerzo ingente que requirió, fue prácticamente nulo.

También pasarán sobre el antiguo camino de la cantera (las guías de las ruedas están marcadas en la roca del firme) y por otras trincheras en las que aparece, según se han documentado Isidoro y Pedro, un elemento peculiar: los puestos avanzados de tiro para ametralladoras. «Son estructuras triangulares, adelantadas a la línea de trincheras, que no dificultaban el paso por el interior», explican.

También hay, aclaran, trincheras de transición. «Eran para moverse entre los distintos puestos de defensa sin correr peligro y se distinguen porque no tienen banqueta de tirador», cuentan. Durante el itinerario, recorrerán algunas.

También tendrán el placer de caminar por varias ramblas, la primera de ellas antes de subir a un cerro desde el que las vistas son increíbles. Un altozano desde el que se dominan todas las lomas estratégicas y que todavía conservan trincheras, puestos de tiro y de vigilancia.

Este itinerario, mimado por sus artífices y con gran potencial para el turismo sostenible cultural y de naturaleza -han presentado un proyecto en las consejerías de Turismo y Cultura para que se señalice, aunque solo han recibido respuesta de Cultura anunciándoles que lo archivan para tiempos mejores-, les lleva por unos maravillosos senderos que las últimas lluvias han reverdecido, cubierto de musgo y plagado de setas.

Especialmente atractiva es la rambla de la Paciencia -por la que se pasa a la ida y a la vuelta-, un cauce aprovechado históricamente por los pobladores de la zona, en el que, además de espino negro y palmitos, abundan las esparragueras y encontrarán carrascas con brotes tiernos, fruto de esta nueva primavera en la que se ha convertido el otoño murciano. Así, verán antiguas acequias en su lecho y también las guías de primitivos tablachos. Este monte urbano que es El Valle fue fuente de materias primas para sus moradores, prueba de ello son las canteras de arenisca junto a las que pasarán, así como las acequias de piedra tallada, hoy en desuso y en estado ruinoso, que encontrarán durante el itinerario.

Pasarán también junto a la Casa de la Tía Calavera, una vieja pastora con malas pulgas -dicen quienes la conocieron- y, casi al final, por la ruinosa casa de Juan Melgarejo, con su ermita almenada y su idílica alberca, rodeada de infinitas palmeras y enormes pinos. Disfruten a fondo de este recorrido que, por antiquísimos caminos, les conduce por El Valle más desconocido y rupestre.

También desfilarán junto a una cantera de láguena, que reconocerán por los colores violáceos de la tierra, y podrán visitar el Castillo del Portazgo superior, una residencia fortificada que se atribuye al Rey Lobo y se conserva en muy buen estado. Pegada a él, podrán curiosear en una de las tres casamatas, desde la que se domina la subida al Puerto de la Cadena. Es un nido permanente de ametralladoras doble en el que se ha hecho fuerte una supernumerosa familia de salamanquesas.

Ya solo queda continuar el descenso, un trayecto en el que es fácil que se crucen con piaras de cerdos vietnamitas mestizos (se han híbridado con jabalíes), y también visitar una trinchera que, en su interior, tiene excavado un refugio, para regresar por pista de nuevo hasta El Valle Perdido.

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