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Bomberos y guardias civiles, inspeccionando un pozo minero en La Unión, tras la desaparición. Arriba una foto de Ángel Manuel González. J. M. Rodríguez
«Pienso en él todos los días de mi vida»

«Pienso en él todos los días de mi vida»

La desaparición de Ángel Manuel González, 'el niño de La Unión', sigue sin respuesta un cuarto de siglo después. Los padres del menor están convencidos de que fue asesinado y su cuerpo arrojado a un pozo minero

Alicia Negre

Murcia

Miércoles, 28 de marzo 2018, 00:11

Pasan los años, uno tras otro, pero el dolor sigue intacto, guarecido en lo más hondo para poder seguir adelante. La vida de Ángeles García y su marido, Manuel González, se detuvo la madrugada del 26 de marzo de 1993, cuando su hijo, Ángel Manuel González, que tenía entonces 16 años, desapareció sin dejar rastro. Ayer se cumplió un cuarto de siglo de la ausencia del 'niño de La Unión', un interrogante para el que su familia no espera ya respuesta. «Estamos convencidos de que lo mataron y lo tiraron a un pozo», remarca Ángeles, mientras batalla con un nudo en la garganta. «No nos queda ninguna esperanza».

El rastro de este joven, estudiante de segundo de Administrativo en Formación Profesional, se esfumó aquella madrugada, hace ya 25 años, cuando regresaba de la discoteca Weekend. Uno de sus conocidos, Pedro P. 'Nicky', que tenía 23 años, explicó por aquel entonces a los investigadores de la Guardia Civil que le acompañó a casa y que sus rumbos se separaron apenas a 200 metros del chalé donde vivía Ángel Manuel, en la barriada Sierra Minera. Este testigo, ya fallecido -su cuerpo apareció en el verano de 2009 en su vivienda de Playa Honda-, no arrojó mucha más luz sobre los motivos por los que el chaval nunca llegó a casa.

«Lo mataron y lo tiraron a un pozo, y aquí al que tiran a un pozo no lo encuentra nadie», lamenta su madre

Un chirrido que cortó la noche

Una de las pocas pistas del caso la ofreció una vecina, que esa noche se despertó sobresaltada con el chirrido estridente de unos neumáticos en la puerta de su casa. «Estaba pendiente de la llegada de mi hijo, que trabajaba en un bar de copas, y me asomé a la ventana», relató por aquel entonces. «Vi un coche oscuro parado en la carretera pero no me fijé en nada más». Las huellas de frenada que se encontraron en la carretera junto a la vivienda de Ángel Manuel -en la salida de La Unión hacia El Algar- confirmaron que la vecina estaba en lo cierto y que alguien detuvo su coche de manera sorpresiva en la zona antes de emprender de nuevo la marcha.

«Estoy segura de que nunca se sabrá. Tendremos que vivir con esta calvario hasta que el Señor quiera»

Muchos especialistas policiales trataron de encontrar una respuesta a la enigmática desaparición del adolescente, pero ninguno de los hilos de los que se tiró dio resultado y la investigación se acabó estancando. En los interrogatorios surgió el nombre de un guardia civil, un agente que en aquella fecha prestaba servicio en la cuartel de El Algar y al que Asuntos Internos sometió a un exhaustivo seguimiento. Aunque de las pesquisas surgieron algunos datos llamativos -como el hecho de que el agente hubiese dispuesto de tres días de asuntos propios coincidiendo con la desaparición de Ángel Manuel-, estos no ofrecieron más terreno para montar una acusación. Los padres del adolescente están convencidos, sin embargo, de que ese hombre se marchó del municipio con muchos secretos a cuestas. «Estuvo tres días de asuntos propios», lamenta Ángeles. «No le buscaron ni registraron su coche hasta 48 horas después». La familia reconoce, no obstante, que hace un cuarto de siglo tampoco se contaba con los avanzados medios de investigación que existen en la actualidad.

La batalla de un padre

La familia de Ángel Manuel ha tenido que enfrentarse estos años a la tristeza de ir arrancando las páginas del calendario sin tener noticias de la suerte que corrió el chico. Ángeles reconoce que han perdido la esperanza y que no aguardan ya un final feliz. «Estoy segura de que nunca se sabrá», lamenta. «Le mataron y le tiraron a un pozo, y aquí al que tiran a un pozo no lo encuentra nadie».

En una búsqueda incesante por hallar respuestas, bomberos y guardias civiles buscaron al menor en más de una treintena de galerías mineras. Manuel, el padre, mantuvo decenas de entrevistas con autoridades públicas, jueces y fiscales, mandos policiales... y luchó por mantener la investigación viva el mayor tiempo posible, aunque esta se archivó judicialmente hace ya décadas.

A día de hoy, Ángeles y Manuel luchan por seguir adelante acompañados de sus otros ocho hijos y sus 17 nietos, aunque, reconoce su madre, es una tarea ardua. «Pensé que se me pasaría algo con el tiempo, pero no es así. Pienso en él todos los días de mi vida», remarca la madre. «Tendremos que vivir con este calvario hasta que el Señor quiera».

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