

Secciones
Servicios
Destacamos
Pepe Álvarez (Belmonte de Miranda, Asturias, 1956) afronta desde noviembre su tercer y último mandato como secretario general de la Unión General de Trabajadores ( ... UGT). Un cargo que asumió en 2016 tras haber ejercido durante tres lustros como líder del sindicato en Cataluña, la tierra a la que emigró de niño con sus padres. Este fin de semana asistió en Murcia al relevo en la cúpula de su organización en la Región.
-Acompañó el viernes en su adiós a una figura sindical de referencia como Antonio Jiménez, ¿cómo ve la nueva etapa que se abre con Paqui Sánchez en la secretaría?
-Lo primero de todo es que se va uno de los sindicalistas más importantes en esta época que nos toca vivir, y un referente también en la confederación. Porque es una persona que ha dejado huella durante todos estos años que ha estado al frente de UGT-RM. Siempre con mucha cabeza, un hombre reflexivo. Además, personalmente tengo una relación muy estrecha con él. Y fue uno de mis apoyos en la candidatura que presenté en 2016. Por otro lado, siempre que se va alguien como él, que ha estado 16 años, es evidente que se abre una nueva etapa. Pero, igualmente, habría que hacerla si hubiera continuado, ya que las cosas cambian y hay nuevos retos. Por tanto, estamos ante una situación con la llegada de la nueva secretaria general, que creo sinceramente se va a visualizar con un UGT renovado y muy potente.
-En su caso, asume un nuevo mandato a nivel confederal, ¿con qué expectativas lo hace?; ¿debe avanzarse por otros caminos en la defensa de los trabajadores?
-La renovación del sindicalismo es algo permanente. Los dirigentes tenemos que levantarnos cada día con la idea de que hay algo nuevo por hacer y que hay cosas que cambiar. Porque el mundo del trabajo evoluciona, así como las expectativas y necesidades de los trabajadores. Así se hace en UGT de manera paulatina, como una máquina silenciosa que funciona cada día. Somos una organización que tiene alrededor de 108.000 personas en España que son delegadas en los centros de trabajo; y los sindicalistas, a diferencia de lo que ocurre con la política, cada día compartimos la jornada con nuestros electores. Así que, por tanto, esa interacción es algo que se transfiere a la organización de manera permanente. Pero tampoco hay que obviar que en los últimos años los cambios sociolaborales se producen con vértigo, por lo que desde ese punto de vista creo que necesitamos más agilidad a la hora de poder asumirlos.
-¿El auge de una economía más terciarizada, de servicios, en qué medida dificulta vuestro papel?
-Es evidente que hoy en día la empresa tradicional, el centro de trabajo, en muchos casos, es la plaza del pueblo, con mucha gente que se mueve permanentemente en pequeñas y medianas empresas, incluso muchos son autónomos que necesitan el soporte del sindicato. Por ejemplo, es lo que nos encontramos con los 'riders', a la espera de que los llamen para ir a recoger y entregar algún pedido. Así se aprecia más con el personal en el comercio y la hostelería. De ahí que tenemos que pensar que el sindicato tiene una nueva dimensión, y eso nos tiene que obligar a intentar que esa plaza la podamos mantener en la red. Ese es un trabajo que desarrollamos más, pese a las dificultades, porque la verdad es que no es nada sencillo y con los medios actuales cuesta.
-¿Existe una mayor dificultad para conectar con las nuevas generaciones, cuesta más que valoren la labor sindical?
-En general, creo que no. Tengo siempre una cierta discrepancia porque pienso con respecto a este tema de la juventud y su participación en la vida pública, que existe como un mantra que recuerdo se decía exactamente igual cuando yo era joven, en relación a que los jóvenes no participan, no se motivan. Lo único que creo simplemente que hay es un nivel de participación de los jóvenes insuficiente. En este sentido, claro que nos gustaría que hubiera mucho más, pero en todo caso no es tan diferente a lo que podía ocurrir hace 45 años cuando empezaba a implicarme en la vida sindical.
-Pero no son pocas las críticas que ustedes reciben y en muchos casos con ataques muy feroces.
-La diferencia que puede haber ahora es que la ultraderecha tiene una guerra diaria permanente contra las organizaciones sindicales, más aún con las redes sociales, lo que hace que haya que estar defendiéndose siempre, además de acusaciones sin nada concreto, en un intento de desprestigio continuo con mentiras que se intentan trasladar. Y, seguramente, habrá quien piense que eso nos aleja, al ponernos en el centro del pim pam pum en esta batalla de la extrema derecha. Sin embargo, los jóvenes cuando entran a un centro de trabajo y ven a los compañeros que están en el sindicato se dan cuenta de nuestra labor, más allá de lo que digan de nosotros. Porque la realidad es que tenemos a la gente más decente. Si no fuera así estaríamos muertos.
-Hablemos de los logros con la subida del salario mínimo y ahora con el reto de la reducción de la jornada laboral, ¿van a avanzar más con esas banderas?
-Vamos a seguir manteniéndolas porque nos comparemos con quien sea los salarios en España son muy bajos. En el caso de la Región de Murcia es la tercera autonomía donde la actualización del SMI es porcentualmente mayor. Y aunque es un territorio con un gran desarrollo agrario, con una parte industrial importante y con un potencial turístico -pese a la situación del Mar Menor-, sin embargo debería tener mejores salarios y condiciones de trabajo. Continuaremos con políticas de subidas salariales, que como se ha demostrado con el SMI son un elemento positivo desde el punto de vista de la mejora de la productividad, de la creación de empleo y del crecimiento económico. Avanzaremos en esa lucha, al igual que en reducir la jornada a 37,5 horas, y aún así estaremos por debajo de la media de los países de la UE.
-Los empresarios advierten del coste y de la pérdida de productividad que supone, ¿no les cree?
-Es que dicen lo mismo que han dicho siempre. Es un problema de inmovilismo absoluto. Porque la realidad es que se elevará más la productividad, ya que mejoran también desde el punto de vista tecnológico los sistemas productivos que tenemos. De modo que nos adaptaremos y, en algunos casos, reduciremos las estúpidas jornadas de apertura que tiene el comercio y la hostelería en España, que no es comparable con lo que ocurre en otros países. Porque es absolutamente innecesario. Y es que se puede vivir con tiendas y restaurantes abiertos menos tiempo. Aunque para nosotros las 37,5 horas es solo un paso. De hecho, en esta Región la media está en 39,06 (38,1 en España). Y aunque hay quien destaca que en Alemania la jornada máxima legal está en 40,5 horas, en realidad la media está más cerca de 32 que de 35; y si hablamos de Francia, la máxima legal es de 35.
-Pero el cambio tiene que ser progresivo para que no conlleve un perjuicio superior.
-Somos conscientes de que arrastrar a todos los sectores es complicado, como pasa en aquellos menos sindicados, donde hay menos convenios en buenas condiciones. Por lo que si no es con un cambio legislativo resultaría casi imposible. Así que los empresarios deberían de pensar que este es un tema que tenemos la posibilidad de negociarlo, acordarlo e implementarlo con los tiempos adecuados para que no cause dificultades a las empresas. Y eso al final redundaría en beneficio de todos. Porque también tienen que tener en cuenta que en algunos sectores si no se mejoran las condiciones, entre ellas la jornada, será muy difícil que encuentren personal. Y pueden volverse locos diciendo que no hay camareros o trabajadores para la construcción, pero tienen que saber que no los van a tener si no pagan mejor y se trabajan menos horas. Eso sí, tengo muy claro que cuando dentro de tres años miremos atrás nos daremos cuenta de que fue un elemento más de mejorar la vida de las personas, de reducir el tiempo de trabajo para poder vivir mejor.
-Algunos sectores les han declarado la guerra total, ¿cómo ve que les quieran quitar las ayudas públicas, tal como exige Vox en el ámbito de nuestra Comunidad?
-Hay que empezar en esta materia haciendo una cierta autocrítica. Los sindicatos durante mucho tiempo hemos reclamado subvenciones, mientras se nos han dado miserias, y casi siempre condicionadas a programas de actuación. Pienso que si en los años 80 nos hubiéramos plantado, esto no estaría como está. ¿Y por qué digo eso? Porque no vivimos de subvenciones. Además, si la Constitución Española nos da unas obligaciones, así como las leyes que se desarrollan, que dan derechos al conjunto de los trabajadores, parece que lo razonable es que ese trabajo no esté pagado solo por las cuotas de los afiliados, sino que el Estado pague la parte del todo. Con respecto a la postura de Vox, me parece que los trabajadores murcianos deben ser conscientes de que si quieren quitarnos esas partidas es porque desean que desaparezcan sus derechos, ya que los sindicatos de la Región van a tener menos dinero para poder representarlos mejor y que tengan mejores condiciones de todo tipo. Es así absolutamente.
-¿Cuál es la mejor manera de convencer a los incrédulos?
-Mira, una cuestión que me parece muy relevante es que si se comparan los convenios colectivos donde hay sindicación y donde no la hay, vemos que en la inmensa mayoría de las empresas o de los sectores donde existe esa fortaleza sindical los salarios pueden ser un 30% más altos y la jornada está por debajo de las 37,5 horas. Y eso es la manera mejor de ver cuál es el papel de los sindicatos, más allá de lo que algunos piensen. Porque muchos que votan a Vox también tienen los mismos problemas que el resto de trabajadores.
-¿Qué pueden hacer internamente para reivindicarse mejor?
-Tenemos que entrar en nuevas dinámicas, como hacemos ya en UGT, que en muy poco tiempo vamos a poder explicar partida por partida cuál es el coste que tiene la acción sindical a las que nos obligan las leyes, puesto que la realidad es que la subvención que recibimos ahora las organizaciones para hacer la acción sindical está muy cerca de cero. De hecho, la partida anual no cubre ni siquiera la mitad del gasto para hacer los planes de igualdad en las empresas. Y sin contar lo que nos cuesta la negociación de los convenios colectivos, o la interlocución para acudir en igualdad de condiciones ante la patronal y el propio Gobierno. Así que tenemos que trabajar mucho para quitar ese mantra que ha instalado la ultraderecha.
-En relación al diálogo social, ¿cómo se encuentran las relaciones actualmente con CEOE?
-Digamos que en general son más o menos como siempre, es decir, no hay una ruptura. Porque ni nosotros, ni ellos, tenemos ningún interés en que no sea así. La negociación en los convenios colectivos continúa, las relaciones se mantienen, porque tenemos intereses que salvaguardar tanto unos como otros. Y muchas veces nos ponemos de acuerdo, además con metas comunes que nos planteamos, muchas veces en las relaciones laborales, en las relaciones económicas del país, formativas. Ahora, es verdad que con el tema de la jornada laboral he encontrado una patronal que, francamente, en la primera fase parecía que íbamos a poder hablar e, incluso, hubo un momento en que pensaba que podríamos acordar, pero que de golpe cambió el discurso como si volviera a los siglos XVIII y XIX. En fin, me causa cierta sorpresa que no hayan aprendido nada. Porque nosotros lo hemos hecho, ya que cuando se pusieron en marcha las máquinas en la primera revolución industrial queríamos cargárnoslas, sin embargo aprendimos que no había que hacerlo, sino que había que repartir el beneficio de la máquina. Así que creo que los empresarios están como en aquel momento.
-Para acabar, me gustaría preguntarle por la importancia de los trabajadores inmigrantes, ¿nuestra sociedad lo valora?
-Creo que no. Habría que experimentar qué pasaría si todas las personas migrantes que trabajan para ganarse la vida en este país, o en la Región de Murcia, no fueran un día a su tarea. Sería bueno que lo visualizáramos. Qué íbamos a hacer con nuestros mayores. Quién iba a recolectar en el campo. Y así tantos sectores. Solo eso tendría que hacer cambiar los discursos xenófobos de aquellos que más los enfatizan, cuando son además los que tienen más personas migradas de las que viven. Eso me duele más, esa parte humana. Pues nosotros somos un país que ha emigrado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.