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CLAUDIO CABALLERO
Lunes, 3 de febrero 2020, 07:55
Fue en la primavera de 1865 cuando el tren se deslizó por primera vez por aquellas vías que, progresivamente, fueron enlazando los municipios de Tobarra, Hellín, Calasparra, Cieza, Abarán, Alcantarilla, Murcia y Torre Pacheco, entre otras localidades. Todos estos enclaves contaban con su propia ... estación, y algunas de ellas continúan en funcionamiento a día de hoy. Otras, sin embargo, corrieron peor suerte y fueron cerrando sus instalaciones. La última en ser clausurada fue la de Calasparra que, tras la entrada en funcionamiento de la variante del Camarillas, vio pasar su último tren el 2 de marzo de 2019. Hasta mediados del siglo XX, el tren constituía el único medio de transporte mecánico del que disponían los vecinos de muchos pueblos.
De hecho, muchas de estas pequeñas aldeas o núcleos rurales contaban con su propia estación o apeadero. Sin embargo y, desgraciadamente, algunos de estos edificios, construidos en el siglo XIX y de cierto valor arquitectónico, se encuentran hoy en día totalmente abandonados y en un estado de absoluta ruina. En la provincia de Albacete, entre arbustos y matorrales, se alza la vieja estación de la pedanía hellinera de Minateda. El edificio es un gran caserón de dos plantas que sirvió para tramitar el transporte de viajeros y mercancías procedentes de las minas de los alrededores, sobre todo las de la pedanía jumillana de La Celia, donde incluso se proyectó y se inició la construcción de una línea ferroviaria minera que, sin embargo, no llegó a funcionar.
Siguiendo el viaje y encarando ya las tierras murcianas, la otra estación de entidad del sur de la provincia de Albacete se encuentra en Agramón, la pedanía más importante de Hellín y que, en su día, constituyó un gran núcleo de comunicaciones y del transporte de mercancías. Esta estación sigue en funcionamiento y cuenta con su factor, aunque no está abierta al público. Su principal misión es la regulación del tráfico con una gran infraestructura y una vía de gran longitud para permitir que los transportes de mercancías funcionen. En el pasado, la comercialización constituyó su mayor actividad. En la desembocadura del río Mundo, la estación de Las Minas, también en Albacete, fue la principal de carga y transporte de azufre. Finalmente, fue la que peor suerte corrió, puesto que fue derribada a principios del siglo XXI. Actualmente, el Ayuntamiento de Hellín ya ha iniciado el proceso para que Adif ceda el uso de estas tres ultimas estaciones. Además, el Consistorio hellinero ya aprobó la creación de una línea ecoturística sin desmontar ninguna de las infraestructuras existentes, de manera que las estaciones puedan servir para uso turístico.
Ya en la Región de Murcia, la elegante estación de Calasparra fue la última en sumarse a esta relación de 'edificios fantasma', a pesar de que las autoridades insistieron en su día en que jamás cerraría. Lo hizo en marzo del pasado año, cuando entró en funcionamiento la variante del Camarillas. De estilo neomudéjar, canalizó durante 150 años todo el tráfico ferroviario del Noroeste murciano hacia la principal línea de comunicación con Madrid.
Corrían los años 50 del pasado siglo cuando el ciezano Pascual Salmerón comenzó a aprender a leer. Eran tiempos en los que las familias aún vivían en el campo y cualquier lugar se convertía en un improvisado colegio. Eso ocurrió en Cieza con el antiguo apeadero de La Macetúa, un edificio situado en pleno corazón de la huerta ciezana y donde el factor, don Pedro, ejerció de maestro y enseñó a leer a todos los niños de la zona.
Aquel apeadero, hoy convertido en un edificio en ruinas y que terminará por caer si más pronto que tarde nadie lo remedia, retrotrae a Pascual Salmerón a su infancia y juventud. «Aquel caserón no solo fue nuestro centro de enseñanza, también de reunión con amigos. Se llegaron a organizar incluso fiestas», cuenta con añoranza este ciezano.
La Macetúa, que también espera un plan para recuperar el esplendor de antaño, era el lugar de encuentro, de partida y de llegada de los campesinos. «La mayoría de los que allí vivíamos teníamos también casa o familiares en el pueblo, y el único medio de transporte era el tren. La estampa que tengo es la de mucha gente, sentada en los vagones y cargadas con animales, frutas y hortalizas».
La estación de la Macetúa estuvo funcionando hasta los años 60. El éxodo del campo a la ciudad y los nuevos medios de transporte, acabaron con más de un siglo de historia. Recientemente, varios colectivos de Cieza han solicitado al Ayuntamiento que agilice la cesión con Adif para preservar el edificio y convertirlo en un centro de interpretación de la floración.
Vías abajo, varias estaciones y apeaderos arrinconan también entre escombros y maleza una historia reciente en la que el tren fue un compañero indispensable en la vida de varias generaciones. Así, son ya historia o se encuentran abandonadas las estaciones de Lorquí, Alguazas, Torres de Costillas, Alcantarilla, Beniaján, Canteras, Reguerón, Sucina, y La Palma-Pozo Estrecho.
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