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Varios miembros de Mahasandhi meditan en la sala Gompa ante un gran Buda. Vicente Vicéns / AGM

Un paseo por Mahasandhi, un rincón del Tíbet escondido en Abanilla

Esta fundación sin ánimo de lucro reúne las tradiciones budistas e hinduistas, entre otras, en un espacio único «abierto a todos». En el entorno donde está ubicada se realizan diversas actividades y tienen proyectado el buda más grande de Europa

Domingo, 22 de enero 2023

Al norte de Abanilla, en un espacio de 100.000 metros cuadrados ubicado en un entorno natural al que le abraza el silencio y donde se respira paz, se encuentra un pedazo de la India más profunda. En lo alto del terreno, un gran Buda supervisa todo lo que ocurre unos metros más abajo. Justo donde Santi descansa en su casa, Giorgio desayuna y Robin trabaja con su portátil. Son las 10.00 de la mañana en la Fundación Mahasandhi, una comunidad que, como el silencio que la envuelve, pretende abrazar y acariciar el alma de aquellos que quieren conocerse a sí mismos o ser el punto de encuentro para los que se sienten perdidos.

Esta organización sin ánimo de lucro nació en 2009 después de que su maestro, José Manuel Cánovas, pusiera rumbo a la India, donde pasó 14 años, para estudiar filosofías orientales, recibir enseñanzas de los lamas tibetanos y conocer a fondo esta cultura. Al volver de ese retiro, este murciano impartió distintas charlas y, junto a sus integrantes, formó en Abanilla lo que hoy se llama Fundación Mahasandhi y cuenta ya con 70 adeptos de diversas partes del mundo.

Al entrar, el edificio principal da la bienvenida. En el interior está la joya de la corona: la sala Gompa, presidida por un Buda aún mayor que el de la loma. En India se trata del templo principal budista, mientras que en Abanilla es la primera construcción de Mahasandhi. Al abrir la puerta te recibe la inmensa imagen del dios budista. Las paredes se encuentran completamente engalanadas de instantáneas de maestros de esta religión, del hinduismo y del cristianismo. Conviven todas juntas. Dos imágenes de Jesucristo destacan junto al Buda. «La sala es un espacio abierto para sentirse uno mismo. Todas las religiones tienen cabida aquí. Mahasandhi le abre la puerta a todo el mundo para que encuentre las respuestas a preguntas tan esenciales como '¿Quién soy?' o '¿Por qué estoy aquí?'», comenta Adriana Nicolás.

Todo el que quiera puede hacerse socio por un precio mínimo de 10 euros al mes. De ellos, casi la mitad vive en este gigante rincón, un hogar que entre todos siguen haciendo cada día más grande. Es el caso de Giorgio, que llegó desde Italia, Robin, desde Francia o Santi, una murciana de 62 años que trabaja en un herbolario en la capital pero que cuando cada día regresa a Mahasandhi «es como volver a mi casa con mi familia».

Ellos son el motor que mueve la fundación. Junto a la veintena de miembros de la comunidad que viven allí, se encuentra un nutrido grupo de voluntarios procedentes de distintos países como Argentina o Rumanía. 'Viajar diferente, conectar globalmente' es el eslogan de la plataforma Workaway, a la que se sumó Mahasandhi para, otra vez, acercar Abanilla al mundo. «Es una aplicación en la que se da de alta gente que aloja y personas que solicitan trabajo. Son muchos los que han venido aquí para ayudarnos a cambio de alojamiento, comida y de participar en actividades. Artistas, escultores, videógrafos viven en nuestro albergue a cambio de hacer más grande esta organización», apuntan Zaida Olmos y Adriana Nicolás, dos miembros del patronato de la Fundación e integrantes de la comunidad.

Silencio sepulcral

Dentro, el silencio sigue siendo el mejor acompañante para contestar esas y otras incógnitas. Sus puertas están abiertas a todos los miembros de la comunidad en un horario concreto de mañana y tarde. En la sala, ante la atenta mirada del Buda, se llevan a cabo clases de meditación, de yoga y diversos talleres. No es hasta el último día de la semana cuando la Gompa abre de par en par y es accesible para todo el público. Cualquiera que se acerque al centro los domingos puede acceder a ella. Eso sí, es imprescindible dejar el calzado en la puerta. A cambio, todo el que quiera puede disfrutar de una esterilla para meditar unos minutos. El edificio principal también cuenta con una pequeña tienda en la que se pueden adquirir multitud de figuras, láminas, imágenes y prendas de ropa tibetana, un rincón idóneo si, además de en la mente, quieres llevarte un recuerdo físico.

El espacio exterior con el que cuenta la fundación es interminable. Cuenta con un salón, donde Giorgio ayuda a Ángeles, la cocinera, a elaborar los platos del menú de ese día y Robin no despega sus ojos del ordenador, hay que nutrir la página web y las redes de Mahasandhi. Frente a estos dos edificios se ubica otra de las joyas de más valor sentimental para la comunidad: una representación del árbol de Bodhi, la higuera debajo de la que Siddharta Gautama se sentó a meditar y alcanzó la iluminación. «Lo plantamos a partir de un esqueje que nos llevamos del mismo árbol donde el maestro encontró su camino». A su lado, las ocho estupas de Buddha que representan las ocho etapas de la vida: nacimiento, despertar, movimiento, milagros, descenso entre los humanos, reconciliación, la victoria, y la muerte.

Mahasandhi no para de crecer. Lleva haciéndolo 14 años y prepara el mejor regalo para el decimoquinto: un Buda de 30 metros de altura. Ese es uno de los proyectos estrella de la fundación y ya están en proceso las licencias. «El proyecto Amitabha es la creación de un lugar donde la gente tenga todas las herramientas para poder conectar consigo mismo. Se trata de un templo presidido por este Buda, que sería el más grande de Europa, donde se podrán hacer conciertos, rituales, meditación o enseñanzas al aire libre. Al igual que la gente acude al gimnasio para cultivar el cuerpo, aquí la gente puede venir para trabajar su interior, sus pensamientos, algo que nadie nos enseña», señalan Adriana y Zaida, deseosas de que pronto pueda comenzar la construcción porque están seguras de que será «un reclamo turístico para la ciudad y la Región».

Vicente Vicéns / AGM
Imagen principal - Un paseo por Mahasandhi, un rincón del Tíbet escondido en Abanilla
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Imagen secundaria 2 - Un paseo por Mahasandhi, un rincón del Tíbet escondido en Abanilla

Un paseo entre tradiciones

Cada paso por el inacabable entorno de la Fundación Mahasandhi te adentra en un mundo distinto, en una religión diferente, en una nueva cultura. Del budismo al hinduismo en unos segundos. Al seguir caminando, un espacio diáfano en torno a la figura de Shiva, un dios del hinduismo, sorprende en el recorrido. Es el lugar elegido para hacer ceremonias de fuego y ofrendas. A unos metros, otro lugar sagrado para la comunidad: la sala Shri Chakra, completamente 'teñida' de imágenes de dioses y lamas, presidida por una foto del maestro José Manuel Cánovas y donde cada jueves se hacen recitaciones y alabanzas. Enfrente aparecen una hilera de casas cuevas naturales que sirven de hogar diariamente para los miembros de la comunidad y de tranquilo escondite para los que disfrutan de este enclave los fines de semana. El tour acaba junto a varias cúpulas con forma de iglú pero que huyen del hielo y están hechas de madera. Una sirve de casa y otra de tetería, que algunos días se convierte en una oficina para celebrar reuniones.

De Abanilla al Tíbet

Aunque la esencia de este rincón de Abanilla viene desde Oriente, la forma de vida sigue siendo occidental. Mahasandhi es un puente entre ambas culturas. De allí llegaron las técincas de meditación y otras enseñanzas que hoy se aplican. De aquí viaja cada cierto tiempo una ayuda que sirve como refugio, como la oportunidad de empezar una nueva vida. La fundación cuenta con un proyecto humanitario que aterriza en el Tíbet como un salvavidas. «Enviamos dinero a unas 62 refugiados tibetanos que no pueden vivir en su país por culpa de la invasión china y que escapan a través del Himalaya de noche. Son niños pequeños, familias que necesitan cubrir sus necesidades básicas, ir al colegio, medicamentos o arreglar su pequeña casa, barrida por un monzón», cuenta Adriana. Ese paquete que viaja en forma de regalo hasta la otra parte del mundo sale de lo recaudado en distintas actividades, como los domingos solidarios, talleres de teatro o el Kirtán, una celebración india que es el plan estrella.

Una vía de escape para cuando no se es capaz de salir de donde se esté. Un respiro para las mentes que van más rápido de lo que deben. Un alivio para las emociones, que se acumulan sin hacer distinción entre lo que te hace bien y te hace mal. Mahasandhi no entiende de fronteras, solo de libertades. Es una puerta de la que todo el mundo tiene llave para buscarse o encontrarse. Es un pellizco al corazón al alcance de todos.

«Sitúa la localidad en el mapa internacional», dice el alcalde

Encantado no, lo siguiente. Así se siente el Ayuntamiento de Abanilla con la Fundación Mahasandhi. El alcalde, José Antonio Blasco, asegura que «ha situado el municipio en el mapa internacional y trabajamos de la mano para que tengan todas las facilidades». Destaca que «han potenciado el entorno» con su instalación y que suponen «un gran impacto turístico». «El proyecto del Buda traerá a gente de fuera de España», augura el regidor.

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