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Los guías María González y Fernando Guixot. LV
«Nunca imaginé que escucharía a Manolo Escobar a 4.950 metros de altitud»

«Nunca imaginé que escucharía a Manolo Escobar a 4.950 metros de altitud»

María González Molina es guía de trekking del Club Universitario de Montaña

minerva piñero

Miércoles, 27 de marzo 2019, 07:35

«Todas las noches me acostaba pensando en cuántos seguirían con la marcha impuesta y todas las mañanas me emocionaba viendo los 39 petates preparados para la ruta de ese día», cuenta María González Molina (Marsella, 1961), quien hace unos meses viajó hasta Nepal como guía del Club Universitario de Montaña de Murcia, junto con su compañero Fernando Guixot Lillo. Ambos se encargaron de medir la saturación de oxígeno en sangre de su grupo cada día, ya que «el trekking al campo base del Everest es realmente un viaje físicamente exigente, con condiciones muy distintas a las que estamos acostumbrados». Licenciada en Derecho y en Criminología en la UMU, ejerce como funcionaria en los juzgados de Murcia. Entre otras actividades, practica barranquismo y escalada.

-¿Cuál fue su mayor obstáculo en el trekking de Nepal?

-El primero, la altitud. Costaba bastante caminar. Además, como fuimos un grupo de diferentes niveles, los guías tuvimos que estar pendientes de ellos en todo momento. Al atardecer, bajaban las temperaturas a condiciones extremas. Hasta se congelaba el agua dentro de las habitaciones de los refugios.

-¿Cuántos metros de altitud alcanzaron?

-Estuvimos unos diez días sobre los 4.900 metros. Nosotros, de hecho, preparamos el viaje con unas pautas para evitar el mal de altura. Durante el día, subíamos entre doscientos y trescientos metros por encima de la altitud a la que más tarde dormíamos. Subíamos un poco para que el cuerpo se habituase. Después, bajábamos otro poco para dormir a una altitud menor.

-¿Con cuántos sherpas contaron?

-Con veinte. En Nepal, donde no están controladas las labores de los sherpas, a veces trabajan como mulas de carga. Pero nosotros no queríamos que ninguno llevase más de diez kilos. Cien gramos a esa altitud es como si llevaras diez kilos; el peso se multiplica.

-¿Cuántos kilómetros recorrieron cada día?

-Dependía del desnivel. Pero no eran muchos, ya que a esa altitud el ritmo debía ser bastante lento. Además, tuvimos que estar muy pendientes de los catarros; el aire venía helado y apenas había oxígeno, por lo que los bronquios podían irritarse.

-¿Cuáles son los síntomas del mal de altura?

-Empieza con el dolor de cabeza, le siguen las náuseas, el vómito, el tambaleo de las piernas... Todo se desencadena muy rápido. Una vez que empieza, es difícil recuperarse. La muerte allí es muy rápida. Nosotros, de hecho, prohibimos a nuestro grupo tomar ansiolíticos. Y a partir de los cuatro mil metros, no podían ni probar una cerveza.

-¿Qué edades comprendía el grupo?

-La mayoría de las personas tenían entre 40 y 50 años, aunque había dos muchachos de unos 30. Fuimos 11 chicas y 28 chicos.

-¿Qué papel jugó el factor psicológico?

-La cabeza es muy importante. Puede que la parte física esté cansada, pero si la cabeza se encuentra en su sitio, puedes con todo. Los deportes extremos y de riesgo requieren mucha concentración. Es una cualidad que después puedes llevar a tu vida laboral y personal; aprendes a estar en el momento.

-¿Qué le pareció la cultura de Nepal?

-Los nepalíes son encantadores. En un pub en Namche Bazar, a 3.450 metros de altitud, nos propusieron jugar al billar nada más vernos. Allí, además, tuve la suerte de conocer al alpinista Carlos Pauner, quien nos felicitó al contarle que habíamos conseguido acabar el trekking sin rescate.

-¿Alguna anécdota?

-Muchas. Encontrar una aldea en Gokio a los pies del Cho Oyu, adentrarse en una pastelería con cafés expresos y unas tartas exquisitas, entrar a un local a pocos kilómetros del campo base del Everest, en Lobuche, donde una pareja del grupo se puso a bailar la música de Manolo Escobar a 4.950 metros de altitud... Nunca me habría imaginado algo así.

-¿Cuándo llegó a Murcia?

-En 1975. Mis padres vinieron hasta la Región por temas laborales, así que yo tuve que aprender las costumbres españolas. Mi próximo reto será el maratón de Prada, en mayo.

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