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Entierro de un minero accidentado en La Unión en los años 50 del siglo XX. ROGELIO MOUZO
Rescate de Julen | «Ninguno se queda dentro de la mina»

«Ninguno se queda dentro de la mina»

Los mineros murcianos han realizado cientos de rescates en el interior de las galerías a lo largo de la historia; la mayoría de los accidentes acabaron con hombres y niños ahogados y enterrados

P. S.

LA UNIÓN

Domingo, 27 de enero 2019, 07:50

Como en el rescate del niñoJulen, aunque con mucha menos mano de obra y tecnología, los mineros de la Región de Murcia se afanaron a lo largo de la historia en sacar del interior de las galerías a sus compañeros accidentados, siempre bajo un lema: «Ninguno se queda dentro». Y es que, desde tiempos inmemoriales, las labores subterráneas para el aprovechamiento de mineral se han caracterizado por los altos niveles de siniestralidad.

Ni siquiera en la actualidad, en Tau Tona (Sudáfrica), la explotación subterránea más grande, rentable y avanzada tecnológicamente del mundo, se libran de los accidentes mineros. Allí, la mano del hombre ha conseguido llegar a los 4.200 metros de profundidad para extraer oro (tardan más de 3 horas en bajar). Las medidas de seguridad son extremas y obsesivas para los ingenieros, pero ni por esas consiguen evitar accidentes mortales cada cierto tiempo. Así que, comparativamente, no resulta difícil imaginarse las cifras de siniestralidad minera, no en ya en la antigüedad, sino hasta hace pocos decenios, en los distritos de la Región.

Pozo Montserrat (Cabezo Rajao), primera década del siglo XX. LV

Los investigadores de la Universidad de Murcia Miguel López Morell -actual diputado de Ciudadanos en la Asamblea Regional- y Miguel Ángel Pérez de Perceval han concluido que la minería metálica de la Región, centralizada en Águilas, Mazarrón, Cartagena y La Unión, hoy ya abandonada, «ha registrado miles de accidentes entre la segunda mitad del XIX y el primer tercio del XX», tiempos en los que ya se elaboraban estadísticas oficiales. La provincia de Murcia encabezó los censos nacionales. De media, cada año morían entre 40 y 50 mineros. Eran cifras oficiales, pero probablemente los datos reales serían mucho más crudos si se tiene en cuenta el descontrol administrativo, la rapiña en las labores, y el caos social que generó el 'boom' minero de esos años.

No se aseguraban las galerías

Como los métodos de laboreo eran elementales, las galerías no se aseguraban convenientemente. La imposibilidad de predecir las inundaciones por acuíferos subterráneos y las explosiones, naturales o por barrenos, hicieron que los accidentes se sucedieran sin control.

Como en las labores de rescate de Julen, los mineros no escatimaban esfuerzos. Si hallaban a los compañeros, casi siempre estaban muertos. Si no los encontraban, aquel recóndito espacio se convertía en su sepultura. Los accidentados fallecían enterrados por desprendimientos, ahogados por bolsas de agua en el subsuelo o asfixiados por inhalación de gases.

El minifundismo de la labor extractiva de Mazarrón y La Unión, los dos polos más importantes de la minería murciana, «impedía la concentración de gran número de obreros en el tajo subterráneo», reconocen los profesores Morell y Pérez de Perceval. Por eso, los accidentes mineros solían afectar a cuadrillas de no más de 10 o 20 hombres y niños.

Portada de 'La Verdad' que recoge el accidente en 1970. LV

De los siniestros documentados, destaca sobre todos el ocurrido en la mina Impensada de Mazarrón, el 16 de febrero de 1893. A muchos vecinos les sonará este nombre, puesto que así se llama una calle del municipio. Se estaba instalando una máquina de desagüe en el fondo del pozo maestro. La explosión de un barreno para abrir el hueco donde se iba a colocar desató la irrupción de ácido carbónico, que inundó el pozo y las galerías superiores hasta 50 metros. Las labores de rescate se prolongaron durante semanas y no sirvieron sino para rescatar a 28 mineros muertos.

Pero, afortunadamente, la historia de los rescates mineros no se escribe toda de luto. El 19 de octubre de 1859, en la mina unionense Consolación, tuvo lugar un hundimiento que dejó incomunicado al trabajador Juan José Tercero.

En días sucesivos, los mineros de explotaciones vecinas estuvieron ocupados en su rescate, con tan mala suerte de que otros desplomes les hicieron abandonar su empresa. Pero no, Juan José estaba vivo. Había logrado ponerse a salvo en un escondite no comprometido por el desmoronamiento. Allí estuvo varios días, mientras se celebraba su funeral. Para su dicha, un amigo inconformista, visitando unas galerías próximas a la siniestrada, probó a llamarle por medio de golpes dados en el fondo de una de ellas y fueron respondidos. El caso es que siete días después de su desaparición fue rescatado.

«Yo he vivido más que tú»

Otras veces, la historia de la minería ha dejado episodios heroicos, ejemplos de abnegación incondicional. Tal fue el caso de Paco Valencia, de 46 años, capataz de minas, quien entregó su vida por sus compañeros. En abril de 1916, en la mina Lola, en El Gorguel, como cada vez que colocaba un barreno, ordenaba a su cuadrilla abandonar la galería con tiempo suficiente para no sufrir los efectos de la voladura.

Algunos de los principales accidentes

  • 1902. Mina Talía (Mazarrón) Cinco muertos a causa de una explosión de gas en el pozo, de 390 metros. Otros 10 trabajadores se salvaron por una conducción entre esa mina y la vecina de San Pedro.

  • 1904. Mina Planeta (La Unión) Tres muertos a causa de una avenida de agua.

  • 1905. Mina San Juan (Lorca) Cinco muertos debido a una explosión de gas.

  • 1948. Cabezo Rajao(La Unión) Muy parecido al anterior. Seis obreros mueren al descolgarse la jaula del pozo y chocar con otra que subía en ese momento. Otro hombre resultó herido.

  • 1966. Rambla de la Boltada (Portmán) Un operario recoge material de un antiguo escorial para depositarlo en el lavadero de un empresario local. La pala se queda encallada. Personal de Peñarroya acude en su auxilio. Se produce un corrimiento de tierra y sepulta a 4 de los 6 trabajadores presentes, entre ellos el facultativo jefe de la multinacional francesa, Cástor Acedo.

  • 1970. Pozo Mercurio (Portmán) Se trata de un pozo-tolva de Peñarroya, que conecta con el túnel José Maestre. Mide 182 metros, la mitad ellos hormigonados. La presencia de labores antiguas y lluvias recientes producen un hundimiento, que arrastra a una machacadora y a una sondeadora. Mueren cinco personas sepultadas.

  • 2005. La Carpeana (Portmán) Un hombre fallece intentando extraer minerales para una colección. El vecino Virgilio Moreno, de 45 años, natural de La Unión, quedó atrapado en una enrevesada galería situada en ese paraje. Un canto se desprendió en ese instante y le aprisionó contra la pared.

Una vez en el ascensor, un problema eléctrico impidió que subiera hasta la superficie. «Paco, no me quiero morir», le dijo uno de los obreros, y este le contestó: «No temas, no te pasará nada. Yo ya he vivido más que tú». Dicho y hecho: mandó cobijarse a sus hombres en la cuba, la taponó con espuertas y terminó por abrazarla para completar su plan de salvamento. La dinamita estalló y sus chicos se salvaron. Al día siguiente, Francisco fue enterrado con flores de su mujer, hijas y de los mineros que protegió. En 1969, el Ayuntamiento le confirió el nombre de una calle.

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