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La pobreza tiene rostro. Los datos aportados por el observatorio lo dibuja con definición con cada cifra para constatar que la precariedad se ceba con determinados municipios, perfiles, contextos y orígenes.
El lugar donde uno vive marca su bienestar y el análisis por territorios lo corrobora: las tasas de precariedad son mucho más elevadas en el Campo de Cartagena, el Mar Menor y en Lorca (en los tres casos con tasas muy superiores al 35%) que en la ciudad de Murcia y Molina de Segura, con casi diez puntos menos. La nacionalidad marca también de forma determinante, con un 49% de pobres extranjeros y un 29% de españoles. Las mujeres son tres puntos más pobres que los hombres y los mayores de 65 años están más acosados por la precariedad. Los hogares monoparentales –en muchos casos integrados por la madre y los hijos– tienen la tasa más alta de pobreza, el 46,6%. La formación es clave: solo el 10% de los murcianos con educación superior son pobres, frente al 61% de ciudadanos en riesgo de exclusión sin estudios primarios. La cara de la pobreza está definida, pero va sumando nuevos perfiles con los años. Los graduados universitarios o con FP superior están menos afectados por la precariedad, pero no son inmunes y cada año se cuentan más pobres entre ellos.
Este último estudio destaca que solo una de cada 10 personas con educación superior –un título universitario o un grado superior de Formación Profesional– está en riesgo de pobreza (10,6%). Sin embargo, esa tasa va en aumento: en 2008 eran un 7,2%. Tener un trabajo tampoco es ya una garantía de protección. El porcentaje de personas en riesgo de pobreza o exclusión social con empleo alcanza ya el 20% en la Región.
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