Secciones
Servicios
Destacamos
Entre los cuerpos de los cientos de miles de peces y otros animales marinos que han llegado sin vida a las orillas del Mar Menor en las últimas dos semanas, se cuentan ejemplares de más de treinta especies. Así lo atestigua el inventario realizado por la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), que desde el inicio del episodio de mortandad en la laguna no ha dejado de recorrer el litoral para documentar la pérdida de biodiversidad marina que ha supuesto el último episodio de crisis ambiental; una situación que, como ya ocurrió con la 'sopa verde' en 2016 y la anoxia de 2019, ha supuesto un duro golpe para el equilibrio de un ecosistema que acumula décadas de degradación.
En concreto, los ecologistas han encontrado hasta 25 especies de peces y otras seis de crustáceos entre los ejemplares muertos. Se trata, en su mayoría, de animales que habitan en el fondo marino.
Entre los peces, los más abundantes han sido los gobios. «Son con diferencia los más afectados», explica el director de ANSE, Pedro García. Sus cadáveres se han encontrado en altísimas cantidades y se han identificado hasta tres especies distintas: el gobio de roca, que es uno de los que más ha aparecido, el gobio negro o chaparrudo, y el Gobius paganellus. También ha sido muy llamativa «la cantidad de ejemplares de porredana gris, gallerbo y de pez aguja», añade.
Entre los cuerpos muertos se ha dejado ver una amplia variedad de fauna marina. «Hemos encontrado lenguados, anguilas, lubinas, mújoles, salmonetes, algunos ejemplares de culebrilla de arena, algún sargo, magres y doradas, entre otros», apunta Pedro García. También se han encontrado caballitos de mar, una especie en peligro de extinción, cuya población se ha reducido drásticamente en la laguna en los últimos años, hasta situarse cerca de los 1.300 ejemplares.
Desde el Instituto Español de Oceanografía (IEO), el investigador Juan Manuel Ruiz subraya que el estado actual de la biodiversidad en la laguna «no es resultado de este episodio, sino de la suma del actual, el anterior y los dos que hubo entre 2016 y 2017, no ya de anoxia, sino de proliferación del fitoplancton». Una sucesión de crisis que han ido restando vida y capacidad de recuperación al Mar Menor.
«No se conoce la respuesta de todas las especies a la anoxia -asegura el investigador-. No se ha estudiado. Lo que sí podemos ver es lo que está apareciendo, que son peces de pequeño tamaño, al menos hasta ahora, y crustáceos. Especies que viven fundamentalmente pegadas al fondo o muy relacionadas con el fondo, que se refugian en la vegetación, así como estadios juveniles de otras muchas especies».
El motivo de que sean estas y no otras es «que la anoxia se produce inicialmente muy cerca del fondo», señala Ruiz. «Lo que estamos viendo son animales que intentan escapar de la falta de oxígeno. Los de pequeño tamaño son los más vulnerables, porque tienen menos capacidad de escape nadando que los grandes», asegura. «Los de mayor tamaño son los que vienen detrás si la anoxia va a más y empieza a afectar a toda la columna de agua».
15.000 kilos de peces y algas han retirado del litoral marmenorense en dos semanas las brigadas mixtas de limpiteza de la Comunidad y ayuntamientos
En cuanto a los crustáceos, los ecologistas han encontrado también ejemplares de cangrejo verde, de cangrejo azul y de cangrejo corredor o zapatero, así como centollitos, camarones y quisquillas.
Desde ANSE recuerdan que el listado, que tiene carácter provisional y que seguirán actualizando, se basa «en la observación directa y cualitativa de las distintas especies encontradas en la orilla de las zonas afectadas, que han sido reconocidas por especialistas», por lo que se trata de un inventario que recoge «el número mínimo de especies afectadas». Por ello, prácticamente dan por hecho que la cifra real es «todavía mayor».
En lo cuantitativo, la alcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo, cifró ayer en quince toneladas el peso de los ejemplares marinos y la biomasa retirados por las brigadas mixtas de trabajadores de ayuntamientos y la Comunidad autónoma y por pescadores de la laguna.
La primera edil de la ciudad portuaria recordó que «hace unos días se nos negó el estado de emergencia», y señaló que la cantidad de algas y peces muertos retirados, «así como la amenaza de hoteles vacíos, demuestran que sí estamos en una situación de emergencia y necesitamos ayudas inmediatas, tanto para el ecosistema como para los sectores económicos afectados».
En cuanto a la vegetación, ANSE realizó esta semana dos inmersiones que sirvieron para constatar que las praderas marinas ya han comenzado a morir ante la escasez de luz. «Abajo llega una cantidad mínima -explica el investigador Juan Manuel Ruiz-. Tan mínima que no es suficiente para realizar la fotosíntesis». Además, el déficit de oxígeno en el agua promueve el metabolismo microbiano anaerobio. Un proceso que puede incrementar la mortalidad en el Mar Menor. «Las bacterias descomponen la materia orgánica sin oxígeno y eso supone que aumenten las concentraciones de compuestos como los sulfuros, el metano o el amonio, que son tóxicos tanto para las plantas como para los animales. Algo que empeora todavía más la situación», afirma el trabajador del IEO.
Ruiz recuerda que tras la 'sopa verde' de 2016 desapareció el 85% de la vegetación marina del Mar Menor. Y hubo una pérdida valiosa que no se ha podido recuperar. «Murió toda la pradera de 'cymodocea donosa' por debajo de tres metros de profundidad. Una planta marina que, junto con el alga caulerpa, se repartían el lecho del Mar Menor. «Cinco años después, la cymodocea no ha recuperado ni un metro cuadrado de lo que perdió», lamenta Ruiz. «Es más, sigue desapareciendo».
La caulerpa, sin embargo, tras ese primer evento, recolonizó de forma muy rápida el fondo. «Cuando un ecosistema como el Mar Menor tiene una base de vegetación que se estructura de forma mayoritaria sobre dos especies, como ocurría en las praderas marinas con la caulerpa y la cymodocea, y desaparece una, la resiliencia del ecosistema se ve erosionada, y las funciones y los servicios del mismo se deterioran», asegura Ruiz. Además, «con el retroceso de la cymodocea hemos perdido probablemente la mitad o más de la mitad de la capacidad de las praderas de filtrar el agua, lo que aumenta la probabilidad de que vuelva a ocurrir un episodio de eutrofización».
Y no es el único filtro que la laguna echa de menos. La reducción del número de nacras también se deja notar. «Antes de 2016 había del orden de 1.400.000 individuos -cuenta Ruiz-. Y cada nacra tiene una capacidad enorme de filtrado, lo que, multiplicado por 1.400.000, tendría un gran impacto».
«La 'sopa verde' fue una masacre», asevera. Tras la primera gran eutrofización, su numero se redujo a cerca de medio millar. La duda ahora es si habrán muerto más ejemplares estas semanas. «Podría ser, porque en episodios similares anteriores ha ocurrido», dice el investigador. Y alerta: «El episodio aún no ha terminado».
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.