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En realidad tengo varias. Me las suele regalar (siempre acierta) una inmensa amiga que recogí por el camino y que viaja con nombre falso. Varias tengo y le aviso desde ya a la Guardia Civil, para el momento (inevitable) en que tenga que pasar por casa a hacer el consabido registro, que pocas pruebas va a encontrar en ellas (salvo que se trate de delitos contra la literatura, claro está).
Abro una. Sé, por la parte arrugada que tienen todas las hojas en la parte inferior, que es aquella que en el dos mil siete iba conmigo en el bote a remos por allá por el Embalse de El Granizo, cerca de Cumanayagua, Cienfuegos, Cuba, y nos agarró la turbonada y nos vimos en aquel rato de angustia y prisas (y que es la vez que más miedo físico he pasado en mi vida, de momento). Abrirla es viajar a través tiempo.
Y que pruebas, ya digo, pocas. Se deduce solo con hojearla que se trata de una libreta que fue abandonada y retomada varias veces. Predomina, por supuesto, mi letra. Que a ratos es caminada de hormigas y a ratos es decorada y llena de arabescos. Hay no pocos dibujos. Más que nada caras y cuerpos. Estudios sobre la deformidad y quien haya pasado tiempo cerca ya sabe de qué le hablo.
La abre el Ulysses de Tennyson. Siguen copiados versos. Distingo a Swinburne, a Seferis, a Quevedo y a Camus. Mis cosas. Algo de Chesterton, también. Luego hay direcciones. Correos electrónicos. Detalles de vuelos. Números de teléfono allá en Cuba. Sé, por las listas de libros que contiene, que en aquella época andaba leyendo a Carpentier, lo que me honra. Y también a Chejov y a García Márquez. Constan notas para cuentos que nunca fueron y para novelas que tampoco. Aparece reseñada con un círculo la palabra Calambuco. Luego hay más dibujos. Y citas de Steinbeck, de Lovecraft. Surgen, de pronto, las primeras notas de Los Gatos Pardos. Las primeras estructuras. El desarrollo hora a hora de alguno de los personajes. Las relaciones de nombres. Aparece y luego se fuga. Un cuento entonces. Otro. Otro grupo de citas. Pink Floyd. Bolaño. Surge la trama de la novela que me llevó a Tusquets y que está sin publicar. Surgen, por sorpresa, las primeras notas de la novela que servidor está terminando ahora. Luego son Los Gatos otra vez. Solo que ahora en serio. Ya siendo trabajada de verdad. Hasta el croquis del tiroteo de Jacinto (versión inicial) me encuentro. Y sigue. Hay, se deduce fácilmente, otro salto. Porque de pronto me encuentro con César Gusanito Gálvez. Y sus primeras notas.
Y sigue. Citas de Omar Jayam. De Pedro Juan Gutiérrez. De Halderlin. De Ben Jelloum.
Yo también tengo una Moleskine. Le quedan diez páginas en blanco. Creo que las voy a dibujar.
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